Bukele representa la peor dictadura después del regreso a la democracia”. Entrevista a la ex diputada FMLN, Nidia Díaz
Geraldina Colotti
Respecto a las elecciones del 4 de febrero en El Salvador -presidenciales y legislativas-, contactamos a Nidia Díaz, figura histórica del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). A mediados de la década de 1970, Nidia pasó a la clandestinidad como dirigente política del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), que luego se fusionó con el FMLN, y entre 1981 y 1985 dirigió algunas unidades guerrilleras.
En 1984 formó parte de la delegación de diálogo entre el Frente y el gobierno. El 18 de abril de 1985 fue arrestada y torturada por el ejército y la CIA, quienes estaban presentes con el mercenario cubano-norteamericano Félix Rodríguez. Fue liberada en octubre de 1985 tras un intercambio de prisioneros entre el gobierno y la guerrilla, que también había logrado secuestrar a la hija del presidente José Napoleón Duarte.
Este fue el Salvador de la sangrienta guerra civil patrocinada por Washington en la que, entre 1979 y 1992 (cuando se firmó el proceso de paz), los gorilas salvadoreños causaron más de 75.000 muertes y 15.000 desapariciones. Después de un período de tratamiento en Cuba, Nidia relató su experiencia en un libro, Nunca estuve sola, publicado por la Uca en 1988. Tras el retorno a la democracia, fue elegida diputada a la Asamblea Legislativa salvadoreña (de 1994 a 2000; luego a partir de 2015 a 2018, y luego nuevamente de 2018 a 2021), y también diputada al Parlamento Centroamericano de 2001 a 2011. Desde el 1 de mayo de 2018 encabezó el grupo parlamentario del FMLN hasta abril de 2021. “Hoy – dice – sigo con mi compromiso de lucha y resistencia contra la dictadura neofascista de Bukele, para que se restablezca el proceso democrático logrado con los acuerdos de paz”.
Todas las encuestas dan como gran favorito al actual presidente, Nayib Bukele, del partido “Nuevas Ideas”, que podría gobernar hasta 2029 con la mayoría calificada que ha obtenido hasta ahora. ¿En qué ambiente se desarrollan estas elecciones?
Un ambiente tenso, porque estamos ante la peor dictadura desde el inicio de la historia democrática del país. Las elecciones se desarrollan en estado de excepción, iniciado en marzo de 2022. Llegamos a la votación con una campaña de odio, miedo, persecución política y fraude crecientes; en condiciones de desigualdad y abuso por parte del régimen, en ausencia de las condiciones mínimas de democracia y libertad. Las fuerzas populares en resistencia y todos los partidos de oposición han hecho todo lo posible para participar pero, dada la gran concentración de poder en manos del ejecutivo, los recursos sustraídos al dinero público utilizado por el presidente para su campaña, puede ganar ampliamente en la primera ronda. Es bueno, sin embargo, hacer saber al mundo que, detrás de la propaganda, hay otra realidad: la de un país hambriento. Todas las investigaciones dicen que, para el pueblo salvadoreño, la principal preocupación es la económica, el aumento del costo de vida, la necesidad de migrar y, obviamente, un régimen excepcional que ha suspendido todas las garantías constitucionales.
¿Qué representa Bukele y quiénes son sus aliados a nivel internacional?
