Amantes de la Luz: 150 años de faro cultural
Por Luis Córdova
Hace 150 años, la chispa ingeniosa de Manuel de Jesús de Peña y Reynoso dio vida al Ateneo Amantes de la Luz, una sociedad cultural que, bajo el lema “Luz, Progreso, Harmonía”, se convirtió en cuna y trinchera del civismo dominicano. Fundada en Santiago el 4 de junio de 1874, esta institución ha cultivado las letras y forjado una conciencia nacional. Por entonces, Santiago, la “hidalga de los 30 Caballeros”, vibraba con un fervor intelectual, tenía apenas 31 calles, 1,222 casas y 5,482 habitantes.
En aquella época, tertulias literarias, periódicos, escuelas de artes y oficios, y sociedades culturales dominaban la escena. Los salones del Ateneo fueron un crisol de ideas progresistas. Allí germinaron proyectos como llevar a la presidencia al santiaguero Ulises Francisco Espaillat, el mandatario más ético de la historia dominicana; las ideas independentistas de Pedro Albizu Campos, líder puertorriqueño que residió temporalmente en la ciudad; el feminismo pionero de Ercilia Pepín; y las reflexiones del joven venezolano Rómulo Betancourt. Durante la Era de Trujillo, el Ateneo resistió inicialmente, pero, como gran parte del país, enfrentó una integración forzada debido a su prestigio social. Los historiadores señalan que, por un tiempo, el presidente del Ateneo también lideraba el Partido Dominicano en Santiago, lo que refleja el control de la dictadura sobre las instituciones culturales.
El 150 aniversario trae un vibrante programa de actividades culturales a lo largo del año, incluido un ciclo de conferencias sobre la historia intelectual dominicana y puesta en circulación de libros, que refuerzan el legado del Ateneo. Acuerdos con el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel) y la Alcaldía de Santiago, que declaró al Ateneo “Patrimonio Cultural de Santiago”, consolidan su proyección futura. El alcalde Ulises Rodríguez firmó un convenio para integrar a la entidad en la agenda cultural municipal, lo que fortaleció un vínculo histórico. Reconocimientos del Senado, de la Cámara de Diputados y de diversas organizaciones resaltan la relevancia de esta efeméride.
Un orgullo especial recae en Carlos Manuel Estrella, presidente del Ateneo, quien recibió el Caonabo de Oro 2025, el máximo galardón dominicano a la trayectoria en comunicación, un hito que enaltece a la familia ateneísta.
Inaugurada el 13 de septiembre de 1874 como la primera biblioteca pública del país, la del Ateneo es un tesoro nacional. Alberga más de 100,000 títulos, publicaciones periódicas del siglo XIX, una de las hemerotecas más completas del Caribe, una mapoteca y un valioso archivo de diarios y documentos santiagueros. En su moderna sede, diseñada por Nelson Viñas en 1976, la luz se filtra por amplios ventanales, invitando a estudiosos a sumergirse en siglos de conocimiento. Este edificio, un ícono de Santiago, fusiona historia y modernidad.
Para mí, el Ateneo es un refugio de memorias. De niño, las crisis asmáticas me alejaron de la Alianza Cibaeña, en remodelación, pero a pocas cuadras de mi hogar, en Las Carreras esquina San Luis, descubrí esta mole vetusta. Pasaba horas explorando ficheros, hojeaba libros y anotaba curiosidades. Allí nacieron amistades, amores y hermandades. En sus mesas escribí mis primeras colaboraciones para La Información, publicadas gracias a Ignacio Guerrero y entregadas por mi amigo Darío Durán. Las tardes de lectura se prolongaban en charlas con el poeta Puro Tejada y visitas a Casa de Arte. Éramos, como diría García Márquez, “felices e indocumentados”.
Apenas mayor de edad, me juramenté como socio de esta institución que marcó mi vida. En su hemeroteca, junto al historiador quien fue un padre para mí, Danilo de los Santos, y el maestro de la fotografía Natalio Puras Penzo (Apeco), pasé largas jornadas investigando para la edición de Memoria de la Pintura Dominicana, un proyecto que retrató nuestra identidad artística.
Desde sus inicios en la calle del Sol, pasando por su sede en 16 de agosto, hasta su moderno edificio de 1976, el Ateneo ha superado crisis y desafíos, pero su llama sigue encendida. En un mundo cada vez más digital, el Ateneo Amantes de la Luz permanece como un refugio del pensamiento libre, un espacio donde las nuevas generaciones pueden forjar el civismo y la creatividad que definirán el futuro de la nación.
El Ateneo no es solo una institución; es un legado vivo que ilumina el pasado, enriquece el presente y proyecta un futuro de conocimiento y civismo.