Calixto García Iñiguez: General de tres guerras (2 de 2)
Raúl Rodríguez La O
Así, Calixto García, aislado y acosado, cuando ya prácticamente no le quedaban hombres de su destacamento expedicionario, es nuevamente hecho prisionero y enviado a su segundo destierro en la capital española. En Madrid se enfermó del corazón y de los pulmones.
«De que a las tres va la vencida»
Cerca de quince años permaneció en la Península, donde tenía que presentarse periódicamente a las autoridades. Pero la distancia, lejos de disminuir, acrecentó su patriotismo e intransigencia revolucionaria. Esto queda demostrado en varias cartas manuscritas que envió desde Madrid a Gonzalo de Quesada y Aróstegui quien era el Secretario privado de José Martí las cuales se encuentran en el Fondo de Donativos y Remisiones del Archivo Nacional de Cuba. En una de esas cartas, fechada el 29 de diciembre de 1894 le dice textualmente a Gonzalo de Quesada:
Nuestra querida Anita (se refiere a la patriota camagüeyana Ana Betancourt quien en la primera Constituyente en Armas, en 1869, defendió los derechos de la mujer cubana) me acaba de entregar su grata de 18 de esta. Mucho gusto he tenido en saber de V. y le agradezco las noticias que me da de mi amigo Martí y de mi viejo Jefe y compañero Máximo Gómez. Lejos de ustedes estoy; pero no los olvido y sigo paso a paso sus trabajos. (…) y entonces a mi vuelta lo veré a V., a Martí y a Gómez, si es que no me quedo en Cuba, en cuyo caso espero verlos a todos por allá. (…) Quiero repetir lo del 68 y aunque según Cervantes «nunca segundas partes fueron buenas» sin embargo como la que quiero intentar no será segunda sino tercera, aplico este otro refrán «De que a las tres va la vencida».
De los yanquis se espera poco
Tal y como lo manifestó y prometió este General de la estrella en la frente desde su glorioso intento de suicidio en 1874, hubo para él una tercera oportunidad. El 24 de marzo de 1896 desembarcó una vez más al frente de una expedición independentista en Cuba por la playa de Marabí, Baracoa, en Guantánamo, para unirse a la tercera y última guerra por la independencia que bajo la dirección de José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo se había iniciado desde el 24 de febrero del año 1895. Su presencia en el campo insurrecto fue un factor importante de impulso a las operaciones militares. Primero fue nombrado por el Generalísimo Máximo Gómez Jefe de las fuerzas de Oriente y luego segundo jefe del Ejército Libertador tras la heroica muerte del Titán de Bronce Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1896. Lleno de gloria y en cumplimiento de una misión de la revolución cubana ante el gobierno de USA luego de la intervención norteamericana en la Isla que impuso por la fuerza la Enmienda Platt en nuestra constitución republicana e impidió nuestra verdadera independencia, murió en Washington producto de un infarto del corazón, el 11 de diciembre de 1898. Él había dicho en vida también en carta a Gonzalo de Quesada, pero del 13 de mayo de 1897, que de los norteamericanos siempre había esperado poco en cuestión de la independencia cubana. Su verdadero entierro y con todos los honores correspondientes por su vida al servicio de la causa independentista cubana solamente fue posible luego del triunfo revolucionario de enero de 1959. Allí en la ciudad de Holguín en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre reposan sus restos mortales.