China como potencia nuclear, despierta el dragón dormido

Por Yoselina Guevara López

Hace más de 200 años Napoleón Bonaparte decía “China es un león dormido. Cuando despierte, hará temblar el mundo”, en los actuales momentos de conformación de un mundo multipolar esta frase se está materializando en hechos concretos con el ascenso de China; si el desarrollo a nivel comercial y tecnológico causa estupor, mucho más temor debe causar que el coloso asiático se posicione a nivel nuclear.

En este sentido desde Washington han externalizado su preocupación ante el avance de Pekín al punto de afirmar Donald Trump en su red social Truth: “Estados Unidos posee más armas nucleares que ningún otro país. Esto se consiguió, incluyendo una completa actualización y renovación de las armas existentes, durante mi primer mandato. Debido a su enorme poder destructivo, Odiaba hacerlo, ¡pero no tenía elección! Rusia ocupa el segundo lugar, y China está muy por detrás, pero en cinco años estará a la par...” Con este mensaje el inquilino de la Casa Blanca justificaba la urgencia de reanudar “inmediatamente” las pruebas nucleares justo antes de reunirse con el primer mandatario chino en Corea del Sur.

Nuevo enfoque nuclear chino

Durante la última década, bajo el liderazgo de Xi Jimping, China ha emprendido una expansión sin precedentes de su arsenal nuclear, un desarrollo que evidentemente influye en el tablero geopolítico mundial. Según fuentes de agencias de prensa basadas en imágenes de satélite y anuncios gubernamentales, desde 2020 más del 60% de las 136 instalaciones chinas vinculadas a la producción de misiles han mostrado signos de ampliación. Asimismo los dos gigantes estatales, China Aerospace Science and Technology Corporation y la China Aerospace Science and Industry Corporation, lideran la metamorfosis armamentística, transformando zonas rurales en centros dedicados a la fabricación de lanzadores balísticos y misiles de crucero. Todo ello lo confirma el último informe del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), según el cual, desde 2023 hasta 2025, Pekín ha pasado de 400 a 600 cabezas nucleares, con la perspectiva de superar las 1.500 en 2035.  

Cabe destacar que durante años, China había mantenido una disuasión creíble, pero modesta, basándose en una fuerza nuclear pequeña, con capacidad de supervivencia al primer ataque. Sin embargo Pekín está cambiando su política nuclear, por una parte como respuesta directa a la supremacía militar estadounidense, que se correlaciona con la necesidad de acercar o sobrepasar el nivel de disuasión nuclear que actualmente posee tanto Washington como Moscú, a la vez de asegurar su estrategia en el Indo-Pacífico ante posibles operaciones de Estados Unidos.

Fortalecimiento militar del dragón asiático

Durante la Cuarta Plenaria del Comité Central Partido Comunista Chino (PCCH) llevada a cabo del 20 al 23 de octubre de 2025 para la elaboración del Decimoquinto Plan Quinquenal (2026-2030), se discutió la importancia de la “Seguridad y la estabilidad” para lo cual cumple una función vital el Ejército Popular de Liberación que precisamente en los últimos días de octubre de 2025 fue protagonista de una depuración de los altos mandos de sus filas.

Desde la perspectiva del Partido Comunista, la República Popular China debe convertirse en una potencia a la altura de Washington y, por tanto, necesita completar su ciclo de fortalecimiento militar; una estrategia que se complementa con la visión del presidente Xi Jinping quien considera que las fuerzas armadas no son solo una herramienta de defensa, sino un pilar del prestigio nacional y de la legitimidad internacional del país.

Para China, el actual rearme nuclear y convencional representa la culminación de una trayectoria ascendente que se inició en el plano económico y se consolidó en el diplomático. Tras haber alcanzado un lugar descollante entre las economías mundiales y construido una densa red de influencia a través de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (Nueva Ruta de la Seda), Pekín aspira a transformar su poder económico en una potencia militar mundial.

De allí que el núcleo del fortalecimiento del Ejército Popular de Liberación, prevé objetivos precisos alcanzables que fueron discutidos en la Cuarta Plenaria del PCCH: plena informatización e integración de la inteligencia artificial para 2027; consecución del estatus de potencia militar mundial de primera clase para 2049. Estas últimas son fechas con un profundo significado histórico, por una parte la celebración del centenario del Ejército y por otro los cien años de fundada la República Popular China. Para lograrlo esto, Xi Jinping se ha propuesto seguir una doble vía: primero aumentar el gasto militar, que en 2025 alcanzó los 245.000 millones de dólares, y segundo continuar la depuración de las fuerzas armadas destituyendo a los oficiales corruptos.

