Deportados… ¿y ahora qué?

Por Claudia Fernández

En el primer trimestre de 2025 un total de 729 dominicanos retornaron al país de manera obligatoria desde Estados Unidos; Panorama conversó con algunos deportados para conocer cómo visualizan su futuro.

Mientras tanto, el temor crece, todos se vigilan, todos sospechan. En la ciudad de New York, es el diario transcurrir.  De ser la ciudad que nunca duerme, se ha convertido en permanente sonámbula, las redadas constantes en los principales suburbios citadinos están a la orden del día.

Ni qué decir de las ciudades fronterizas por las que han pasado miles de migrantes dominicanos y en las que residen, ya sea por necesidad, ya por obligación, y en donde se encuentra buena parte de los que cruzaron el peligroso recorrido de la “vuelta por México” y sus más de cinco mil kilómetros de peligros, riesgos y vicisitudes.

A raíz de la toma de posesión de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos, el lunes 20 de enero de 2025 y el anuncio del endurecimiento de las políticas migratorias, las deportaciones constituyen el eje puntal del programa que busca “limpiar Estados Unidos” de elementos indocumentados.

El primer trimestre de 2025 inicia con una nueva etapa de deportaciones de dominicanos, que salieron en busca de mejor vida, y hasta el momento, un total de 729 dominicanos con estas características han retornado al país de manera obligatoria, es decir, deportados.

El 63.78 por ciento es por simple ilegalidad, es decir, 465 dominicanos indocumentados, que mientras puedan, intentarán ingresar de nuevo a cumplir el “famoso sueño americano”, sin duda alguna.

Y así lo dicen, con todo desparpajo algunos deportados llegados a República Dominicana en esta nueva ola de deportaciones. El síndrome de la mejoría económica a como dé lugar, es lo que prima, obviando los mil y un peligros que esto entraña y la cantidad de dinero que deben conseguir para llegar a Estados Unidos. “Pues toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”, como dijera el insigne Calderón de la Barca.

Los fichados con prontuario criminal y delictivo simple

Del total de personas enviadas, el 30.72 por ciento restante, el equivalente a 224, tienen prontuario criminal, aunque sea el cruce de un semáforo en rojo, hasta delitos graves, que constituyen la minoría, ya que, por lo regular son personas que han cumplido condena y las leyes internacionales establecen el retorno involuntario, expulsión o repatriación de esos nacionales.

Lo cierto es que, en los dos primeros meses de 2025, a raíz de asumir Donald Trump la presidencia de Estados Unidos, 729 dominicanos han sido retornados, aunque justo es decirlo, “República Dominicana es de los países con menor carga de deportados”, la afirmación la hace Francisco Domínguez Brito, quien, durante su gestión en la Procuraduría General de la República (2012-2016) logró ofrecer esperanza a los que llegaban por ilegalidad migratoria u otra razón leve.

Del aeropuerto se enviaban directo a la Procuraduría, y luego de revisar los expedientes del por qué las deportaciones, salían directamente a sus casas, lugares de origen o donde decidieran, el mismo día”, dice Domínguez Brito a Panorama.

El exprocurador y miembro activo del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), aboga por que se lleve a cabo un programa de asistencia a los deportados, a fin de que puedan reinsertarse en la sociedad de manera real, “ya que, son tratados como delincuentes, por el simple hecho de que los hayan expulsado del territorio norteamericano”, y que terminen las mafias que operan desde los estamentos que deben dar seguimiento a estas personas.

A lo dicho por Domínguez Brito, el vicealmirante Lee Ballester responde, al decir que “nosotros tenemos un programa, incipiente –comenzó hace unas semanas—junto con el programa Supérate y el apoyo de Unicef para lograr la reinserción de las personas que llegan de manera obligatoria (deportados o expulsados)” desde los Estados Unidos y otros lugares del planeta.

A este respecto dice que se “realizan acciones que sirven de aporte en el apoyo, para que los nacionales dominicanos recibidos en calidad de deportados de los Estados Unidos, y otros países, puedan lograr su reinserción social. Para tales fines, se les ofrece también asistencia psicológica”.

