A 60 años de aquel abril, en esta isla hay que sembrar esperanza

Por Lilliam Oviedo

Sesenta años después del abril en que un movimiento armado de lucha por el retorno a la constitucionalidad se convirtió en guerra patria, la siembra de esperanza se concreta en la lucha contra el fascismo, al cual se aferra la clase dominante para preservar el sistema de sometimiento y saqueo.
La grosera y abusiva ocupación yanqui de 1965 fue la segunda para Santo Domingo en el siglo XX, aunque fue una toma del Estado la Convención domínico-americana, que el gobierno de Theodore Roosevelt impuso al entonces presidente Ramón Cáceres, tomando el control de las Aduanas.
En República Dominicana, una tierra saqueada y ofendida, las tropas yanquis dejaron en el Palacio Nacional a Joaquín Balaguer, antiguo servidor de la dictadura de Trujillo y representante destacado del atraso político en los años posteriores al ajusticiamiento del dictador.

Le dejaron como encargo unificar la clase dominante y coordinar el entreguismo, y la tarea fue cumplida.
Adaptando a cada momento la forma de asignar las tareas y de ejercer la dominación, cuando la edad y el anacronismo de sus posturas hicieron retirar a Joaquín Balaguer, ocupó su lugar un sector politiquero cobijado en asociaciones de latrocinio impropiamente llamadas partidos políticos que, como él, acepta la imposición, aplica políticas de exterminio de jóvenes pobres y garantiza la continuidad del delito de Estado.

Como Joaquín Balaguer, los `presidenciables` de hoy (Hipólito Mejía, Leonel Fernández, Danilo Medina, Abel Martínez, Carolina Mejía, David Collado y figuras similares) están comprometidos con la concesión de contratos onerosos a corporaciones mineras, con la firma de acuerdos elaborados en Washington y acogidos para evitar ser despojados de su lugar en el sistema de privilegios.
Por eso los que han sido presidentes, además de firmar acuerdos como el DR-CAFTA, se han prestado a infringir a esta patria una nueva ofensa convirtiéndose en voceros de la solicitud de intervención al Haití también saqueado y convertido en asiento de bandas que reciben armas desde el norte.

En un fallido intento de explicar por qué no sienten vergüenza, pagan a comunicadores con precio y, por supuesto, sin valor, para presentar la invasión como necesaria y el levantamiento de un muro como tarea urgente.

SEMBRAR ESPERANZA ES COMBATIR EL OPORTUNISMO ENTREGUISTA
Con rebuscamiento o con chabacanería, el poder hegemónico es agresor. Mantiene la definición que hace sesenta años lo llevó a ocupar Santo Domingo.
En el año 2004 en una convención demócrata en pleno gobierno de Bush, Barack Obama dijo: “Ahora, permítanme ser claro. Déjame ser claro. Tenemos verdaderos enemigos en el mundo. Estos enemigos deben ser encontrados. Deben ser perseguidos y deben ser derrotados”. Años después, siendo presidente, convirtió en acción su palabra con los asesinatos selectivos.

En días recientes, el soez Donald Trump, durante una cena con el Comité Nacional Republicano del Congreso, dijo que los países están “urgidos” por alcanzar acuerdos que eviten los aranceles. “Estos países nos están llamando. Están besándome el trasero”.
Las declaraciones y el estilo responden a la coyuntura, el objetivo es preservar la hegemonía. De ahí la necesidad de definir a los estrategas imperialistas como enemigos de los pueblos.
Otros enemigos de los pueblos son los lacayos. En este momento, hay que mencionar al presidente dominicano Luis Abinader, quien sigue diciendo que la comunidad internacional tiene que hacerse cargo de Haití, pero no denuncia que las armas de las bandas tienen factura yanqui y la tiene también el caos, no pide sanciones contra las grandes potencias europeas que han ejercido injerencia, han saqueado y han cometido abusos de todo tipo.
Es la continuidad del accionar de muchas décadas atrás.

Una cita de Mi Compadre el general Sol, muestra el Haití ocupado durante la primera mitad del siglo XX:
Pese a todos los norteamericanos, pese a todas las sanguijuelas, pese a todos los presidentes Vincent, pese a todos los comemierda, pese a todos los gendarmes, nuevos brazos de obreros, nuevos brazos de Charlemagne Péralte y de otros luchadores son los frutos que brotan constantemente de nuestra tierra, en cada temporada de lluvias, en cada color de cielo, en cada cosecha. Los niños vagabundos corren por la ciudad como potros. Las gentes viejas dicen que detrás de los cerros hay otros cerros; pero detrás de los cerros también hay otras ciudades. Hay ciudades que se consumen. Los cerros también se marchitan porque ya no hay tierra feraz, y sus huesos de piedra, deslavados por el viento y la tormenta, muestran su miseria bajo el sol. Detrás de esos cerros requemados están nuestras ciudades carcomidas por el comején, nuestras ciudades que se ennegrecen, nuestras ciudades donde otros niños sucios y risueños corren también, llevando otras ciudades en sus brazos y nuevos destellos en sus ojos… otras ciudades en la lejanía cada vez más cercana, otras ciudades donde todo el mundo recobrará la alegría y los bríos del potro en la sabana. ¡Pero ya estoy desbocado, siempre me desboco cuando miro mi país!»

Jacques Stephen Alexis, un haitiano a quien la sensibilidad y la toma de conciencia convirtieron en literato y revolucionario, describió de este modo a Haití en la primera mitad del siglo XX. El Haití ocupado entre |915 y 1934.
En Mi compadre el general Sol, una novela que es poesía, descripción y denuncia, el sensible comunista asesinado por el duvalierismo habla de niños y de obreros y destaca la potencialidad revolucionaria de un pueblo golpeado asentado en una isla inmisericordemente saqueada.
También a mediado del siglo pasado, en la parte oriental de la isla, Pedro Mir habla de su patria:

«No, no la busque.
Si alguien quiere saber cuál es mi patria,
no pregunte por ella.
No quiera saber si hay bosques, trinos,
penínsulas muchísimas y ajenas,
o si hay cuatro cadenas de montañas,
todas derechas,
o si hay varios destinos de bahías
y todas extranjeras.»
Sí, en esta patria hay penínsulas muchísimas y ajenas y hay varios destinos de bahías extranjeras. En abril del año 2025, es necesario decir que un sistema político encabezado por millonarios de nuevo y viejo cuño han puesto bajo el control del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos los depósitos de tierras raras, y que esa es una acción asquerosa, aunque sería de mal gusto recurrir al vocabulario de un Donald Trump soez y prepotente o de un Obama amenazante y también prepotente.

Y hay en esta isla, por los predios de Alexis y por los de Pedro Mir, hombres, mujeres y niños pobres que los sectores dominantes intentan dividir para evitar que identifiquen al enemigo común y conozcan el origen de la miseria que los golpea.

Es abril, y se conmemora el sesenta aniversario del envío por parte del gobierno encabezado por Lyndon Johnson de 42 mil marines a este suelo.
Aunque el poder mediático predique el odio a través de plumas y voces pagadas y presente como imposibles modelos de convivencia que están a la vista de todos, en esa isla hay dos pueblos heridos y dos territorios saqueados… Y urge sembrar conciencia para enfrentar con decisión al enemigo, un agresor que es poderoso, pero no invencible.

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