Batman no jugó con Los Gigantes, ¿o sí?

Por José Mercader

El Oldsmobile 68 de Mr. Elmer Brown, dirigente del equipo de natación de la Santa Rosa High School de California, cruzó lentamente el Golden Gate. La neblina, como serpiente de algodón, penetraba cada tarde en la Bahía, desde el Pacífico, que impedía ver a más de un metro, el vehículo próximo. Ese “fog” no llegaba al Candlestick Park , a donde nos dirigíamos.

Nunca pensé que este viaje era un regalo de Mr. & Mrs. Brown para ver el duelo entre Marichal y Fergunson Jenkins, que nunca olvidé.

Ese viernes 16 de abril de 1971, Mrs. Brown fue en bicicleta hasta la escuela para reunirnos y partir de allí mismo por la ruta 101, poblada de gaviotas que volaban más alto que Juan Salvador.

El equipo de Mr. Elmer era Cleveland de donde era oriundo, pero ya le había hablado yo de mi admiración por Juanito Marichal, que de monstruo no tenía nada y menos de ninguna Laguna llena de légamos. Le contaba que oía, con mi abuela, en un radio Grundig azul, del tamaño de una caja de zapato y de pila, los juegos transmitidos a las 10 de la noche e interrumpidos constantemente por un ruido de ovni sin muffler que nos obligaba a tener que adivinar muchas jugadas narradas o, inventadas por los locutores que de seguro le pasaba lo mismo con los teletipos intermitentes.

Las hazañas de Marichal consiguieron fanáticos y admiradores en el país entero, no solo para San Francisco. Es la explicación de tantos escogidistas en el Cibao.

Los Gigantes nacieron en 1883 como New York Gothams. Gothams es el apodo que le dieron a New York en esa época tenebrosa e insegura. Es la ciudad que inspira la de Batman. Pero a partir de 1885 el equipo pasó a ser The New York Giants, rivales a muerte de los Brooklyn Atlantics, luego Brooklyn Dodgers. El término “dodger” ha sido traducido, con mucha benevolencia, como “Los Esquivadores”, y uno se imagina a jugadores esquivando, pero ¿esquivando qué?

En ese entonces se buscaban nombres para los equipos que dieran miedo, que identificara un grupo de tremendos invencibles y terribles. Por eso los Piratas, los Bravos, los Indios de Cleveland, los Gigantes, los Dodgers, que en realidad son “Los Tramposos” o “los truanes”, “los evasores”, los que desacatan. Pero ellos prefieren que los llamen los “Dayers”.

Los Gothams jugaban en el Polo Ground, un enorme estadio de Manhattan donde siguieron jugando los Giants.

Cuando la franquicia beisbolera se amplió, se fueron a San Francisco y allí jugaron entre 1958 y 59 en el Seals Stadium mientras terminaban el Candlestick que fue inaugurado en el 60.

La enorme cantidad de fanáticos en el siglo XXl obligó a derrumbar casi todos los estadios para acomodar una manada inmensa que se divierte al tiempo que se destruyen otras ciudades, lejos, muy lejos, lejísimo.

Así abrió sus puerta el Oracle Park en el 99 para unos Gigantes repletos de añoranzas de jugadas de Mays, McCovey, Peruchín Cepeda, Gaylord Perry, Tito Fuentes, los hermanos Alou que el 15 de septiembre del 63 defendieron los files al mismo tiempo, mientras que aquí el Trucutuísmo se preparaba para, 10 días después, darle un Golpe de Estado a Bosch.
Tanto Marichal, de un lado, como Jenkins, del otro, calentaban aquella tarde de primavera.

Jenkins solo pudo aguantar hasta el tercer inning después de recibir 6 hits que produjeron 5 carreras. Solo pudo ponchar un bateador, del que no me acuerdo.
De los Cachorros solo recuerdo a José Ortiz, un puertorriqueño que jugaba en el center, a Pepitone en la Primera y a Ron Santo, santiguando la Tercera. Ernie Banks no jugó y se retiró ese año, por septiembre, si la memoria no me falla.

A los Gigantes los reconocía a todos. Ese día Bobby Bonds, padre de Barry, fue colocado en el Right, a Willie Mays lo pusieron en Primera, McCovey no jugó, Tito Fuentes en la Segunda y Jimmy Rosario en el Center, puertorriqueño y no de los Fritíos, como se creía en Tamboril.

Aunque a San Francisco se iba a buscar oro, los Gigantes lo consiguieron 52 años después de la mudanza al “far West”, cuando le ganaron la Serie Mundial a Texas en el 2010. Los Gigantes tienen 22 títulos de la Liga Nacional y 20 Series Mundiales jugadas de las que ganaron 8.

El regreso a Santa Rosa se hizo en la tardecita con un cielo rojizo que también celebraba el triunfo de Marichal a quien solo le dieron dos “jisito viejo” y dejó 5 cachorritos muertos de un jumo con Ponche Crema de Oro. Ese año don Juan ganó 18 y perdió 11. Si no me lo creen pregúntenselo a Robert Ripley, que también vivía en Santa Rosa.

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