Diáspora y remesas

Por Guido Gómez Mazara

El 1 de enero del 2026 se inicia el proceso de gravar las remesas provenientes de los Estados Unidos. Más allá de los componentes financieros y el respectivo impacto en la economía dominicana, en el marco de la tradición y efectos en los receptores, muchas comunidades han ido construyendo aquí un altísimo nivel de dependencia de los montos que se les envían.

El fenómeno remesador expresa las características de un proceso migratorio que se estableció con la ilusión de un retorno que, en el terreno de los hechos, no se cristalizó. En esencia, los núcleos poblacionales que salieron del país marcados por una razón económica, saben perfectamente que los recursos enviados a sus familiares han terminado siendo la fuente de sustento fundamental. Hoy en día, y desde hace años, la visibilidad del progreso y avance se retrata en niveles de movilidad financiera y acceso a patrones de consumo, localmente sostenibles únicamente por la solidaridad de esos envíos, depositados vía bancaria o apelando a las clásicas empresas dedicadas a la entrega casa por casa del dinero proveniente del exterior.
De los 2.8 millones de dominicanos fuera del país, 2.3 residen en los Estados Unidos. Y en ese sentido, el hecho de representar 10.5% del PIB retrata su dimensión. Nada ni nadie puede borrar la capital importancia y rol estelar de las remesas, aunque aquí el desdén y un profundo desconocimiento de la realidad de la diáspora provoquen prácticas y comentarios fuera de tono. Así que gravarlas con un 1% nos obliga a estructurar una toma de conciencia e impulsar la educación financiera, porque el caudal de recursos que llega a través de las modalidades convencionales, olvidando sus emisores que la única manera de librarse de la nueva carga impositiva consiste en emplear los métodos digitales.

La educación tecnológica de la diáspora se tornará en herramienta de máxima utilidad dado el impacto en los montos a recibir que, gravados, afectan sustancialmente el presupuesto de miles de familias en todo el territorio nacional.

Un modelo económico caracterizado por el estelar rol de las remesas amerita un esfuerzo, tanto oficial como de los actores económicos locales, en la dirección de aminorar los efectos que tiene gravar tantos recursos financieros provenientes de los Estados Unidos. Es una tarea pendiente de inmediata articulación debido a los cambios de patrones en la conducta de las generaciones nacidas, criadas, y con familiares directos establecidos en cualquier punto del territorio estadounidense, ya desvinculados del lar nativo, lamentablemente destinados a no remesar con la intensidad y compromiso de sus antecesores. El primer paso en educación debe darlo el Estado dominicano. Hagámoslo.

 

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