CAUSA Y DEFECTO: Realidad y representaciones: sus relaciones en medio de la guerra cognitiva. Hacia un círculo virtuoso de liberación, en medio de las guerras de exterminio y ocupación de un imperio en decadencia
(1) Psicóloga (Universidad Católica Andrés Bello), socióloga y antropóloga (Universidad Central de Venezuela). Documentalista y docente en la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Integrante del Instituto de Formación Cinematográfica Cotraín y del Colectivo de Psicólogos y Psicólogas por el Socialismo. Correo electrónico: lilianeblaser2022@gmail.com.
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En este ensayo, me voy a centrar en el efecto de lo que llamaré, en adelante, la guerra cognitiva, las manipulaciones perceptivocognitivas y afectivas, sobre el pensar y el accionar político de individuos y colectividades. Estas manipulaciones son ejercidas por una estructura de poder mundial, que algunos/as prefieren denominar con el concepto de poderes fácticos; otros/as, imperio o poder mundial. Se dan, en nuestro país, Venezuela, en el contexto de una realidad intervenida y a través de procesos de comunicación.
La hipótesis, que no pretende ser resuelta en este ensayo, es que también, desde la comunicación, debería ser posible desmadejar las conexiones perceptivas, cognitivas y afectivas producidas por estas manipulaciones. Desde la comunicación, pero no solo desde ella, ya que las intervenciones son complejas. No debe suponerse que todos los males de la situación venezolana provienen de una sola causa: los ataques externos que enumeramos más abajo.
Tampoco debe entenderse que no sea necesario actuar, simultánea y coordinadamente, sobre las realidades afectadas por los ataques y por situaciones preexistentes, más allá y más acá de ellos.
Las guerras de hoy son híbridas, de múltiples frentes y múltiples métodos de ataque. La guerra cognitiva es transversal y complementaria a los ataques concretados en lo real: golpes de Estado, atentados, intentos de invasión, sabotaje a los servicios públicos y las industrias, guerra urbana son parte de una tenaza; la otra parte, la narrativa que disemina interpretaciones y responsabilidades a conveniencia de quienes operan en lo real y en lo simbólico para lo que se ha dado en llamar “revoluciones de diseño, para cambios de régimen”; pero también el goteo permanente de construcción de “sentidos comunes” acerca de la realidad general.
1. Planteamiento general acerca del tema de análisis
Nos guiamos en el mundo, a través de nuestra vida, mediante la representación de la realidad (física, relacional, social) que nos rodea y nuestras respuestas a esta. La ambigüedad es elocuente. La realidad y nuestras representaciones de ella.
No se puede hablar de la relación de nuestras representaciones con la realidad (que considero condición básica de la construcción de consciencia) en función de la lucha por la liberación (que, pienso, completa la construcción de consciencia), sin comprender que tanto la realidad social, cultural, real, que nos rodea, como sus representaciones —que son su reflejo en nuestras mentes (y que también forman parte de la realidad cultural)— están siendo amenazadas por fuerzas potentes, que se colocan, por así decirlo, entre la realidad y nuestra mirada/reflexión/consciencia, para tergiversar nuestra percepción, nuestra reflexión/interpretación sobre lo percibido y nuestra consciencia de la realidad y de sus múltiples determinaciones.
Se trata de las manipulaciones perceptivo-cognitivas que, como ya se va conociendo, constituyen instrumentos de la guerra cognitiva, complemento y suplemento de las coerciones, presiones y agresiones, con los que los poderes fácticos gobiernan el mundo e intentan gobernar nuestros actos, individuales y societales.
Pero no sería tan efectiva su capacidad de gobernar nuestras actitudes y conductas, si no estuviesen acompañados de una incidencia importante sobre nuestra afectividad, sea a través de la información manipulada o manipuladora, elicitadora de reacciones emocionales, como rabia, indignación, solidaridades automáticas, o sea directamente, con el manejo de variables relacionadas con los afectos. Quiero significar, con esto, que puede trabajarse la emoción a través de la información, seudoinformación, desinformación, que elicita emociones relacionadas con valores o creencias altamente cargadas de emocionalidad.
Si, por ejemplo, se quieren estimular actitudes y afectos negativos hacia el presidente Putin, en la situación bélica actual, se pueden redactar «leads» informativos como “Putin invadió Ucrania destruyendo ciudades y asesinando civiles indiscriminadamente, solo para expandir su territorio y retar a occidente”; o imágenes que impactan emocionalmente, como las de personas, preferiblemente mujeres, ancianos/as o niños/as llorando frente a una casa destruida, imágenes que, como sabemos, en estas guerras, suelen no corresponder al pie de foto, y que son fuertemente movilizadoras de emociones e incluso obstaculizan la capacidad de análisis crítico sobre su pertinencia y veracidad. En ambos casos, se está tratando de un trabajo informativo, por medios cognitivos verbales y no verbales, que buscan impactar las opiniones y las emociones del lector/a o espectador/a.
