El Abril del 65 y la década de los 60 (2)
Por César Pérez
Nuestro abril del 65 discurrió en una década convulsa en desventajosas condiciones: iniciamos la lucha política justo al inicio de la década en que terminaba una dictadura que sumió al país en un profundo y prolongado manto de oscuridad e ignorancia. Apenas 4 años después tuvimos una insurrección ahogada por una intervención militar extranjera a la que siguió el exterminio selectivo de opositores y la lucha contra el régimen de Balaguer.
Algunos amigos me han sugerido la ampliación de algunas ideas fuertes del anterior artículo, entre otras, cómo se manifestó el mayo del 68 en esta parte del mundo y el cambio en su política internacional del gobierno cubano a finales de los 60 y su impacto en el movimiento de izquierda de la región. Esto último me recuerda esta especie de constancia/sentencia: las revoluciones triunfantes de alguna manera terminan obstruyendo la revolución en sus países circundantes. Fue lo que en cierto modo sucedió con la bolchevique en los años en que Alemania, Italia y en gran medida Francia, vivían una situación de auge del movimiento obrero y sindical que para alguno era el preludio de grandes revoluciones en Europa.
Fueron las revoluciones que Lenin y Trotsky entendían imprescindibles para salvar la que acababan de iniciar en Rusia. Por diversas razones estas no llegaron y se impuso la idea, posteriormente demostrada inviable, del socialismo en solo país. En su momento, la alta dirección cubana creía que para consolidar la suya era necesario el surgimiento de otras en la región e incluso en lugares tan apartados como África. Tampoco estas llegaron. En ese intento, el Che fracasó en África, específicamente el Congo, terminando su vida de revolucionario en Bolivia en octubre de 1967. A finales del 69, Cuba inició el fatídico intento de producir 10 millones de toneladas de azúcar de caña, provocando que todas los recursos y fuerzas del país se concentraran en la consecución de ese objetivo.
Por consiguiente, las estructuras productivas y político/administrativas del país funcionaron en torno a esa apuesta, movilizando toda la sociedad, machete en manos, para el corte de caña. Se dislocó la producción agrícola y pecuaria, tierras no apta para producir caña, incluyendo las arroceras, se dedicaron a ese proyecto, abriendo una herida, a la postre mortal, para la economía del país. La zafra terminó a mediado de 1970, dejando una sociedad exhausta, con una economía dislocada, aún en shock por la muerte del Che y con el fracaso de algunos movimientos guerrilleros de la región. En esas condiciones y por razones de geopolítica, Cuba no podía apoyar militarmente a unas izquierdas, principalmente las dominicanas que, conscientes o inconscientemente, en ella afondaron sus anclas de referencia y de esperanza para sus proyectos.
Ese país inició la década del 70 con debilidades económicas y estructurales insalvables que le impedía ayudar sustancialmente en el plano militar a las izquierdas de la región. Eso sí, jamás retrocedió en su solidaridad generosa con ellas en varias e importantes vertientes. En cuanto al movimiento del 68, quien fuera una prestigiosa dirigente del PCI: Rossana Rossanda, dice en su autobiografía que, de hecho, este se inició en 1967 en las facultades de arquitectura de Turín y Venecia y con la ocupación de la escuela de sociología en Trento, Italia, a finales de ese año. Italia no tuvo un solo mayo, el suyo se mantuvo hasta mediado del 75, extendiéndose en gran parte de Europa y, con esencias y matices diferentes, en nuestro continente.
En esta región, la década de los 60 fue de grandes luchas contra gobiernos de fuerza y dictaduras, de auge del pensamiento crítico en las que el movimiento estudiantil de matriz católica, marxista y de centro jugaron un rol político/organizativo de primera importancia. No tuvo ese rol básicamente contestario y de condena/enfrentamiento a todo lo considerado social, ideológico y político obsoleto que tuvo el llamado mayo francés. Los movimientos de protestas en esta región se vincularon de otra manera con los partidos y movimientos políticos. Para ellos, la referencia y vinculación sentimental de la revolución cubana fue sólida, muy diferente al relacionamiento que tuvo el europeo con el socialismo tipo soviético y los partidos vinculados a este, fuertemente enraizados en la clase trabajadora y en el mundo de la cultura.
Las luchas por la libertad y los derechos civiles de los estudiantes de la universidad de Berkeley, California, se expandieron al igual que las luchas del movimiento negro de EEUU en esa década, además las del movimiento estudiantil mexicano por la libertad y contra la celebración de las olimpíadas en su país. Es posible que estos movimientos tuvieron mayores reflexiones teóricas sobre la práctica política sobre los partidos y un relacionamiento menos conflictivo con estos que el movimiento del 68 en Europa. En nuestro país, esas reflexionen teóricas y producción de propuestas impactaron en sectores de izquierdas, pero son difícilmente identificables en la generalidad de estas. Siguieron inmersas en sus divisiones y pendencias políticas/ideológicas
Finalmente, nuestro abril del 65 discurrió en una década convulsa en desventajosas condiciones: iniciamos la lucha política justo al inicio de la década en que terminaba una dictadura que sumió al país en un profundo y prolongado manto de oscuridad e ignorancia. Apenas 4 años después tuvimos una insurrección ahogada por una intervención militar extranjera a la que siguió el exterminio selectivo de opositores y la lucha contra el régimen de Balaguer. Demasiado conflictos para una izquierda sin experiencia política en un clima mínimamente democrático y con limitada formación política/cultural. Seguiré esta cuestión en la próxima entrega.