Doctrina nuclear de Pekín

La estrategia china sigue fundamentándose en la doctrina del “no usar las armas nucleares primero” la cual establece que Pekín no será la primera en utilizar este tipo de arsenal en un conflicto, siempre y cuando no sea atacada con armas nucleares por otro país, concibiendo que el arsenal atómico tiene un papel exclusivamente disuasorio y defensivo.

Pero la evidente aceleración del programa nuclear chino y la expansión de las infraestructuras conexas indican un cambio de percepción; la disuasión mínima que ha guiado la planificación durante décadas ya no parece suficiente ante la creciente incertidumbre del orden internacional.

En la visión de Xi Jinping, la expansión de las fuerzas nucleares es el eje estratégico de un proceso más amplio diseñado para modernizar el ejército y convertir al país en una potencia también en el frente militar; superando el evidente poderío económico y dando paso a la transición de China hacia el estatus de superpotencia integral. Bajo el liderazgo del actual mandatario chino, la fuerza militar se ha convertido en una herramienta esencial para expandir la influencia global de China, disuadir a los rivales y reforzar el control del Partido Comunista Chino.

Disuasión integrada nuclear china

Con Taiwán y las disputas del Mar de China Meridional en la mira, el concepto de “disuasión integrada” promovido por Xi Jinping refleja precisamente el deseo de dotar a China de una gama más amplia de opciones de respuesta, en la que el poder nuclear, convencional, espacial y cibernético se apoyen mutuamente.

Esta estrategia de disuasión combina fuerzas nucleares terrestres, marítimas y aéreas; precisamente esas son las áreas en las cuales se está modernizando el ejército chino con el desarrollo de misiles balísticos intercontinentales (ICBM) y aumento de nuevos sistemas de lanzamiento (terrestre); así como también submarinos de misiles balísticos (marítima) y bombarderos estratégicos y misiles de crucero con capacidad nuclear (aérea), y el último nivel del rompecabezas lo conforma la integración de todos sus componentes de defensa que les permita tener una red de disuasión nuclear interconectada que sea más rápida y efectiva.

Expansión nuclear, la carrera atómica

La expansión nuclear china es compleja y polifacética; desde el punto de vista cuantitativo, es posible que este rearme no altere inmediatamente el equilibrio de poder mundial en lo que respecta a armas nucleares. Las estimaciones indican que China contaba con unas 500 cabezas nucleares a principios de 2024, se prevé que su número supere las 1.000 en 2030. Incluso si se produjera este aumento, el arsenal nuclear chino seguiría siendo significativamente menor que los de Estados Unidos y Rusia, que cuentan cada uno con más de 5.000 ojivas,  pero atención que no todo está dicho en esta carrera armamentística.

Las implicaciones estratégicas de la decisión de China no sólo de ampliar, sino también de diversificar su arsenal nuclear son profundas. La disponibilidad de una fuerza nuclear más flexible y potente indica que es posible que el país ya no considere su arsenal como un elemento disuasorio de último recurso, sino más bien como una herramienta para obtener resultados en el terreno geopolítico, disuadir intervenciones militares convencionales y, en general, reforzar su influencia estratégica.

Una fuerza nuclear más diversificada y con mayor capacidad de supervivencia no sólo aumenta la capacidad de Pekín para ejercer una disuasión creíble frente a Washington en caso de enfrentamiento directo, sino que también eleva las apuestas en los conflictos regionales, especialmente en el estrecho de Taiwán y el mar de la China Meridional.

Poseer una mayor capacidad de disuasión podría animar a Pekín a asumir mayores riesgos estratégicos en la creencia de que el temor a una escalada limitará la respuesta de Washington. Este cambio podría dar lugar a reivindicaciones territoriales más asertivas y a una diplomacia coercitiva, respaldada por la amenaza implícita de una capacidad efectiva de segundo ataque.

Por último, la expansión del arsenal nuclear chino también tiene consecuencias para los aliados de Estados Unidos quienes se han cobijado en el regazo de Washington basándose en la superioridad nuclear. Países como Japón, Corea del Sur y Australia, podrían en un futuro cercano reconsiderar sus opciones estratégicas cambiando el equilibrio mundial de poder. El juego geopolítico sigue abierto, la partida no ha llegado todavía a su fin.

Yoselina Guevara López: comunicadora social venezolana, analista política, articulista en diferentes medios internacionales, cuyo trabajo ha sido traducido al inglés, gallego, italiano, griego y sueco. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo  Simón Bolívar 2022 (Venezuela), mención especial Opinión; Premio Nacional de Periodismo Aníbal Nazoa 2021 (Venezuela); I Concurso Memoria Histórica Comandante Feliciano 2022 (El Savador) Tercer lugar. Autora del libro “Fascismo y nazismo evolución de la violencia hasta nuestros días”.

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