Estas interactúan y ambas conducen a acciones políticas concretas, que van, desde la expresión de una opinión, la firma de un comunicado, o la participación directa en la contienda como voluntario/a.
En caso de no tratarse de elementos pertenecientes a una estrategia de guerra cognitiva, sino, por ejemplo, del escrito de un/a opinador/a independiente, convencido/a de la verdad de sus asertos, podemos encontrar las mismas afirmaciones e incluso las mismas imágenes.
Sería el contexto de la persona escribiente lo que nos podría sugerir si se trata de parte de una campaña activa o resultado de una campaña, o expresión de una posición ante la vida y ante el mundo, resultado de lo que las ciencias sociales llaman proceso de socialización. Esto, visto desde un/a observador/a, colocado/a en una perspectiva distinta. Para quien comparte la narrativa expresada, se tratará simplemente de una noticia veraz; de unas fotos de denuncia.
La subjetividad, con o sin guerra cognitiva, jugará siempre un rol en la percepción, cognición y afectividad; de eso se trata la subjetividad. Estos tres movimientos constituyen también movimientos de la subjetividad.
La subjetividad se ha venido formando, desde la noche de los tiempos, en el proceso de socialización. Hoy parece haber actores globales ocupados de precisarlo; de orientarlo hacia objetivos geopolíticos. Tenemos creencias, prejuicios, actitudes, experiencias, conocimientos, que filtran nuestras percepciones y que condicionan nuestra forma de elaborar, cognitiva y emocionalmente, nuestra visión de la realidad. Eso construye nuestras diversidades.
En la guerra cognitiva, hay la consecución de un plan, de manejar los tres procesos con el fin de lograr, de una persona, comunidad o nación, una determinada conducta. Allí, hay varios medios: la educación, la religión, la mediática, la publicidad, la propaganda, las redes. Pienso que puede hablarse de guerra cognitiva cuando se encuentra cierta sistematicidad y direccionalidad en los discursos. Generalmente, puede detectarse un beneficiario (persona, partido, país, estado de cosas, orden internacional, etcétera).
En la guerra cognitiva, no hay presunción de inocencia sobre quienes la perpetran. Hay estudios e investigaciones que desnudan acciones concretas y autores determinados. Se trata de operaciones conscientes, por parte de poderes fácticos, para lograr que una persona, una población se comporte de una manera específica, mediante la manipulación de su percepción, cognición o emoción frente a hechos de la realidad social, política, cultural.
La combinación del ejercicio del poder y del constreñimiento económico, político y militar, y de la manipulación perceptivo-cognitivo-afectiva, entraba la libertad de razonar, que maneja el entorno externo y el mundo interno de individuos, colectivos (del sector obrero, campesino, profesional u otros) y de pueblos enteros. Esto incidirá en sus acciones, principalmente en las políticas.
Estas guerras pueden tener un grado mayor o menor de incidencia en lo real. Si el orden social de una colectividad comporta graves heridas o conflictos, puede no ser necesario incidir mayormente en ellos a nivel de lo real, sino en los aspectos simbólicos; percepción, cognición y afectos. Es el caso de algunas sociedades a las que se aplicaron más planes de movilización política que acciones económicas, o de otro tipo fáctico.
Se opera abriendo más las heridas, exacerbando los conflictos, dando direccionalidad a luchas, temores, conflictos preexistentes, por mencionar algunas operaciones.
Fragilidades específicas en áreas de la economía, de aspectos de la institucionalidad de una sociedad, dan pistas a quienes desean afectarla, de los puntos de ataque de mayor vulnerabilidad e incidencia en lo real.
En Venezuela, hemos sufrido, en los años de Gobierno del Proceso Bolivariano, ensayos de invasión, golpes de Estado, intentos de magnicidio, guerra urbana, sabotajes a los centros de producción, a las instituciones de servicio (para hablar de violencia física); también ataques a la moneda, que derivan en inflación desmedida, crisis económica que afecta todos los ámbitos de la vida.
Acompañando a estas estrategias, narrativas de todo tipo, inculpatorias del Gobierno Bolivariano, por las consecuencias de los desmanes orquestados. Se conforman, así, operaciones de desgaste de la confianza en líderes e instituciones, en sus capacidades y en sus intenciones, las cuales se apoyan, generalmente, en debilidades reales o aparentes, en problemáticas que no son ajenas a cualquier Gobierno del mundo, presentadas como particularidades exclusivas de un régimen que debe interrumpir sus funciones para liberar a sus ciudadanos y ciudadanas de males indecibles, muchas veces, como consecuencia, en gran parte, de los ataques a nivel fáctico provocados por los mismos factores que propician, a la vez, acciones destructivas y el discurso de desgaste.
