¿Podrá el ‘fujimorismo’ sobrevivir sin Alberto Fujimori?

Sebastian Ochoa.

El exmandatario fue determinante en la vida política de Perú en las últimas cuatro décadas. Su deceso deja una gran interrogante: ¿podrán sus herederos políticos mantener su legado? Referentes sociales que padecieron la persecución de su Gobierno dialogaron con Sputnik sobre el futuro del ‘fujimorismo’ ya sin la presencia de su fundador.

Gran parte de la población de Perú se sorprendió con la decisión del Gobierno de Dina Boluarte de ofrecer un funeral de Estado a Alberto Fujimori, a pesar de que el expresidente fue condenado por cometer delitos de lesa humanidad durante su mandato, en la década de los 90.

El Gobierno de Boluarte declaró tres días de luto nacional, ordenó que la bandera se eleve hasta media asta y dispuso que el velorio se realice en el Museo de la Nación. Se trata del mismo Fujimori que en 2009 fue sentenciado por el homicidio calificado con alevosía y el secuestro agravado de 25 personas en Barrios Altos y La Cantuta, hechos ocurridos en Lima entre 1991 y 1992, y condenado por otros casos que involucraron hechos de corrupción y vulneración de derechos humanos.

Más allá de los actuales honores, Fujimori ya había sido reivindicado en vida por un sector político de Perú cuando se le otorgó el indulto presidencial.

El primero fue Pedro Pablo Kuczynski el 24 de diciembre de 2017, quien de esta manera habría conseguido el apoyo en el Congreso de Kenji Fujimori, hijo de Alberto, para evitar su destitución, la cual ocurrió de todos modos. Finalmente, en 2018, el Juzgado Supremo de Investigación Preparatoria declaró «inaplicable» el llamado «indulto y derecho de gracia por razones humanitarias».

En diciembre de 2023, el Gobierno de Boluarte decidió aplicar el indulto, a pesar de la oposición manifestada por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH).

La sombra de Fujimori

A menudo, cuando un personaje histórico fallece, queda marcado el fin de una época. ¿Pasará lo mismo en Perú?

Según Percy Katari, periodista y quien fuera asesor del expresidente Pedro Castillo durante su mandato, entre 2021 y 2022, su país «es un bastión del neoliberalismo en el continente y solamente cambian los rostros serviles a los intereses de las transnacionales. Uno de esos es la hija de Fujimori, la eterna candidata a la presidencia, la señora Keiko Fujimori».

«Ella tiene el control del Poder Judicial para sacarse del camino a los políticos que hablan contra un modelo de miseria que no funciona, también tiene los medios de comunicación y todo un aparato que ponen a disposición de la derecha mundial», agregó.

 

Es la herencia de su padre, quien «puso los recursos geoestratégicos a disposición de las grandes empresas transnacionales y del imperialismo yanqui. Es difícil entender cómo una persona de tanta maldad puede morir en la total impunidad. Él tuvo que haber muerto en prisión».

Katari optó por hablar de ‘fujimorato’ en vez de «fujimorismo», porque «el fujimorismo sería mucho adorno para ellos. El ‘ismo’ hace referencia a una corriente filosófica de opinión. El fujimorato es solo una banda delincuencial que arruinó a todo el Perú y lo puso en manos de los extranjeros».

Betty Izaguirre, quien forma parte del Consejo Nacional e Internacional de la Comunicación Popular (CONAICOP), comentó que luego del indulto, Fujimori «comenzó a hacer vida política. Incluso su hija dijo que él iba a ser el candidato presidencial. No se puede negar que Fujimori tiene una masa electoral que lo sigue ciegamente, sin importar todo lo que él haya hecho».

 

Con el deceso del líder, «utilizarán su figura para llegar al sentimiento de ese sector que sigue al fujimorismo. Pero actualmente las encuestas muestran que el 90% está en contra del Gobierno de Boluarte, que se mantiene en el poder en complicidad con el fujimorismo y con Renovación Popular (el partido de Keiko) en el Congreso».

Para Izaguirre, «usar la figura de Fujimori no les va a bastar para saltar a la arena política y ganar ese espacio que están perdiendo fruto de lo que sucede con el Gobierno actual».

«Fujimori deja todavía muchas heridas abiertas en el pueblo peruano»

En 1992, Betty Izaguirre era estudiante de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, llamada La Cantuta por el barrio donde se ubica. En ese momento estaba comprometida con quien luego sería su esposo, Carlos Romainville, fallecido en 2020.

La masacre de La Cantuta, también llamada Operativo Secuestro,​ tuvo lugar el 18 de julio de 1992, cuando un profesor y nueve estudiantes de la universidad fueron secuestrados, desaparecidos y asesinados por el Grupo Colina, un destacamento clandestino del Ejército integrado por agentes del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), como se determinó durante el juicio a Fujimori. En esa instancia también se determinó que ninguna de las víctimas tenía vínculo con alguna organización «terrorista», como argumentaban los victimarios.

Izaguirre recordó, en diálogo con Sputnik, que en ese momento, «de un día para el otro, los productos amanecían a un precio superalto. El dinero que tenías el día anterior ya no te alcanzaba para el siguiente. Fue un shock económico que se aplicó aquí en Perú». Ante ello, «la juventud, los estudiantes y los trabajadores que habían perdido el trabajo salimos a las calles».

Ella y Romainville ya integraban el movimiento cristiano Alfa y Omega. «Habíamos hecho unos volantes de protesta justamente. Comenzamos a repartirlos cuando vino la represión. Nosotros corrimos, pero mi esposo no pudo escapar y lo detuvieron. Fue llevado a Seguridad del Estado».

Para ella comenzó un calvario por varias instituciones en busca de información sobre su pareja: «Estuvo 15 días detenido, acusado de terrorismo sin ser terrorista. Él contó que todas las noches veía y escuchaba cómo sacaban a los prisioneros encapuchados, los golpeaban en el sótano. Se escuchaban los gritos», contó Izaguirre. «Cuando supe dónde lo tenían fui a buscarlo, pero no nos permitían verlos, nos desconocían a los familiares. A través de un abogado logramos su liberación», relató.

En la década de los 90, apunta Izaguirre, «por una simple llamada de teléfono te acusaban y te detenían. Los luchadores sociales que estábamos en las calles veíamos que nuestros derechos no valían nada. Y pese a eso teníamos que seguir luchando, porque nos enfrentábamos a una dictadura que había comprado las líneas editoriales para que los medios digan que no pasaba nada».

Pese a la represión, «Alberto Fujimori en este Gobierno de Boluarte no solamente logró el indulto humanitario, también logró que el Congreso le diera una pensión vitalicia, que no correspondía porque él ha cometido violación de derechos humanos».

 

Percy Katari evocó la mañana del 5 de abril de 1992, cuando Fujimori ejecutó el autogolpe de Estado: «Recuerdo que amanecimos con los militares en la calle, con una nueva Constitución, y que muchos fuimos perseguidos por nuestra forma de pensar».

Continuó: «Recordemos que tenemos desaparecidos. Recordemos la matanza de Barrios Altos, las esterilizaciones forzadas a las mujeres de la Sierra de Perú, diciendo: ‘Que estos indios no se pueden reproducir más’. Fue una época marcada por mucho odio, mucho rencor hacia los pueblos originarios. Fujimori deja todavía muchas heridas abiertas en el pueblo peruano».

SPUTNIK.

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