El drama humano de los deportados

Acotejarse, acomodarse, reinsertarse en la esfera social abandonada hace años, no es fácil, si se toma en cuenta la manera en que se trata y mira al que es deportado. Son parias sociales a los que se mira con desprecio. Es que trataron y no lo lograron. “El sueño norteamericano se pone cada día más difícil”, incluso para aquellos residentes que no han regularizado su estatus migratorio.

Pero, como siempre, la falta de políticas reales y eficaces para la reinserción social, brillan por su ausencia, y el estigma de la exclusión social, económica y del entorno al que se insertan, sigue siendo un problema grave. Por lo menos para los que regresan por irregularidad migratoria, simple y llanamente, que son la mayoría, aunque se debe esperar a ver qué resulta del programa de ayuda y reinserción social.

Lo cierto es que es un proceso angustiante, tanto para los que llegan como para los familiares que los esperan. La lista se acrecienta cada día, y según explica el director de Migración, Rafael Lee Ballester, “no siempre es la cantidad que indican las autoridades norteamericanas. Por situaciones coyunturales, pueden ser menos, nunca más” de las listas que semanalmente envía el gobierno de Donald Trump.

Por ejemplo, según Ballester, para la primera semana de abril, las autoridades del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y la Oficina de Detención y Deportación (ICE y ERO, respectivamente, por sus siglas en inglés) enviaron una lista de 140 nuevos dominicanos que arribarán al país en calidad de expulsados o deportados, los que de llegar todos, sumarían 869.

Estos nacionales llegan con una carta de ruta que es expedida por los encargados de los consulados dominicanos, bajo la dirección de la embajada dominicana en esa nación.

Por lo regular, los dominicanos deportados ingresan al país por el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA), en aeronaves comerciales, que el gobierno norteamericano pone a disposición para el traslado de estas personas.

“Todo el proceso es dirigido y financiado por los norteamericanos”, señala el vicealmirante Lee Ballester, quien destaca que, a su llegada, los dominicanos son recibidos por las autoridades de Migración, y luego de una charla para concienciarlos se llevan al vacacional Haina, en donde se realiza el proceso de depuración e identificación.

El proceso de depuración e identificación que lleva a cabo Migración

Lee Ballester explica que son las autoridades de los Estados Unidos las que reportan las razones por las que hacen las deportaciones, es decir, es el país de procedencia que tipifica el motivo de la deportación.

La Dirección General de Migración cuando se trata de nacionales dominicanos deportados por las autoridades de los Estados Unidos hacia nuestro territorio, previamente comprueba que la persona es realmente un nacional dominicano”.

El proceso incluye el envío de una relación en la que se indica el motivo de la deportación, y los hechos que conllevaron a tal decisión, corresponde a la Dirección de Inteligencia Migratoria, la que, mediante el Departamento de Investigaciones (DIM), procede a realizar la indagatoria correspondiente, dejándose el registro en la base de datos, informa la Dirección General de Migración.

Solamente aquellos que tienen cuestiones con la justicia nacional, luego de comprobarse su estatus delictual o criminal, se envían con la ficha correspondiente a la Procuraduría General de la República para los fines correspondientes, los demás tienen toda la libertad de circular por el país, aún los que se envían por esas mismas razones”, dice Lee Ballester.

“Solo los que tienen problemas judiciales aquí son los que se envían a la Procuraduría”, recalca.

Impacto socio-económico de las deportaciones

Es innegable que las deportaciones tienen impacto tanto social como económico pues afecta a las familias, comunidades y la economía en general. Puede afectar el núcleo familiar debido a que la desintegración familiar constituye uno de los principales efectos “ya que las deportaciones a menudo separan a familias, causando estrés emocional en los miembros que permanecen en EE.UU. y los que residen en la República Dominicana”.

Otro problema que enfrentan los deportados “es el estigma en sus comunidades, lo que dificulta su reintegración a la vida productiva. También está el aumento de la inseguridad, porque las comunidades que reciben a deportados pueden experimentar un aumento en la inseguridad y la violencia, debido a la falta de oportunidades que tienen los que llegan y su historial delictivo en el caso que haya sido deportado por criminalidad”, indica la DGM.