2. Definiciones de la guerra cognitiva
El autor del ensayo Cibergeopolítica y la guerra cognitiva (2) , Leonid Savin, cita el informe de la OTAN de Francois du Cluzel, en el que se dice:
«La guerra cognitiva es el uso integrado y combinado de armas con capacidades no cinéticas y cibernéticas que mediante la información, la psicología y la ingeniería social buscan ganar una lucha sin la necesidad de interacción física. Se trata de un nuevo tipo de guerra donde las potencias externas se valen de la opinión pública, como una especie de arma, con el propósito de influir o desestabilizar una nación. Estos ataques pueden visualizarse del siguiente modo: abarcar mucho mediante muy poco y de ese modo influir en el pensamiento y la acción de los objetivos, que pueden ser poblaciones enteras o individuos particulares, al igual que ciertas comunidades y organizaciones. Estos ataques buscan cambiar o reforzar cierta clase de pensamientos, influyendo/radicalizando la forma de pensar de la gente y de ese modo afectar la realidad material. La forma en que esto se lleva a cabo difiere bastante de los métodos tradicionales de guerra, pues la guerra informativa trata de controlar lo que la población ve, la guerra psicológica controla lo que la población siente y la guerra cibernética intenta perturbar las capacidades tecnológicas del enemigo. Finalmente, la guerra cognitiva busca controlar cómo piensa y reacciona una población ante determinados acontecimientos.» (p. 83. El destacado es de la autora).
(2) Savin, L. (2022). Cibergeopolítica y la guerra cognitiva. Cuadernos de Nuestra América, 3, 78-86.
3. La guerra actual.
La evolución de las tipologías de guerra, en su refinamiento —que no las ha hecho menos crueles— y en su combinación no deja fuera de su campo de acción nada de lo humano, para deshumanizarlo. Tampoco deja fuera las versiones anteriores de la guerra.
Va incorporando, según necesidades, particularidades, fuerzas relativas. Valgan los testimonios de veteranos estadounidenses de muchas guerras (Vietnam, Iraq, Afganistán…) para mostrar, desde el punto de vista del agresor, lo que ha sido el horror de las guerras, agresiones, invasiones y ataques en las últimas décadas.
El impacto de su realismo no requiere esfuerzos para imaginar el relato desde los agredidos, invadidos, atacados, conquistados, expoliados. Pueblos originarios de América, África y también de Asia, Europa y Oceanía pueden contarnos sus horrores. La respuesta al qué hacer debe pasar, por lógica, por el mismo vehículo por donde transitan las agresiones.
Los ejércitos, la reserva, nuestra milicia y, finalmente, quizás también, el pueblo en armas contra la muerte tendrán el lugar de lucha que dicte la realidad, en sus aspectos atinentes a las guerras de previas generaciones. Las guerras imperiales tienen por objeto dominar espacios. Para ello se valen del exterminio de los oponentes y la ocupación de los territorios, para sustraer beneficio de sus recursos naturales, de su posición geográfica de valor estratégico o no perder el dominio político de esa nación.
Pero, aquí, me quiero dedicar al aspecto discursivo de la guerra: la construcción de narrativas que corroen las consciencias, la entusiasta participación política en contextos de transformación o directamente el apoyo a gobiernos transformativos, de mayor o menor calado, ya que no hay calado inocente y todo es peligro inusual y extraordinario para el desorden mundial en decadencia: imperial, colonial, neocolonial, destructivo, criminal. Está claro que las sucesivas (e imbricadas) generaciones de guerra tienen aspectos dominantes en cada una de ellas, pero no excluyen el uso de aspectos de otras generaciones.
Uno de los primeros fakes registrados en las historias de guerra, quizá, haya sido el caballo de Troya (suerte de “falso negativo”, si cabe decirlo). Toda estrategia de guerra comporta el factor engaño (lo utilizaron, de formas diferentes, Napoleón contra los ingleses; Páez contra los españoles; Bush y sus cómplices de guerra, como “casus belli” contra Iraq). Sin embargo, la guerra cognitiva y sus estrategias busca no solo imponer contenidos de consciencia, sino maneras de interpretar la realidad: no interviene únicamente en los resultados del proceso cognitivo, sino en la estructuración y, diría, la “ruta” del proceso mismo.
