Cuando la tormenta revela al Estado: comunicación, liderazgo y gestión en tiempos de crisis

Por Leonardo Gil

La tormenta Melisa no solo ha dejado calles inundadas, techos rotos y comunidades aisladas. También ha dejado al descubierto, una vez más, el reflejo más profundo del Estado dominicano: su forma de comunicar, su velocidad de respuesta y su capacidad —o incapacidad— de coordinar.

Porque cada fenómeno natural en nuestro país es también una prueba institucional. Las lluvias no solo arrastran lodo: arrastran discursos, prioridades y gestos. Y en medio de cada emergencia se revela el verdadero rostro del liderazgo público.

Comunicar no es informar: es guiar en la incertidumbre
En una crisis, comunicar no significa llenar redes sociales de boletines ni aparecer en transmisiones improvisadas. Comunicar es dar certezas cuando el país tiene miedo, ofrecer una voz unificada y humana que oriente sin confundir.

La República Dominicana ha avanzado en capacidad tecnológica, pero sigue rezagada en algo más esencial: la comunicación estratégica en emergencias. Cuando los ciudadanos reciben más datos por grupos de WhatsApp que por canales oficiales, algo falla en el sistema de alerta y confianza.
En momentos así, el liderazgo se mide no por la cantidad de declaraciones, sino por la presencia efectiva y la coherencia del mensaje, eso lo tuvimos en el Presidente Luis Abinader que supervisó personalmente las presas de Hatillo, Monción, Tavera y Rincón ante la amenaza de lluvias generadas por la tormenta, entre otros lugares bulnerables, lo cual muestra una actitud de alto nivel de responsabilidad institucional. Demostrando con el ejemplo que el verdadero liderazgo se moja. Va al terreno, escucha, coordina, explica y que la empatía se demuestra no con frases grandilocuentes, sino con gestos simples y decisiones visibles.
El gobierno también aplico medidas de prevención como suspensión de labores y docencias en varias provincias bajo alerta roja, el ministerio de medio ambiente junto con las alcaldías, como la de Santo Domingo Norte supervisaron intervenciones en cañadas y zonas vulnerables. Esta tormenta puso a prueba la capacidad logística del Estado, pero sobre todo su capacidad de conexión emocional con la ciudadanía. La comunicación gubernamental debe evolucionar de la información de daños a la gestión de confianza. Y esa confianza no se decreta: se construye antes de que caiga la primera gota.
El paso de la tormenta Melissa pone en evidencia que el país ha avanzado en su capacidad de respuesta, tanto técnica como institucional. La activación de alertas, el uso de tecnología (drones) y la supervisión presidencial son señales alentadoras. Pero una emergencia meteorológica también revela lo que se ha dejado pendiente en materia de infraestructura, planificación territorial y comunicación estratégica.
En múltiples ocasiones, la gestión de riesgo se convierte en una campaña política previa a la tormenta, en lugar de un programa permanente. Y cuando la tormenta pasa, las promesas vuelven al silencio y las comunidades quedan esperando.

La pregunta clave es: ¿estamos construyendo un Estado que responde bien hoy, o un Estado que previene mejor mañana?

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