El delito de ser pobre
Rafael Narbona
En su ensayo El delito de ser pobre. Una gestión neoliberal de la marginalidad, Albert Sales denuncia que que se responsabiliza a los pobres de su situación, acusándoles de “no ser suficientemente trabajadores o emprendedores”. De hecho, “las personas asistidas por los servicios sociales” son objeto de “sospecha permanente” y son tratadas como “parásitos que se quieren aprovechar del sistema”. Sales sostiene que se empuja a los ciudadanos más pobres a “barrios marginales y zonas de delegación”. Al igual que en Estados Unidos, en la Unión Europea los servicios sociales tienden a derivar sus obligaciones a la caridad pública y a infantilizar a los personas con menos recursos, acusándoles de no saber gestionar su vida ni la de su familia.
En los países de la OCDE, el 10% más rico tiene el 50% del capital. En nuestro país, sube hasta un 75%. Al mismo tiempo, la mitad de la población no tiene nada en propiedad o está seriamente endeudada. El profesor Vicenç Navarro mantiene que esa asimetría es una de las principales causas de la desigualdad. De hecho, desde 2012 las rentas del capital superan a las rentas del trabajo. La clase capitalista, una minoría, posee más recursos que el conjunto de los asalariados.
Las políticas neoliberales son políticas de clase, concebidas para explotar y oprimir a la clase trabajadora. Algunos no utilizan estos términos -señalaba hace diez años Navarro- porque son anticuados, pero la ley de la gravedad también es antigua y no ha perdido vigencia. “Es suicida que los portavoces de las izquierdas, en teoría próximas a las clases populares, también consideren estos términos anticuados”. La desigualdad es un crimen contra la humanidad y el papel de la izquierda debería consistir en luchar contra ella, pero ¿es posible en países endeudados que se han convertido en rehenes de sus acreedores?
Solo cuando los pueblos recobren su soberanía, podrá hablarse de democracia, pero ese día cada vez parece más lejano. Hasta entonces, el poder real continuarán en manos de las grandes empresas y los políticos se limitarán a defender sus intereses, explotando la retórica para ocultar una realidad incómoda.