4. Cómo opera la guerra cognitiva sobre nuestra conducta política
Entre la realidad social y política, y nuestra representación de ella, hay mediaciones muy complejas, también la habrá entre nuestras representaciones psíquicas y nuestras acciones físicas sobre la realidad. Las complejidades que implica la percepción e interpretación de los hechos, y su incidencia en nuestra psique, se suplementan con las complejidades de las respuestas a estas incidencias. La conducta social, política, bélica responderá a estas complejidades. Manejarlas, modificando nuestro proceso de percepción y de intercambio cognitivo y afectivo con la realidad, se convierte en motivación inevitable para quienes deseen que nuestras respuestas, nuestras conductas, como personas y como pueblo, respondan a sus intereses.
A través de operaciones psicológicas, instrumentos de la guerra cognitiva, buscarán modificar nuestras actitudes y consecutivas acciones sobre la realidad. La realidad es percibida, interpretada, incorporada a la memoria de una determinada forma, como representaciones, como imaginario, en forma mediada por nuestras experiencias, por la influencia de nuestros padres y nuestros pares, la escuela, los medios. En la guerra cognitiva, de una forma más estructurada y orgánica, se interponen entre nosotros/as y la realidad operadores que usan las narrativas de la mediática tradicional y de las redes, cada vez en mayor medida, y las operaciones psicológicas para la percepción y la interpretación dirigidas, y la manipulación de los afectos para direccionar, en consecuencia, la conducta de las personas.
Estas interpretaciones y conductas también han venido siendo mediadas, durante nuestra historia personal, por la formación familiar, la educación, la religión, como está expresado en líneas anteriores. Estas, generalmente, van respondiendo también, salvo excepciones, a estos operadores. Educación y cultura forman nuestra percepción, pensamiento, emociones, conductas. Es lo que llamábamos, desde el marxismo, ideología dominante. Hoy sigue existiendo, pero se ha hecho más compleja y, a veces, difusa.
Nuestros pensamientos guían, de alguna manera, nuestras acciones, pero son las emociones, nuestra afectividad, las que, finalmente, las motivan a hacerse acto. Las acciones pueden consistir tanto en actuar en determinado sentido, como en abstenerse de hacerlo.
En nuestro país, y en otros también, y poco a poco algunos segmentos de la población, han logrado percibir, en mayor o menor medida, esta guerra, como guerra; pero, en otros países y parte de la población, se percibe como una especie de ambiente natural, de sentido común, de obviedades. Esto la hace difícil de vencer.
5. Actores fundamentales
Quienes operan directamente la guerra cognitiva no son siempre sus beneficiarios fundamentales. Hay instituciones que, subsidiariamente, se encargan de ello. A mediados del siglo XX, se fue constituyendo, a través de instituciones llamadas de relaciones humanas y otras (Instituto Tavistock (3) , por ejemplo), el sujeto necesario para el capitalismo: el ser individualista posesivo. El ser para el consumo.
(3) Estulin, D. (2011). El Instituto Tavistock. Ediciones B, Grupo Z. (pp. 11, 16, 19) Durante la II Guerra Mundial, Tavistock fue el cuartel general de la Oficina de Guerra Psicológica del Ejército británico, que, por medio de lo que disponía la Ejecutiva de Operaciones Especiales, también dictaba la política que habían de seguir las Fuerzas Armadas de EE. UU. en lo referente a la guerra psicológica.
Paradójicamente, este ser individualista termina siendo ser-masa, por su condicionamiento social. Los grados de libertad en este condicionamiento dependerán de la consciencia construida, con base en aportes externos internalizados y elementos a estudiar, que permiten espacios de libertad, autonomía y descolonización. La conducta política (en la que median nuestras opiniones, actitudes, prejuicios, juicios, militancia) es, probablemente, la más importante en el ámbito que estudiamos acá. En ese ámbito, la meta del dominador es lograr la adaptación en conformidad al “mundo tal cual es”. De no funcionar el condicionamiento de su orientación, encontraremos actitudes de rebelión e insurgencia ante las situaciones y procesos de este mundo.
Son elementos a estudiar. Desde el punto de vista de la dominación, habría que definir dos bandos en tensión:
a. Los emisores globales: poderes fácticos-sistema imperio (moribundo pero destructivo) a través de la Iglesia, los usos y las costumbres, las artes, en la medida en que logran ser impactados y reorientados en función de los intereses del, vamos a llamarlo, poder mundial.
b. Los receptores globales: resto del mundo; con diferentes afectaciones en su percepción/interpretación y, por tanto, diferentes grados de sumisión a los dictados de este poder mundial, que intenta organizar al mundo en función del cumplimiento de sus intereses geopolítico-económicos.
Al interior de la gradación de afectaciones, existen diferencias, representaciones de la realidad y aspiraciones de todo tipo, especialmente políticas, que son aquellas a las que vamos a referirnos.
Esa diversidad es, de alguna manera, manejada por la big data, que encuentra, a través de los algoritmos, dar a cada cual lo que espera, para aceitar la gran máquina.
