Carta a Guido Gil
Por Manuel Matos Moquete…
Inolvidable Guido:
Ves, Guido, fui una de las últimas personas en verte con vida ; en conversar contigo y soñar juntos. De ti guardo tristes recuerdos, por las circunstancias en que nos dejaste, pero a la vez una inmensa satisfacción de haberte conocido. Durante meses, conservé un libro que me regalaste. Era un ensayo sobre economía latinoamericana. En una de sus páginas había un dólar que usabas como marcador. Tremenda paradoja, fuiste vencido por los norteamericanos, dueños del Central Romana.
Ves, Guido, cómo nuestras vidas se entrelazaron desde antes de conocernos. Un día, hacia el 15 de julio de 1967, Otto Morales fue a despedirme a la casa de la madre de Margarita Cordero en calle Las Damas, donde había pernoctado la noche anterior a mi partida a Cuba, con estas palabras: “Regresas en una semana, hazte de cuenta que vas a La Romana a asistir a una reunión del Sindicato Unido.”
En La Habana, iba a participar en agosto, en representación del Movimiento Popular Dominicano, en la conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), en la cual Amaury Germán Aristy representó al Movimiento Revolucionario 14 de Junio y José Israel Cuello al Partido Comunista Dominicano .Por la rivalidad ideológica entre el MPD y el PCD, se designó a la representación del 14 de Junio, que no planteaba el mismo grado de conflicto a esos dos partidos , para presidir la delegación dominicana, y por tanto a Amaury , quien luego fue designado como uno de los vicepresidentes de OLAS por sus propios méritos en la lucha revolucionaria, pero ,sobre todo, por el prestigio de que gozaba el pueblo dominicano en el mundo por su heroica lucha contra las tropas norteamericanas en la revolución de abril de 1965.
OLAS surgió de la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana en 1966, en la que tú, Guido , habías participado representando al 14 de junio, Asdrúbal Domínguez al Partido Comunista y Cayetano Rodríguez del Prado al MPD.
Y ves, Guido, que ese mismo año de 1966 fuimos compañeros de partido. Dejaste el 14 de junio y pasaste al MPD junto al ingeniero Pedro Bonilla, siguiendo la pauta de otros importantes dirigentes de la organización verdinegra, como Fafa Taveras, Moisés Blanco Genao, Julito de Peña Valdez, entre otros.
Ves, Guido, cómo nuestras vidas se juntaron, pero ahora, de manera directa. Tú estabas en La Romana como asesor legal del Sindicato Unido del Central Romana, la más combativa organización obrera de la época. Asististe a una reunión del sindicato como abogado de prestigio y como militante del MPD.El 15 de enero fuiste arrestado por orden del teniente coronel Simón Tadeo Guerrero González. Al día siguiente, el 16 de enero fuiste “puesto en libertad”, acción que luego se comprobó que era una treta para asesinarte alevosamente.
Ese mismo día llegaste a San Pedro de Macorís. Ahí te esperaba reunido el comité provincial del MPD presidido por mí, como principal dirigente de ese partido en la región Este. Nos pusiste al corriente de tu apresamiento en La Romana y nos informaste de los planes que tenías de viajar inmediatamente a Santo Domingo, para hacer la denuncia de tu encarcelamiento y de la violenta represión contra el Sindicato Unido. Con apenas meses en el gobierno, Balaguer había desencadenado un brutal ola de represión contra los sindicatos y las organizaciones de izquierda al denunciar el 5 de enero de 1967 un plan conspirativo contra el gobierno. De esa ola fuiste víctima, Guido; como semanas antes lo había sido el sindicalista Fernando de la Rosa, apresado en el aeropuerto Las Américas, procedente de Venezuela.
En el comité provincial te escuchamos. Pero no compartimos tu idea de marchar enseguida a Santo Domingo. Todos los miembros del comité fueron de opinión que debías quedarte en San Pedro por algún tiempo hasta ver qué buscaba Tadeo Guerrero liberándote tan pronto, cuando ya sabíamos del momento represivo que vivía el país.
¿Pero, quiénes éramos nosotros para detener tu propósito? No eras un simple militante del MPD.Eras ya una personalidad reconocida, como intelectual, abogado, periodista. Tenías detrás de ti una larga experiencia de lucha en la universidad y en el 14 de junio. ¿Y con qué moral podríamos nosotros aconsejar a un luchador así, que no denunciara los atropellos contra el y el sindicato de La Romana?
Te propusimos que, por lo menos, te quedaras en San Pedro ese día 16, y que te fueras a la capital el día siguiente. Agradecimos, que hayas aceptado esa sugerencia. Uno de los miembros del comité, no recuerdo si fue Luis, Julito o Dorito, propuso que viajaras con un chofer de carro de confianza que él conocía, y que vivía en el barrio Aurora. Viajarías el 17 de enero a Santo Domingo un poco de incógnito, como un pasajero más. Todos convenimos en que se hablara con ese chofer, pero solicitándole la mayor discreción y que nos avisara si pasaba algo extraño con el pasajero que se le confiaba.
Preveíamos lo que sucedió. Guido, fuiste desmontado del vehículo en el puente Higuamo. Durante las siguientes horas, el chofer no se apareció a darnos el aviso, como se había acordado. Esperamos, hasta que al final de la tarde de ese día, el miembro del partido que lo contactó fue a visitarlo. Lo encontró aterrorizado. “Se lo llevaron”, dijo, sin más comentario.
Cuál no fue nuestro pesar, nuestro profundo dolor, al enterarnos de esa noticia. Inmediatamente reportamos tu rapto a la dirección del MPD, pero ya era tarde. La versión más acreditada es que de ahí fuiste trasladado a la comandancia de La Romana y posteriormente asesinado en la cárcel pública de Higüey.
Ves, Guido, nos quedamos sin saber de ti, y sin hacer algo más que una llamada telefónica para denunciar tu partida. Ahora me pregunto si pude hacer algo más. Si pude disuadirte del fatal viaje. Si pude impedir que las garras del criminal régimen te devoraran.
Ves, Guido, hace 54 años estaba por escribirte esta carta. Un poco para descargarme de la rabia con la que vivo por tu muerte. Un poco también, para confesarme culpable de no haber hecho más para salvarte. Día por día, desde el mismo instante de tu desaparición, el 17 de enero de 1967, he venido pensando esta carta, que termino dedicándote estos versos de Miguel Hernández inspirados por la muerte de su amigo Ramón Sijé:
“No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.»