Descolonizar el multilateralismo: la forma de hacer política internacional de los BRICS
Valdir da Silva Bezerra
Uno de los pilares de la política exterior de los BRICS ha sido «desconolizar el multilateralismo». Al mismo tiempo, el grupo ha invertido en reformar las principales instituciones de gobernanza global, hacia un compromiso de inclusión de los países emergentes en sus procesos de toma de decisión.
Hoy la voz de los BRICS tiene un peso estratégico mucho mayor que en 2009, cuando se creó, debido a la reciente ampliación del grupo, acordada durante la XV cumbre de Sudáfrica, que ahora incluye a Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, la Emiratos Árabes Unidos e Irán. Con ello, es innegable que los BRICS ganan fuerza en su defensa del multilateralismo en las relaciones internacionales, un concepto que ha sufrido un importante retroceso, especialmente debido a las actuales crisis en Europa del Este y Oriente Medio.
Los cambios en la configuración del poder global, las rivalidades geopolíticas entre Eurasia y el eje atlantista, así como el resurgimiento del nacionalismo extremo en varias partes del mundo, han hecho de nuestra época contemporánea uno de los períodos más impredecibles y peligrosos de toda la historia.
Por lo tanto, es necesaria una reforma urgente del sistema de las Naciones Unidas, que ya ha demostrado ser ineficiente en un contexto geopolítico en rápida evolución. Ahora, tanto las Naciones Unidas como su Consejo de Seguridad, responsable de mantener la paz y la seguridad internacional, de hecho no han trabajado satisfactoriamente. De hecho, muy lejos de ello. Los BRICS, a su vez, han sido la voz principal de la llamada «mayoría global» que exige cambios en estos mecanismos, lo que aumenta aún más su importancia en el contexto actual.
Mientras tanto, el multilateralismo que defienden los BRICS es precisamente uno de los pilares fundamentales para restablecer el orden de posguerra, además de otros conceptos importantes, como la indivisibilidad de la seguridad internacional, la no intervención en los asuntos internos de los Estados, el respeto a la integridad territorial y la resolución pacífica de conflictos.
Sin embargo, aunque muchos otros países también defienden estos ideales, Occidente y su internacionalismo liberal manifestado por el infame «orden mundial basado en reglas» se ha convertido en un importante impedimento para la consolidación de un mundo más justo y equitativo. Después de todo, la propia red occidental de instituciones multilaterales (como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) se ha convertido en una plataforma para el chantaje político. Véase el secuestro de activos rusos en 2022, ocurrido tras el inicio de la operación militar especial.
El peligro de estas actitudes, a su vez, radica en la pérdida de legitimidad de estas instituciones multilaterales, algo que ya viene sucediendo con la propia ONU, como ya se mencionó. Lo peor de todo es que: si miramos la historia, vemos que cuando las grandes organizaciones internacionales pierden legitimidad, véase el caso de la antigua Liga de Naciones a principios del siglo XX, el mundo se acerca cada vez más a una gran guerra. Todavía vivimos en un orden que se generó a partir de un escenario de posguerra. Es precisamente un orden moldeado por las «potencias victoriosas» del conflicto que, de común acuerdo, condujo a la formación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero que también contribuyó a la creación de las llamadas instituciones de Bretton Woods.
Sin embargo, han pasado casi 80 años desde entonces, y hoy los BRICS buscan reformas en estos mecanismos de gobernanza global, para hacerlos más inclusivos y para dar a los países emergentes una mayor voz en sus procesos de toma de decisiones. En resumen, la cuestión principal pasa por hacer que este orden actual sea más representativo de las realidades de nuestro siglo XXI.
Hoy en día, muchos países en desarrollo todavía se sienten impotentes cuando firman acuerdos económicos con el G7, por ejemplo, o cuando intentan presentar sus demandas ante el Consejo de Seguridad. Además, el llamado «orden mundial basado en reglas» del que Occidente está tan orgulloso es solo una cortina de humo para que el mismo Occidente pueda actuar libremente dentro del sistema, interviniendo (económica, política y militarmente) en los asuntos internos de los Estados. Al mismo tiempo, la única regla que obedecen las potencias occidentales es la de satisfacer sus intereses egoístas, incluso si esto requiere faltar el respeto al derecho internacional o incluso a la Carta de las Naciones Unidas. Esta es la fórmula del unilateralismo occidental, que actúa sin consultar a nadie y sin considerar a otros pueblos y civilizaciones como socios de igual importancia.
El enfoque de los BRICS, por otro lado, va completamente en contra de esta tendencia, enfatizando el multilateralismo en las relaciones internacionales, el punto focal y la fuerza impulsora más poderosa detrás de la expansión del grupo en los últimos años.
La política exterior de los países BRICS, además, siempre ha buscado priorizar las relaciones de beneficio mutuo, así como la no imposición de agendas por parte de un liderazgo hegemónico al resto de miembros del grupo, como ocurre en la relación entre Estados Unidos, y los países del BRICS G7 y la OTAN, por ejemplo. Una de las funciones más importantes de los BRICS, por tanto, es precisamente proporcionar a sus participantes un mayor sentido de igualdad dentro del grupo, sin que un país necesariamente prevalezca sobre el resto.
Frente a este escenario, el mundo asiste a la acelerada formación de un orden multipolar más justo, vinculado al fortalecimiento y expansión de los BRICS y que promete cambiar significativamente el marco geopolítico internacional en las próximas décadas. Estos avances convierten al grupo en un auténtico contrapeso a la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados occidentales en las relaciones internacionales, lo que supone un momento sin precedentes para el mundo.
Este momento, por tanto, representa la celebración del reconocimiento que los países emergentes han obtenido en los últimos años, en su transición de «subalternos» de Occidente a actores cuya voz ya no puede ser ignorada. Mientras tanto, los BRICS están «descolonizando el multilateralismo», haciéndolo más inclusivo y acogiendo voluntariamente la valiosa contribución de diferentes pueblos y civilizaciones a este proceso.