El informe OTAN, citado por Savin (4) , define: La guerra cognitiva es una guerra ideológica que busca erosionar la confianza sobre la que ha sido construida la sociedad (…). La desinformación se aprovecha de las vulnerabilidades cognitivas de sus objetivos, especialmente las ansiedades o creencias que predisponen a sus objetivos a considerar como verdadera toda clase de información falsa. Todo ello requiere que el agresor posea un vasto conocimiento de las dinámicas sociopolíticas de su enemigo, al igual que saber cuándo y cómo atacar, con tal de explotar las vulnerabilidades de su oponente. (…) El informe también habla de la economía del comportamiento humano, definida como un método de análisis económico aplicado a la comprensión psicológica de nuestro comportamiento y que busca descifrar la razón por la cual se toman ciertas decisiones. Las investigaciones sobre este tema han demostrado que los seres humanos se comportan cada vez más como máquinas. Desde el punto de vista operativo, eso implica un uso masivo y metódico de datos sobre el comportamiento humano y el desarrollo de técnicas que permitan la constante obtención de los mismos [sic]. La enorme cantidad de datos (comportamiento) que generamos, tanto consciente como inconscientemente, permite que los seres humanos sean cada vez más fáciles de manipular. (pp. 81 y 82)
(4) François du Cluzel (2020, como se citó en Savin, 2022). https://www. innovationhub-act.org/sites/default/files/2021-01/20210122_CW%20Final.pdf
Las grandes empresas que dominan el sector de la economía digital han desarrollado nuevos métodos de recopilación de datos, con tal de obtener información personal que los usuarios no necesariamente desean compartir. Esto ha permitido que los datos repetitivos sean utilizados en la creación de publicidad personalizada. Como el documento muy bien lo dice: … el origen del capitalismo de la vigilancia se alimenta de este brebaje inédito y lucrativo: excedentes de comportamiento, ciencia de los datos, infraestructura material, poder computacional, sistemas algorítmicos y plataformas automatizadas. (…) Estas nuevas formas de producción han sido implementadas por gigantes occidentales como Facebook, Google, Amazon, Microsoft y otros, por lo que no es accidental que tales empresas hayan sido criticadas constantemente no solo por el monopolio que ejercen, sino también por utilizar los datos de sus usuarios para manipularlos. Dado que todas ellas cooperan activamente con las agencias de seguridad estadounidenses, se corre el riesgo de que los usuarios a nivel mundial terminen por ser usados como conejillos de Indias. (Savin, 2020, p. 82)
Esas son sus armas: el conocimiento íntimo de sus víctimas simbólicas, mañana víctimas fácticas. Desde el punto de vista de la liberación, hay que emprender el camino contrario. La construcción de nuevas formas de organización socioeconómica, de nuevas formas de relación, de afectividades, de visiones del mundo requiere de un imaginario que vaya a contrapelo con la domesticación de la que hablamos antes.
Pero la construcción de nuevos imaginarios y de nuevas realidades son procesos solidarios: sin nuevos imaginarios, no hay quien cimente la construcción de nuevas realidades. Sin nuevas realidades, no hay cimientos donde anclar los nuevos imaginarios, para avanzar en su edificación.
Los nuevos medios digitales, a pesar de su condicionamiento por los grandes poderes, ofrecen posibilidades de salir de la matrix a través de ella misma, porque coloca en relación a personas entre sí y con miradas encontradas sobre el mundo —a pesar de su condicionamiento por los grandes poderes— pero, con ese espacio de posibilidad de interacciones disfuncionales a la estructura general de poder.
Aparte de que la realidad también existe y, a veces, sale a flote. Un ejemplo: el cierre de las grandes cadenas de televisión RT, Sputnik, tanto a nivel de ondas hertzianas como de autopistas digitales, en estos momentos de conflicto entre Rusia y EUA-OTAN, intentó cerrar toda información que pudiera mostrar (permitir ver) los hechos, las razones, las argumentaciones e interpretaciones para evitar que la opinión pública mundial pudiera, al menos, balancear la mirada, teniendo la oportunidad de conocer y de confrontar posiciones y realidades.
Pero no solo de red TV y red digital vive la información: la intervención rusa en Ucrania logró extraer informaciones sobre hechos incontrovertibles, y el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas sirvió de caja de resonancia para difundir hacia el mundo denuncias duras (en términos comunicacionales) sobre laboratorios —cuyas implicaciones pican y se extienden— y sobre violaciones a los derechos humanos imposibles de esconder. De allí a las redes, en la medida de lo posible, factible… con la complicidad de millones de ciudadanos del mundo reenviando, tiktokeando; recomponiendo segmentos, análisis, comentarios. Los golpes (desde dentro, desde fuera, desde su misma conducta) al imperio moribundo que no termina de morir, son brutales. Veremos si logra encontrar formas de recomponerse.
