El bienestar mundial está bajo amenaza
Por Alfredo Zaiat. En estos dos últimos años, la pandemia COVID-19 y los conflictos como el de Rusia y Ucrania, han provocado una fuerte alteración en el funcionamiento de la economía global. La destrucción de riqueza mundial ha sido impactante en este período.
Si bien ha habido una recuperación económica desigual en 2021, el deterioro mundial es innegable, a lo que se le agrega las pérdidas por catástrofes medioambientales derivadas del cambio climático por la intervención humana en la naturaleza.
En este contexto crítico se publicó el último informe del Banco Mundial sobre la riqueza total mundial.
Esta es definida del siguiente modo:
Capital producido: medios de producción, maquinaria.
Capital de recursos naturales renovables y no renovables: la tierra, los bosques, el agua, los recursos minerales.
Capital humano: la fuerza de trabajo humana.
Activos externos netos en poder de cada país.
La riqueza es la acumulación de productos y actividades que satisfacen las necesidades humanas. Es decir, la acumulación de bienes de uso. Y esos bienes de uso incluyen tanto los recursos naturales como los productos y servicios generados.
El Banco Mundial ha tratado de medir la riqueza global en base a esos criterios. En ese informe proporciona un análisis de las cuentas de riqueza del mundo que abarca 146 países, con datos anuales de 1995 a 2018.
El reporte contiene la estimación del conjunto más amplio de activos cubiertos hasta el momento, incluido el valor de los recursos humanos, capital desglosado por género, así como muchas formas diferentes de capital de recursos naturales, que abarcan minerales, combustibles fósiles, bosques, pesca marina, entre otros.
Distribución desigual
En base a estos criterios estimó que la riqueza total mundial creció 91% desde 1995, alcanzando los 1152 billones de dólares.
Todos los países agrupados por niveles de ingresos experimentaron un aumento de la riqueza total y la riqueza per cápita durante el período. Pero con una marcada desigualdad.
El desempeño más fuerte se encontró entre los países de ingresos medianos altos, que tuvieron aumentos en la riqueza de más de 200% entre 1995 y 2018.
Los países de bajos ingresos experimentaron un crecimiento de la riqueza per cápita menor que el promedio mundial, un 22% en comparación con un 44%. Entre 1995 y 2018, la participación de los países de bajos ingresos en la riqueza mundial aumentó sólo de 0,5% a 0,6%.
El desempeño de los países de ingresos medianos bajos fue mejor, aumentando su participación de 5% a 7% para 2018. Pero este grupo sólo lo logró por el desempeño de China. La participación de esta potencia en la riqueza total mundial se incrementó de 7% en 1995 a 21% en 2018.
El Banco concluye que «esto significa que los países de bajos ingresos se están quedando cada vez más rezagados con respecto al resto del mundo, creando una divergencia significativa en la riqueza mundial por persona». Esta es una prueba más de que no hay convergencia entre países ricos y pobres a nivel mundial.
Riqueza per cápita
La riqueza per cápita creció de 111.174 a 160.167 dólares en ese período. Esto representa una tasa real de crecimiento del 2% anual.
Pero 26 países vieron una disminución o estancamiento en la riqueza per cápita a medida que el crecimiento de la población superó el crecimiento neto en el valor de los activos, especialmente en el África subsahariana.
Entre 1995 y 2018, la riqueza mundial creció 91%, pero la población aumentó 32%, por lo que el aumento neto de la riqueza per cápita fue sólo de 44%.
La riqueza per cápita creció más rápido en los países de ingresos medios, aumentando su participación en la riqueza mundial, pero el mayor crecimiento se produjo en los países de ingresos medios altos (179%), en parte debido a China. Los países de bajos ingresos aumentaron su riqueza total en casi un 132%, más que los países de altos ingresos de la OCDE o el promedio mundial, pero sólo en un 22% per cápita porque el crecimiento de la población fue más alto en esos países.
Persisten grandes disparidades en la riqueza per cápita en todo el mundo. En promedio, una persona en un país de la OCDE estaba implícitamente dotada con 621.278 dólares en riqueza al nacer en 2018. Para una persona nacida en un país de bajos ingresos, la estimación fue de sólo 11.462 dólares.
Diferencia entre riqueza y PIB
La riqueza de las naciones como el PIB son indicadores que tienen la intención de representar el bienestar material de un país. El Banco Mundial considera que la “contabilidad de la riqueza, el balance de un país, captura el valor de todos los activos que generan ingresos y respaldan el bienestar humano».
En cambio, explica que «el Producto Interno Bruto [PIB] indica cuánto ingreso monetario o producción genera un país en un año».
Por lo tanto, la riqueza indica el valor de los activos nacionales subyacentes y, por lo tanto, las perspectivas de mantener y aumentar ese ingreso a largo plazo.
El PIB y la riqueza son indicadores complementarios para medir el desempeño económico y brindan una imagen más completa cuando se evalúan en conjunto la situación relativa de bienestar de los países.
Al monitorear las tendencias de la riqueza, es posible determinar si el crecimiento del PIB se logra mediante la creación de activos de capital, lo cual es sostenible a largo plazo, o mediante la liquidación de activos, lo cual no lo es.
«La riqueza debe usarse junto con el PIB para proporcionar un medio de monitorear la sostenibilidad del desarrollo económico”, aconseja el Banco Mundial.
Si el aumento del PIB se genera a expensas de la disminución de la riqueza per cápita, entonces la prosperidad será insostenible. El crecimiento económico erosionará de ese modo su propia base.
Por lo tanto, la medida del cambio en la riqueza per cápita a lo largo del tiempo es quizás la métrica más importante a considerar además del PIB y, según el Banco Mundial, proporciona una forma práctica de realizar un seguimiento de la sostenibilidad.
Amenaza al bienestar general
El reporte advierte que «el bienestar material está amenazado: por la explotación insostenible de la naturaleza, por la mala gestión y la mala valoración de los activos que componen la riqueza nacional, y por la falta de acción colectiva a nivel local, nacional y regional».
A pesar de una expansión global en la riqueza total per cápita entre 1995 y 2018, muchos países se encuentran en un camino de desarrollo insostenible porque su capital de recursos naturales, humano o producido se está agotando.
En países donde el crecimiento del PIB se logra consumiendo o degradando activos a lo largo del tiempo, por ejemplo, mediante la sobrepesca o la degradación del suelo, la riqueza total está disminuyendo.
El Banco Mundial admite que «aunque aún se desconocen los efectos completos y duraderos de la pandemia de COVID-19, la recesión económica resultante y el desempleo asociado y la pérdida de ingresos ya han retrasado el progreso a largo plazo en la reducción de la pobreza, especialmente en países de bajos ingresos».