Advertencia

Por Guido Gómez Mazara

El 46% de los electores no ejerció su derecho en las pasadas elecciones. La tendencia a la abstención es un síntoma desalentador para nuestro proceso democrático, y es también materia prima del desencanto cívico. Irónicamente, las organizaciones partidarias no están interpretando correctamente esas señales.

El modelo electoral dominicano, contrario a otras experiencias en la región, ha tenido la versatilidad de colocarle ropa diferente a las viejas ofertas. Cambiaron las siglas, pero no los hábitos y viejas mañas. Lo innegable es que, salvo reconocidas excepciones, las referencias partidarias con mayor potencialidad no encantan, no enamoran.

Así, tenemos un mercado electoral tomado por el afán, por la superficialidad y que presta escasa atención al estudio de los grandes temas nacionales.

Por eso, la calidad democrática se torna ineficaz como resultado de las lagunas y deficiencias de los llamados a aceitar las tareas públicas.

La tragedia reside en aspiraciones electorales cargadas del componente seductor de un mercado matizado por la imagen, lo estrictamente mediático y el acceso asegurado a través de un monto de recursos para el posicionamiento. Y otra vez: poco contenido y ninguna idea nueva para pensar

No le hace falta mirar mucho al ojo avezado para advertir lo siguiente: la dificultad de asumir el modelo de gestión como vehículo solucionador de taras institucionales históricas alimenta el abstencionismo y la decepción ciudadana, siempre en capacidad de reaccionar con rabia frente a los detentadores del poder.

Hay patrones que estamos cansados de ver en aspirantes. Creerse potables porque franjas financieras los cooptan, concentrar proyectos en la clásica transferencia de fondos estatales a bolsillos privados y descansar sus posibilidades en el abusivo uso de la nómina pública, son todas acciones que los descarrilan de lo que verdaderamente debe concentrar sus deseos: servirle auténticamente a todos los dominicanos por igual.

Virar la cara en otra dirección y/o presumir que la fuerza de los recursos lo puede todo, ha sido el común denominador de los estrepitosos fracasos.

Las señales del hartazgo ciudadano están a la vista: detrás de cada abstención hay un mensaje que interpela. Gobernar es escuchar para traer el cambio a la mesa.

¡Aprendamos de una vez!

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