En nuestro país, han sucedido acontecimientos semejantes, en los que no siempre se pudo superar la barrera de desinformaciones y manipulaciones; pero, a veces, se abrieron resquicios, no solo a la mirada, sino a las acciones comunicacionales.
La lucha es cuantitativamente desigual; pero hay golpes cualitativos que van horadando las versiones “oficiales”, sembrando, como mínimo, dudas, como máximo, desmentidos, en muchas personas. Muchas, no todas, porque la red que ahoga las verdades de los pueblos aún es grande y fuerte: verbigracia, aun cuando gran parte de la población pudo descubrir, por las acciones comunicativas, la trama oculta del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, o el contenido de la supuesta ayuda humanitaria del 23 de febrero de 2019, y de otras mentiras y manipulaciones cotidianas o excepcionales, el develamiento no trasciende demasiado, salvo en círculos bolivarianos o abiertos y dispuestos a escuchar/aceptar otras versiones.
Un ejemplo de ello es la difundida en el documental de Ángel Palacios, “Puente Llaguno, claves de una masacre”, que desmonta, una tras otra, las mentiras mediáticas del 11A. Libros, artículos, otros documentales siguieron, tanto en torno al 11 de abril como a la frustrada invasión desde Cúcuta el 23 de febrero, disputándose las narrativas en larga lucha.
Pero, en parte, por las defensas perceptivas de muchos/as opositores al proceso bolivariano y por la sesgada mediática internacional, la verdad de los hechos permaneció oculta, para gran parte del mundo (y de nuestro país), y quedó incluida la mentira en el enorme dossier de la condena y demonización del proceso bolivariano.
Cluzel, autor del informe a la OTAN (como se citó en Chang (5) , 2022), dice que “a fin de cuentas, el objeto de la guerra se reduce siempre al enfrentamiento de las voluntades humanas y lo que define la victoria es la capacidad de imponer un comportamiento determinado al oponente”. Pienso que ese es el sueño imperial y belicista, valga la redundancia: nuestra victoria, considero, se conforma con su derrota en imponernos el comportamiento que desean de nosotros/as.
(5) Chang, R. (2022). El advenimiento de la guerra cognitiva anunciada por la OTAN. ¿Será una nueva amenaza para Venezuela? https://elsudamericano.wordpress. com/2022/03/24/guerra-cognitiva-por-ricardo-chang/
La historia ha sido y será, hasta no se sabe cuándo, la historia de la lucha de clases. También es hoy la historia de la lucha de narrativas. En Venezuela, es quizás la lucha más difícil.
La lucha de clases, en su expresión en la consciencia, puede ser oscura hasta no ser detectable, rodeada de nubes ideológicas, de falsa consciencia; o clara, como en momentos privilegiados de la historia en los que sale a la luz, en su crudeza.
Momentos y espacios revolucionarios en los que la realidad se aclara en la dinámica de la lucha, que saca a flote lo que suele estar oculto por la ideología, en su sentido de ocultamiento, de falsa consciencia.
Las narrativas fluyen mucho más por la fuerza de los poderes mediáticos, que por el poder de una verdad inasible, acechada, atacada, deformada, manipulada. Es sobre las narrativas que hay que actuar: las narrativas que segregan los imaginarios para imaginar la historia posible. En Venezuela, la lucha es a muerte, y muchas vidas han caído.
6. El futuro de nuestro proceso pasa por entendernos
En estos momentos, en Venezuela, pasados los años de avances dificultosos pero abundantes en victorias, tanto en lo material como en lo inmaterial, desde la muerte del presidente Chávez, un ataque despiadado (no se pueden pedir peras al olmo), en lo material y en nuestras consciencias, parece haber detenido procesos y retrocedido avances.
Al ataque económico (financiero y comercial), a las amenazas bélicas, a los atentados, el Gobierno y el pueblo han respondido, encontrándonos hoy, quizás, a mitad de camino hacia una economía más sana, pero llena de heridas, sobre todo, en lo inmaterial. Pero las heridas morales, emocionales, intelectuales, están allí: desmoronan apoyos, carcomen esperanzas, alimentan desconfianzas hacia los procesos humanos implicados en la construcción de una sociedad otra.
Las estrategias imperiales de los poderes fácticos responden con agresiones de aniquilación o de debilitamiento, y a veces de desconfiguración y perversión —quizás estas últimas son las peores—. De la aniquilación se reacciona probablemente tarde y, a veces, con otros actores; del debilitamiento, pueden recuperarse los pueblos. Frente a la desconfiguración y la perversión, la salida es compleja. Son todas estas heridas importantes causadas por aspectos de la guerra cognitiva, que, en cada nación, pero también en cada segmento de la sociedad y, finalmente, en cada individuo, actúa diferencialmente, probando formas y contenidos, y afinando puntería.
