Déficit fiscal en la economía global

Por Luis Santos Burgos 

El tema de los déficits fiscales ha ocupado gran parte de la historia del pensamiento económico en torno a la bondad o no, dado que existen enfoques diversos que sugieren la conveniencia de presupuestos equilibrados  y en caso extremo, cierto nivel de ingresos mínimos con relación al total de gastos públicos.

En un escenario de déficit fiscal la controversia entre uno y otro enfoque también se extiende a su abordaje, como es el caso de la orientación tipo keynesiana y el de la consolidación fiscal, que sustenta el Fondo Monetario Internacional.

La diversidad de enfoque ha estado presente en los episodios o ciclos más trascendente de la economía como fue los episodios del siglo XX, marcado por la gran depresión de los años 30, la crisis de inicio de los 70; y los eventos recientes del siglo XXI, como son, la gran crisis financiera que inicia en 2007 y la crisis por efecto de la pandemia Covi-19. Tales eventos o de ciclos económicos al margen de que exista presupuesto equilibrado o no, han tenido un gran impacto desestabilizando o profundizando los déficits fiscales y como tal, la deuda pública o soberana.

Entre 2004 y 2007, la economía mundial venía creciendo a un promedio de 5 por ciento, situación que como efecto de la crisis financiera global de 2008-2009 reduce su ritmo de crecimiento a 2.8 por ciento y negativo en 0.6, respectivamente. El impacto de la crisis por su naturaleza financiera y su prolongada temporalidad prolongada, afecto mayormente las economías avanzadas de occidente y Asia.

En efecto, las economías avanzadas que durante 2004 y 2007, habían reportado un crecimiento promedio de 2.8%, aunque tuvieron un crecimiento rebote de 3.0% en 2010, la tendencia del producto tendió a tasas mínimas, pues en su trayectoria todavía en 2014, seguía reportando tasas por debajo a las existentes previo a la crisis financiera.  En efecto, se destaca la situación de los EE.UU, una caída negativa de 0.3 y 3.1%; la zona euro, todavía en 2013 seguía reportando tasas negativas  de 0.7 y 0.4% en 2012 y 2013, Japón aunque similar a los EE.UU, creció negativo en 2008 y 2009, logro retomar su nivel potencial previo la crisis financiera.

Pese, la situación dilatada de la economía, la crisis financiera género un desbalance fiscal considerable a pesar de que el escenario era enteramente monetario,  contracción del producto a nivel global, impacto negativamente los ingresos tributarios, generando déficit fiscales y como tal, aumento de la deuda pública. El impacto en los saldos fiscales y la deuda pública se puede apreciar midiendo ambas variables con relación al PIB.

En efecto, el endeudamiento neto en las economías avanzadas paso de 2.1% en 2007 a 10.1% en 2009, mientras el saldo fiscal estructural hasta 2012 se mantuvo entre 6.6% y 7.0%, superior al nivel prevaleciente de 2.9% durante 2007.  En los EE.UU, el nivel de endeudamiento promedio 11.5% entre 2009 y 2011, mientras  en 2007 apenas alcanza 2.7%, tendencia que también se verifica en el saldo fiscal desde ámbito estructural, el cual promedio 8.3% durante 2009-2011, superior en  5% con relación al nivel existente en 2007. La deuda neta de los EE.UU y la Zona Euro que en 2007 se situaban en 48.2 y 52% se disparó considerablemente, 80.3 y 68.0% en 2011.

En la actual crisis económica que resulta como efecto del Covid-19, dado la velocidad de propagación de la pandemia y la necesidad de relanzar y recomponer los niveles de oferta y el consumo otorgando a los hogares transferencias monetarias, así como, los gastos que conllevo enfrentar la pandemia confluyendo en un gran esfuerzo fiscal de grandes dimensiones nunca ocurrida a la fecha.

El saldo fiscal global que hasta  2019 era de 3.9% en medio de la pandemia de 2020, se sitúa en 11.7%, donde las economías avanzadas registraron 9.8% y las economías de mercados emergentes 5.5%.

Las dos crisis globales del siglo XXI, adquieren matices diferentes, durante la crisis de la hipotecas de 2008-2009, el esfuerzo fiscal y monetario se orientó en recuperar las instituciones financieras mediante el salvataje bancario, mientras los hogares no recibieron mecanismo compensatorio. Sin embargo, en la segunda crisis de 2020, el esfuerzo fiscal en mayor porcentaje se destinó a los hogares y donde las empresas no financiera quedaron altamente endeudada.

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