En cuanto al aspecto económico, este fenómeno también incide en la disminución del nivel de remesas, afectando la economía del país, lo que lleva a un aumento en la pobreza de los lugares en donde residen los que regresan de manera obligatoria. “Finalmente, la reintegración de deportados puede generar costos adicionales para el gobierno dominicano en términos de servicios sociales y programas de empleo”.

De resultar la implementación del programa de reinserción social, se iniciaría el camino hacia una total reintegración de la persona deportada, y por consecuencia, se eliminaría el baldón que siempre ha pesado sobre miles de dominicanos que son enviados de vuelta por no tener “los papeles al día”.

Ellos también tienen su propia historia; los que tratan de regresar

Uno de los grandes problemas para los que las autoridades norteamericanas no tienen control ni seguimiento, es en la cantidad de dominicanos que luego de ser deportados, intentan de nuevo el viaje “de sus sueños”.

En esto coinciden tanto Domínguez Brito como Lee Ballester, y es que las autoridades migratorias norteamericanas no tienen control ni pueden detectar a quienes regresan a la patria del Tío Sam de la manera que sea.

Y estas personas, también cuentan sus peripecias y cómo han logrado ingresar de nuevo a ese territorio. Los testimonios menudean, tanto aquí como allá. Los nombres se omiten por razones humanitarias y legales.

P. M., un emigrado de los años 70, por razones políticas y económicas, tenía una infracción de tránsito pendiente por más de 30 años, durante las primeras redadas, fue apresado y enviado al país. Aquí, en República Dominicana ya no tiene lazos que lo unan al terruño. Vivía con sus nietos, ya mayores de edad, hasta que fue detenido y deportado.

El desarraigo es su preocupación. No tiene ni conoce a nadie en territorio dominicano, mucho menos quien le escriba y reciba y a su edad, casi 80 años, no encuentra lugar. En este tipo de casos, que a veces se piensa que son la excepción, pero no lo es tanto, ¿el nuevo programa lo podrá ayudar o simplemente lo dejará como “chivo sin ley”? Es una simple pregunta.

Pero otros, más arriesgados, no se resignan. Julia R., trabajaba como doméstica en casa de una familia de clase media, cuando devino la crisis económica de principios de 2000, consiguió un “machete” –documento falsificado—y emprendió vuelo hacia Nueva York. También fue de las primeras enviadas, pero ya se encuentra de nuevo en los “neuyores”, ahora con mucho más cuidado para que no la “agarre la migra”.

Para este residente en el barrio de Cristo Rey, recién llegado al país, hace dos semanas de su envío, no resiste la situación que se vive aquí. “Mire, pero, uno quiere quedarse, pero no puede. Esto es el infierno, te miran mal, te sacan de los grupos o te ‘juyen como el diablo a la cruz’, yo estaba ilegal, sí, pero trabajaba y le enviaba los chelitos a la familia. Pero tenga por seguro que, en la primera oportunidad, me voy de nuevo”, dice este joven de 34 años, de los últimos deportados.

Según el Observatorio para las Migraciones del Caribe (Obmica), en su boletín de diciembre de 2023, “hasta hace muy poco tiempo, las autoridades dominicanas fichaban con un récord criminal a quienes ingresaban al país en categoría de deportadas, lo cual les cerraba las puertas, de antemano, al mercado laboral formal. De acuerdo con las autoridades, esta práctica se ha ido eliminando tras haber entendido las repercusiones negativas de la misma”.

Pero al parecer, la situación sigue igual, por lo que se espera que el nuevo programa que trata de implementar el Gobierno con el apoyo de la Unicef dé resultado, de lo contrario, la estigmatización del deportado continuará y estos intentarán, una y otra vez de retornar a los Estados Unidos, porque ciertamente, “la vida es un sueño, y los sueños, sueños son”, qué mejores exponentes que los propios deportados.

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