Pero en todos los casos, el trabajo con el imaginario, la lucha contra las narrativas aniquiladoras, son parte importante del proceso de recuperación; tanto, como el trabajo en lo fáctico.
7. Las redes y su participación en la guerra cognitiva
Las redes se han convertido en un ágora ciudadana: son, a la vez, espacio privado y público de información y desinformación, de angustia y de desahogo; de soledad, por el aislamiento al que inducen; al tiempo que acercan, paradójicamente, a infinidad de posibilidades comunicativas, a veces, incluso con personas que no existen, al menos con ese nombre y con esas características.
En la Red, hay diversos espacios de conocimiento y de confusión; moverse dentro de la Red es moverse en un laberinto con trampas varias, personificadas en los algoritmos de búsqueda, llenos de estrategias dispersivas y de centramiento en el ego de quien la recorre.
Los bots en las redes sociales, la diseminación de falsas informaciones “gratuitas” sin incidencia aparente y directa en nuestras vidas, otras que atentan contra la vida cotidiana y hasta contra la vida: informaciones falsas sobre medicamentos gratuitos o milagrosos, sobreinformación mezclada con falsa información, muchas veces contradictorias entre sí, a veces difícilmente detectables en sus diferencias fundamentales.
Estas crean, conjuntamente, confusión, “parálisis cognitiva”, expresada en generalizaciones arbitrarias, abandono del terreno de la lógica y refugio en lugares comunes (heredados de un “sentido común” muchas veces de poca o nula capacidad de análisis de realidades actuales complejas) o en la negación de toda posibilidad y, por ende, de cualquier necesidad de razonar.
Sin embargo, no todo lo que ocurre —ni en lo material ni en lo espiritual— es, exclusivamente, resultado de los ataques imperiales. Estos se combinan con un bagaje cultural, histórico, societal, complejo; con elementos de resistencia, pero también con elementos que pueden abrirle paso a los contenidos y a las formas de pensar que se intentan imponer.
Todo ello atravesado por el hecho de las clases sociales, por la historia compartida y diferencial, por las geografías, por los contactos con otras culturas. Cargamos herencias coloniales y neocoloniales, prácticas perversas en el manejo del poder y —por qué negarlo— diversidad de ambiciones y motivaciones personales, en parte, tanto de la militancia, como de la dirigencia.
Esto tiene que ver con problemas de nuestros imaginarios construidos a través de nuestra historia. Son aspectos también importantes a estudiar y parte de la lucha por mantener una direccionalidad en medio de los embates.
Así como la guerra contra nuestro proceso (y, con él, a otros procesos) es multifactorial y de múltiples metodologías, así como muchas heridas son profundas, de similar manera la “terapia” debe tomar en cuenta todos los factores que las han causado, los tamaños y profundidades de las heridas, el estado actual y el pronóstico.
No hay una herida universal, cada quien responde a circunstancias diferentes, a bases psicosociales diferentes, a exposiciones diferentes a los ataques. Para una respuesta efectiva a ataques fácticos a nuestra vida material y a la consciencia desarrollada, o en ciernes, a través del proceso, debemos, definitivamente, conocer el proceso, si bien no de cada persona afectada, de grupos tocados distintamente.
Segmentando a la población con base en criterios de conocimiento y basados en todo lo que la psicología ha venido investigando y descubriendo acerca de nuestras fragilidades y fortalezas, de nuestras vulnerabilidades y resistencias, y de las capacidades diferenciadas de la guerra cognitiva para torcer nuestras percepciones, interpretaciones y conductas.
La guerra cognitiva —que busca no solo que miremos y pensemos determinados contenidos, sino cambiar nuestra manera misma de pensar— opera como bomba de racimo. Se basa en estudios e investigaciones sobre la población objetivo: mundial, estadal, de estratos sociales, etcétera.
Debe enfrentarse como tratamiento segmentado, curando las heridas que provoca, según como sea el impacto.
Con este ensayo, busco estimular la necesidad de construir un centro de coordinación de investigaciones de los imaginarios de los venezolanos y las venezolanas, y de los medios con los que se intentan modelar esos imaginarios, para entender y actuar sobre estos impactos.
Pienso en un centro que permita también compartir visiones (con base en la investigación y como parte de ella) y escudriñar en los imaginarios que nos unen y nos fortalecen.
Este centro recogería, alentaría, apoyaría y coordinaría los trabajos de instituciones de investigación existentes, espacios de estudio y grupos interesados y actuantes en estas investigaciones.
