Análisis de la sociedad dominicana actual: Más allá de la agenda impuesta
Por Sergio Terrero
Analizar la sociedad dominicana contemporánea y conceptualizarla es una labor compleja, debido a la multiplicidad de sus matices. Esta complejidad nos lleva a caer en la tentación de abordarla desde patrones condicionados por ideologías o por temas impuestos en la agenda del momento: la migración irregular, la delincuencia en los barrios, el tráfico de sustancias prohibidas, la violencia de género, etc. Una agenda, cabe destacar, siempre dictada por la clase dominante.
Al seguir este camino, corremos el riesgo de perdernos en un laberinto discursivo donde las acciones, aunque bien intencionadas, terminan mal enfocadas, generando frustración y desaliento. Esto nos impide mirar más allá de nuestra realidad inmediata.
El problema radica en que asumimos estos conflictos como endógenos, desconectándolos del sistema-mundo capitalista. Nos distraemos con los efectos visibles, ignorando —consciente o inconscientemente— que quien controla los medios de producción controla también lo social, lo económico y, por ende, lo cultural. Este poder desarrolla una ideología que legitima el statu quo, ocultando las causas estructurales.
Un análisis funcional, que no considere la dialéctica entre las clases sociales, resulta insuficiente. Por un lado, la clase dominante busca perpetuar su control y acumulación de capital de manera salvaje; por el otro, la clase dominada no tiene más opción que vender su fuerza de trabajo. Esta relación antagónica suele diluirse en los análisis superficiales, reduciéndose a los síntomas y no a las raíces del problema.
El caso de la migración haitiana: Una distracción convenientemente explotada
Este marco teórico es necesario para abordar un tema recurrente en la vida social dominicana: la migración irregular de haitianos. Un tema manipulado por la oligarquía en complicidad con el Estado, que lo utiliza para desviar la atención de las causas estructurales. Paradójicamente, esos mismos grupos son los principales beneficiarios de la explotación laboral de cientos de miles de haitianos, acumulando riquezas tanto para la élite local como para corporaciones internacionales.
No puede entenderse esta problemática sin vincularla al sistema capitalista, sustentado en la explotación de la clase trabajadora, ya sea dominicana o haitiana. Si como nación aspiramos a una solución real, esta debe surgir de una revolución protagonizada por los trabajadores de ambos lados de la frontera, unidos contra los dueños del capital. Para ello, es urgente fomentar una conciencia de clase mediante la educación política, que permita romper las estructuras de poder que los oprimen.
La angustia y la incertidumbre llevan a la clase trabajadora a luchar de forma aislada, perpetuando su desunión. Sin embargo, su única vía hacia la dignidad es la solidaridad y la lucha colectiva. Solo mediante la unidad podrán enfrentar un sistema diseñado para su explotación.
La dignidad no es una concesión; es un derecho que se conquista con la construcción de una cultura de resistencia, capaz de desarrollar las herramientas necesarias para romper las cadenas de la opresión.