Cuando se pierde el sentido de la realidad comienza a manifestarse el inexorable ciclo político de la historia.

Por Juan Carlos Espinal.

En los últimos 60 años de democracia representativa 1966-2024, las transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales vinieron de la mano de algún hecho excepcional, cataclismos universales o Revolución.

Las cíclicas crisis capitalistas antecedieron a los golpes de Estado, a la ocupación militar estadounidense de 1916-1924 y 1965 o, al magnicidio de Rafael L. Trujillo Molina, por ejemplo.

Las guerras civiles de entre 1900-1924, vinieron precedidas de levantamientos armados, revoluciones sociales, magnicidios o Revolución.

En la sociedad trujillista de entre 1930-1961, el conflicto social se resolvió con el asesinato político, el exilio, la tortura, la cárcel o la cancelación.

Entre 1966-1978, los acontecimientos históricos muestran una movilización social y política cuyas características más apremiantes representan a los distintos rostros de la histórica alianza libero-conservadora de la burguesía pos Trujillo.

Los radicales cambios políticos de entre 1978-1986 mantienen las mismas características geopolíticas y económicas que permitieron la aparición de nuevos cataclismos sociales.

Entre 1986-1990 y 1990-1994, la crisis de legitimidad se hizo insoportable llevando a tensiones qué produjeron dramáticos cambios sociales y políticos.

Estas transformaciones serían el resultado de un modelo económico capitalista cuyo fin último consistió en la expoliación de las riquezas nacionales, el control de los medios de producción y el uso indiscriminado del ejército contra la población.

Las constituciones de entre 1962-2024, fueron el resultado del fracasado experimento liberal, qué en un constante y pertinaz acoso perpetua agendas de grupos económicos para mantener el actual sistema de explotación.

Tras 60 años de democracia representativa 1966-2024, la narrativa del crecimiento económico sin desarrollo humano, la presumida convicción de que el actual estado de Derecho sin garantías constitucionales, la percepción de libertades públicas sin progreso social y la supuesta gobernabilidad son un indicio de Progreso no es sino que una patraña del actual estatus quo, en su interés de mantener de rodillas a las instituciones, burlar a la sociedad y continuar con su infeliz dominio.

Entre 1996-2000; 2004-2012 y 2012-2019, las clases medias y los trabajadores experimentan una movilidad socioeconómica qué en crisis global permite estabilidad laboral.

Entre 2000-2004, la población dominicana en su conjunto fue sometida a toda clase de abusos políticos y vejamenes económicos que hacen de su existencia una infeliz vida llena de deudas y precariedades a costa de la socialización de las quiebras financieras, el alto endeudamiento, la devaluación del peso en favor de las clases sociales más acaudaladas.

En realidad, la democracia representativa 1966-2024, es una especie de club élite donde los más poderosos de la casta parasitaria impone su degradado pensamiento político, incultura y forma de ver la sociedad a los demás.

Los procesos revolucionarios en nuestra historia pueden verificarse dentro del marco de la alta concentración de capitales, altas tasas de desempleo, marginalidad ascendente, desigualdad social abismal, aumento de las brechas sociales y ruptura socio política.

En el siglo XXI, este tipo de democracia merece ser escrutada a rigurosidad para tratar de dar paso a nuevas alternativas ciudadanas, en el interés de acabar de una vez y para siempre con la reacción.

Si el Congreso Nacional se ha convertido en una retranca para el desarrollo colectivo, es caro, inútil y nos cuesta miles de millones de pesos en impuestos; si la figura de la separación de poderes se ha difuminado con el injerencismo del Poder Ejecutivo pues una manera de resolver la cuestión política es cerrando las posibilidades al crimen organizado internacional, al Peculado, a las políticas fondomonetaristas en las políticas domésticas, y hacer cumplir la ley de Estrategia Nacional de Desarrollo.

El crimen organizado internacional, las ONGS, los organismos internacionales como ONU, OEA, BID, FMI, USAID, por ejemplo, hasta ahora han logrado penetrar diversas instancias gubernamentales y definir a su antojo el ritmo que deben de tener los poderes judicial y legislativo.

El aumento desproporcionado del endeudamiento externo de entre 2020-2028, explica en gran medida una operación geopolítica de gran calado qué busca defenestrar las instituciones nacionales, desacreditar los partidos políticos y secuestrar el presupuesto nacional.

Los dominicanos tienen derecho a revolucionarse e ir indefinidamente hacia un estado superior de desarrollo político.

Todos sabemos que el gobierno del presidente Abinader representa los privilegios de clase de los más ricos.

Este país sabe de memoria que las crisis estructurales se han consolidado cuando en los diversos períodos de la historia ya descritos la presencia de la minoría dominante hace de contra parte a las potencias extranjeras.

Esa clase política es anexionista.

Carece de la suficiente legitimidad pública como para irrumpir de manera satisfactoria en favor de los intereses nacionales.

En la escena internacional, sus políticas de relaciones exteriores sigue siendo un libreto del Departamento de Estado EU siendo un obstáculo para la agenda nacional.

De forma lamentable, el histórico-político de entre 1978-1986 y 2000-2004 en 2020-2024 y 2024-2028, se repite.

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