Nuevas ideas representa un régimen neoliberal radical, populista y corrupto, que ha acumulado riqueza y poder durante sus 4 años de gobierno, representa la oligarquía que asume nuevas formas. No es antiimperialista en absoluto, se mueve en la ola del trumpismo. Durante los gobiernos del Frente abrimos nuevas relaciones con China, con Cuba, con Vietnam, con Rusia, con la República Saharaui, dejamos 143 representaciones diplomáticas en el mundo. Bukele anunció inmediatamente que quería romper relaciones con Beijing y abrirlas con Taiwán. Cuando asumió el cargo no invitó a los representantes de Venezuela, Cuba, Nicaragua o incluso Honduras, tal vez por conflictos de intereses. Nada más ser elegido, aunque es de origen palestino, se precipitó hacia el Muro de las Lamentaciones y ahora, ante el genocidio del pueblo palestino, su política exterior es contradictoria, condena a Hamás y no toma posiciones coherentes en las reuniones internacionales donde se construye un mundo multicéntrico y multipolar, y suele enviar vicepresidentes. Más bien, está comprometido a mantener su imagen de “dictador cool”, razón por la cual gasta millones en videos y publicidad para seguir dominando la revolución tecnológica que lo hizo ganar. Mientras tanto continúa con la política del lawfare, sometiendo al poder judicial con fines políticos. El 2 de noviembre de 2019 expulsó a los médicos cubanos y cerró Misión Milagro, y mantiene un perfil bajo con Nicaragua. Aborrece todo lo que sea de izquierdas. El año pasado recibió con todos los honores al senador ultraconservador estadounidense, Marco Rubio, quien le dejó una placa de omenaje. Cuando Trump ganó, le envió como embajador a Ronald Douglas Johnson, quien dirigió a los asesores estadounidenses en El Salvador durante la guerra civil. Y sabemos que fue la interferencia y la intervención norteamericana lo que prolongó la duración del conflicto. Ahora, el espectro de la dictadura militar ha vuelto a asomar.
Bukele hace alarde de sus logros en la lucha contra el crimen. ¿Es eso así?
El problema es cómo afrontar la delincuencia, porque meter en prisión a 75.000 personas, entre ellas 7.000 inocentes, como admitió el propio Bukele, no soluciona las causas que conducen a la delincuencia, en un país presa de la marginación económica, política y social, en el que las familias se están vaciando porque muchos se ven obligados a emigrar. Además, según una investigación de la Corte Federal de Nueva York, Bukele ganó gracias a un acuerdo con los grupos criminales que siguieron matando pero en silencio, como lo demostraron los comités de presos y desaparecidos, revelando la existencia de cementerios clandestinos de más de 1.000 personas, incluso antes del estado de excepción vigente desde 2022. Ahora, como todo dictador, Bukele necesita legitimarse con elecciones, pero lo cierto es que cuenta con acabar con todos los partidos de oposición. Mientras tanto, ninguna justicia repara los daños físicos y morales de personas inocentes encarceladas sin garantías y sin juicio, torturadas o asesinadas. Las ejecuciones extrajudiciales están aumentando. Líderes feministas son procesadas y arrestadas. Donde no hay justicia, donde no hay respeto por los derechos humanos, donde no hay seguridad económica no puede haber verdadera seguridad. Nuestra posición no es sólo la de perseguir a los delincuentes, tanto pandilleros como de cuello blanco, sino la de garantizar el debido proceso, la de liberar a los presos políticos encarcelados de manera espuria: todavía nos quedan 20 del FMLN, antes eran 40 y muchos están bajo investigación o tienen limitada su libertad; pero incluso la derecha tradicional, ahora considerada el “centro progresista”, ha sufrido represión, porque cualquiera que exprese críticas al régimen es considerado un enemigo interno que debe ser tratado según leyes especiales, objeto de la picota mediática y social. El Parlamento ha otorgado poder al juez para decidir quién es considerado terrorista, y esta posición se enfatiza en las reuniones internacionales. El Ministro de Justicia ya ha anunciado una ley aún más restrictiva para tipificar los comportamientos de los ciudadanos que podrían conducir al crimen, lo que supone una amenaza adicional para las protestas populares y para todos los derechos conquistados con el proceso de paz. Bukele dice que la guerra civil fue una farsa y que el proceso de paz fue un acuerdo entre corruptos. Derribó el busto del Che Guevara y el monumento a la reconciliación nacional, y ahora, durante la campaña electoral, prometió hacer desaparecer al Frente y a los demás partidos, después de haber reducido drásticamente el número de parlamentarios. Si mantiene la mayoría cualificada, está pensando en crear una nueva constitución, anulando por completo lo establecido en los acuerdos de paz. Quiere cambiar la doctrina de las fuerzas armadas para seguir militarizando todo el país y tener el control total de las finanzas públicas a favor de los poderes oligárquicos, y seguir enriqueciéndose. De esta manera evitó contabilizar los millones y millones que recibió durante la pandemia; seguirá proporcionando supersueldos y subsidios parlamentarios a los funcionarios.
