Armonía social
Por Guido Gómez Mazara
Es difícil construir niveles de civilización institucional cuando predomina una lógica de confrontación permanente. Una sociedad se ve estancada y postergada en sus metas fundamentales cuando no se priorizan los pactos ni una cultura de entendimiento entre sus actores clave.
La mayor responsabilidad recae sobre las dirigencias que, atrapadas en una dinámica de enfrentamiento trivial, son incapaces de comprometerse con un verdadero proyecto de nación. Esta distorsión, aunque parezca simple, conlleva consecuencias profundamente dañinas.
Los dominicanos debemos enfrentar nuestras problemáticas estructurales desde una visión colectiva, dejando en pausa, al menos por periodos determinados, el afán competitivo, y dando paso a lo verdaderamente prioritario para la sociedad. Nos dejamos arrastrar por agendas precipitadas, y la fuerza del argumento ha sido reemplazada por el insulto fácil y la descalificación sin sustancia. Desde legítimas aspiraciones políticas hasta la superficialidad de las redes sociales, parecemos más entusiasmados con el chisme y la calumnia que con el diálogo constructivo. Así, terminamos edificando un país fragmentado y distante de la armonía indispensable.
La diversidad de criterios, tan necesaria en una democracia, se ha teñido de partidismo, y en muchos casos, expresa la frustración de aquellos cuyos proyectos electorales no prosperaron. Basta con observar el tono de muchas impugnaciones para notar la incapacidad de distinguir entre la batalla por el poder y las aspiraciones ciudadanas que trascienden el ciclo electoral. Esta tendencia a la descalificación permanente amenaza con invalidarnos a todos.
Hoy, la nación necesita una unidad mínima en torno a temas fundamentales que, aunque a veces se distorsionen por posiciones radicales, son de vital importancia para el conjunto de la sociedad. Migración, seguridad ciudadana, empleo, crecimiento económico, brecha digital, servicios públicos eficientes, salud, educación y calidad salarial deben ser la base de un debate serio y propositivo. Un diálogo capaz de delinear una política de Estado que nos unifique en su búsqueda. Ya habrá tiempo para la confrontación electoral.
La armonía social que necesitamos exige madurez de parte de nuestras élites dirigentes. No puede seguir siendo rehén de intereses mezquinos, centrados en la obtención de votos o en hacer fracasar al gobierno de turno. De persistir este rumbo, jamás alcanzaremos un verdadero sentido de nación, y seguiremos alimentando ese discurso pesimista que nos condena a la frustración colectiva. Por eso, los “José Ramón López” del presente se multiplican, abonando la inviabilidad de lo que tanto sacrificio costó: sangre derramada, exilio, luchas políticas y años de trabajo dedicados a la construcción de un país mejor. Todo eso parece estar ausente en la tónica actual .¡Todavía estamos a tiempo!