Un centro que también estudie las formas de fortalecer nuestras identidades en lo que tienen de liberadoras y creadoras, de consolidar los avances sociales y culturales del proceso bolivariano y de luchar eficazmente contra las trabas que los dificultan. Podrían aventurarse dos trabas en el camino hacia el buen convivir, hacia el buen gobierno de todos y todas.
Por poner dos ejemplos: a) una particular relación con el poder que dificulta una de las características que nuestro proceso político ofrece al mundo: la democracia participativa; b) relacionada con esta, la proclividad de sectores desde posiciones de poder en el sector público y en el privado, de caer en la práctica de la corrupción (desde ambos lados del problema: como corruptor o como corrupto); para nombrar dos de nuestros más graves problemas. Otros problemas y respuestas a ellos surgirían en el camino.
Nos abrirían posibilidades de corregirnos y de profundizar el proceso de transformaciones que deseamos transitar. Si, como dijera Marx, “los filósofos hasta ahora han intentado comprender al mundo, [cuando] se trata es de transformarlo”, hoy más que nunca, el mundo de la noosfera requiere ser comprendido para intentar transformarlo. Y transformar el mundo de lo humano concreto. Los medios para esa transformación, también deben ser comprendidos.
Ellas/os lo han hecho. Con Tavistock, a través de los centros de operaciones psicológicas de su CIA, como Daniel Estulin (2011) nos señala:
«La premisa esencial de la labor de Tavistock es que determinados tipos de instituciones “democráticas” representan un instrumento mucho más eficiente para la dictadura fascista que los modelos tradicionales, los claramente “autoritarios” (…), las ciencias de la psicología vienen siguiendo la ruta inicialmente dibujada en 1945 por el doctor John Rawlings Rees, gran maestro de la guerra psicológica contra la insurgencia, en su libro The shaping of psychiatry by war [La transformación de la psiquiatría a través de la guerra]. Rees pedía que se creasen “tropas de choque”; es decir, grupos de psiquiatras que desarrollaran métodos de control político que empujaran a la mayor parte de la población hacia la psicosis, empleando procedimientos de los llamados programas de modificación de la conducta. Proponía dicha medida para que la población se volviera sumisa al orden económico internacional que seguiría a la Segunda Guerra Mundial. (p. 18)»
Nos sigue diciendo Estulin:
«Cuando hablamos de guerra psicológica, con frecuencia hablamos de maneras de aterrorizar al enemigo; y para conseguirlo debemos entender la psique del enemigo, lo que le hace amar, odiar, luchar, huir. Dicho enemigo puede ser extranjero o no, puede tratarse de un ejército de hombres o de una masa enfurecida de trabajadores. Y a fin de encontrar el antídoto eficaz, Tavistock y compañía necesitan entender cómo reaccionará dicho enemigo en situaciones de estrés. ¿Luchará con mayor ahínco o simplemente se rendirá? ¿O se equivocará y le hará ganar la guerra al enemigo, por así decirlo? Los errores más costosos de las operaciones de guerra psicológica siempre son los que se cometen por desconocer la forma de pensar del enemigo. Esto implica que las “tropas de choque” que propone Rees deben tener un profundo conocimiento de la psicología humana, un conocimiento que en sí mismo es una especie de magia negra. (pp. 19 y 20)»
Ellos (los poderes fácticos) nos atacan, con ventaja y con alevosía. No han podido aniquilarnos, pero nos han herido. Debemos investigar nuestras heridas, las armas de ellos, nuestros instrumentos de defensa y también nuestras indefensiones.
Para que, si como dice Adam Curtis, el siglo XX fue el siglo del yo, bien pudiera el siglo XXI ser el siglo del nosotros/as.
Mientras, termina de morir el imperio y sus desgracias. Pero tenemos que vencer y convencer.
En parte, vencernos y convencernos, desterrar nuestra propia colonialidad.
Para ello, conocernos es indispensable. Bien lo decía Sun Tzu (2003): Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas. Si te conoces a ti mismo, pero no al enemigo, por cada victoria obtenida también sufrirás una derrota. Si no sabes nada ni del enemigo ni de ti mismo, sucumbirás en todas las batallas. (p. 10) Ese es un lujo que no nos podemos dar.
Referencias:
Du Cluzel, F. (2020). Cognitive Warfare. Innovation Hub. https://www. innovationhub-act.org/sites/default/files/2021-01/20210122_CW%20Final.pdf
Estulin, D. (2011). El Instituto Tavistock. Ediciones B, Grupo Z. Savin, L. (2022).
Cibergeopolítica y la guerra cognitiva. Cuadernos de Nuestra América, 3, 78-86.
Tzu, S. (2003). El arte de la guerra. Biblioteca Virtual Universal.