Nayib Bukele proviene de las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. ¿Cómo un personaje así pudo progresar tanto, hasta el punto de ser un “modelo” en América Latina?
En nuestro sistema de partidos, para presentarse a las elecciones, un aliado debe hacerlo bajo la bandera del partido con el que está aliado. El FMLN tiene dos categorías de miembresía: los militantes, que creen en la revolución y el socialismo, en el antiimperialismo, en la lucha contra el patriarcado, y los afiliados que no son miembros del partido, pero que convergen por intereses parciales. Entonces Bukele, como muchos otros, corrió en nuestras filas. Fue elegido alcalde de San Salvador. Sin embargo, inmediatamente quedó claro que tenía ambiciones personales y un fuerte perfil narcisista que no encajaba con los intereses generales. Tenía grandes ambiciones políticas, quería ser presidente. Es hijo de un empresario, importador y exportador de motos Yamaha, fue dueño de una discoteca y se dedicó al negocio de la publicidad. Inmediatamente comenzó a traficar con la política, a favor de amigos y familiares, para desprestigiar al Frente y a todos los partidos políticos, para emerger como figura. No hubo consenso sobre su candidatura y aceptó a regañadientes la reelección como alcalde. Luego, tras las posiciones machistas, ya no se consideró apropiado que permaneciera en las filas de un partido antipatriarcal, socialista, democrático y antiimperialista. Entonces siguió su propio camino. En 2018 hizo campaña a favor de la abstención. En 2019 se incorporó a una formación de derecha, surgida del partido Arena, pero no le bastó. Gracias a medios económicos, al pacto criminal y al hábil uso de los nuevos medios, logró su objetivo, encarnando un modelo falsamente antisistema que vemos replicado en América Latina y más allá.
El FMLN presentó a Manuel Flores, conocido como el chino. ¿Con qué programa?
Somos el único partido de izquierda, con una larga y fuerte tradición de lucha. Realizamos una campaña casa por casa para escuchar las necesidades de un pueblo que no ve alternativas en el escenario político institucional, tratando de infundir nuevas esperanzas. Hemos organizado cientos de asambleas. El FMLN está resurgiendo. Nuestro programa, compuesto de 9 propuestas, tendrá como centro, en primer lugar, un plan “hambre cero”, seguridad sin miedo, derechos humanos y justicia, pensiones para las personas mayores y también para las víctimas del pasado conflicto, el restablecimiento de más de 200 programas sociales que han sido abolidos; salud pública, lucha contra las desigualdades, desempleo, atención a los jóvenes. Nuestras propuestas y nuestros sueños son banderas de lucha que guiarán, dentro y fuera de las instituciones, la resistencia a la dictadura que ha llegado al corazón del pueblo con falsos discursos y que ahora muestra su verdadera cara.
Este año, más de la mitad de la población mundial acudirá a las urnas. ¿Qué análisis hace de la situación internacional ante el resurgimiento de nuevos fascismos desde Europa hacia América Latina?
El capitalismo y el neoliberalismo están en proceso de descomposición, aunque eso no significa que hayan llegado al final. Para ello utilizan el fascismo y producen personajes como Trump y sus clones: los Bolsonaros, los Bukeles, los Mileis y ahora los Noboas, que tienen la tarea de perpetrar el sistema, combinando el autoritarismo en la economía y la política y concentrando en él todo el poder según a las características locales. Es el contexto de crisis estructural, como también se puede ver en Europa, lo que les favorece. Los pueblos deben tener cuidado con esta nueva modalidad y preservar la memoria histórica, central en la batalla de ideas que debe regresar con fuerza; deben contrarrestar el lawfare, dominando la revolución tecnológica, pero organizando todas las formas de lucha popular.