El capitalismo aísla y paraliza a los sujetos

Por Armando Almánzar Botello

«Los sujetos, en este sistema capitalista de nuestros días —lo más perverso, injusto y violento que ha conocido la humanidad hasta próximo aviso— se ven reducidos a la inercial, despolitizada, hipócrita y reactiva subjetividad neoliberal, insolidaria, consumista y egocéntrica. Las llamadas redes sociales virtuales refuerzan esa tendencia hasta bordear lo realmente patológico. Ahora todo está regido por un “mandato perverso al goce” como falso testimonio de una supuesta práctica de la libertad.» Armando Almánzar-Botello

«El “mandato al goce” desenmascara el hedonismo neoliberal capitalista: «¡Goza siempre, aunque hayas robado vilmente el objeto de tu goce!» Armando Almánzar Botello

«La axiomática brumosa del gran capital financiero y pseudofilantrópico, a través de la biopolítica edulcorada como psicopolítica digital, propaganda y spot publicitario, continúa produciendo endeudamiento, construyendo modelos de vida y falsas jerarquías, produciendo muertes y golpes de Estado bajo inéditas modalidades. Sus dispositivos reales funcionan de un modo proliferente, flexible, maquínico, en apariencia libertario, pero nunca trazan las líneas de fuga que conducen al campo de inmanencia que impide la segmentarización gregario/individualista de lo social. El capitalismo promueve, más bien, la fragmentación homogeneizante, la dispersión sin retorno que impide el advenimiento de nuevas modalidades de vínculo ecológico e interhumano, de solidaridad con el otro y con lo otro, de cum pluridimensional, de “nosotros político” en capacidad de enfrentar la mera “cohabitación” por desdiferenciación y homologación, las nuevas formas de autoexplotación y la persistente explotación clásica, tradicional.» Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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LA VIRTUALIDAD CIBERNÉTICA CORROE LA COMPLEJIDAD INDECIDIBLE DEL DIÁLOGO Y EL VÍNCULO SOCIAL

«Existen sutiles deslindes, precisas distinciones y parciales coincidencias entre aquello que Jacques Derrida caracteriza como “nexo social”, por un lado —tensión entre la violencia de la “banda de dispersión originaria” y la contraviolencia normativa del contrato social como “contrabanda de concentración”— y, por el otro, aquel registro que Jacques Lacan concibe para el sujeto convencional de la normalidad-neurosis como disfrute del “vínculo lingüístico que hace lazo social” —el discurso de semantemas ordenados lógica y sintácticamente—, instancia de la que no participa el psicótico aunque también goce, desvinculado de la norma gramatical y del “yo (je) como embrague, shifter o dispositivo simbólico”, de la socialidad pre o translingüística de la “lalangue” lacaniana. Esta última —lalangue: “lalengua”— debe ser entendida como nodriza platónica y campo de pura productividad semiótico-matricial, como terceridad anterior a los opuestos y resonancia-disonancia interválica que rompe con los deslindes netos del binarismo metafísico y de la ontología de la presencia.» Armando Almánzar-Botello. 6 de mayo de 2020. © Santo Domingo, República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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NORMAS COMUNITARIAS PERVERSAS: EL ALGORITMO Y LA RENTABILIZACIÓN DE LA VULNERABILIDAD DEL USUARIO* (Breves apuntes sobre la destrucción del vínculo social)

Por Armando Almánzar-Botello

«La informatización de las sociedades puede convertirse en el instrumento “soñado” de control y de regulación del sistema de mercado, extendido hasta el propio saber, y exclusivamente regido por el principio de performatividad. Comporta entonces inevitablemente el terror.» J. F. Lyotard: La condición postmoderna
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En el sistema de mercado, el riesgo, la imprevisibilidad, la incertidumbre y la vulnerabilidad son transferidos al usuario, al ciudadano entendido como simple y despotenciado consumidor, y puestos al servicio de la maximización de beneficios por parte del gran capital corporativo, informático y computacional.

En este contexto no “estamos en manos de los algoritmos”. ¡No! Estamos, a través de un cierto uso de los algoritmos, en manos de los agentes inescrupulosos del gran capital.

En tanto que un sistema holístico (por ejemplo, el “complejo militar-industrial”, o, ahora, el armazón “financiero-cibernético”) tiende a operar reduciendo y controlando al máximo su incertidumbre —la opacidad, la contingencia, el azar y la distorsión que pueden desencadenar inestabilidad funcional y pérdidas—, así también, de una forma simétrico-inversa, rentabiliza los riegos e incertidumbres de los ciudadanos y usuarios de ciertos servicios —«turbulencias», riesgos e incertidumbres cuya «reducción» viene a depender de las “reglas de seguridad” que ofrece el mismo sistema (desde la clásica vigilancia policial y panóptica, hasta la vigilancia líquida, focalizada, banóptica y sinóptica).

Así, la plataforma de Facebook (Meta) ofrece «gadgets» de seguridad como «Meta Verified» que constituyen un redoblamiento de la real privatización del servicio.

La plataforma, no conforme con obtener el beneficio de los anuncios publicitarios que circulan por las redes y que los usuarios consumen, y de hacer un uso —en ocasiones ilícito—, de la inteligencia común o colectiva, rentabiliza la vulnerabilidad de los perfiles al ofrecer un servicio en el cual se ve implicada una labor que, suponemos, la plataforma de marras debe realizar sin cobro adicional: la máxima protección de la cuenta de cada usuario y la mejor ayuda o asistencia técnica cuando este la requiera.

No digo que las penalizaciones a las que se ven sometidos los usuarios de la plataforma por supuestas violaciones de las normas comunitarias (desnudos, noticias falsas, amenazas a la ciberseguridad, etcétera) sean solo el resultado de las denuncias prejuiciadas o malignas realizadas por la mala fe o la ignorancia de sujetos particulares y perversos, no.

El algoritmo interviene automáticamente allí «retro-alimentándose» con la naturaleza y cantidad de las posibles denuncias, pero reforzando una vigilancia o control de las publicaciones denunciadas que no se corresponde con el carácter o contenido de estas.

La mayor prueba de la arbitrariedad del algoritmo es que publicaciones sin direcciones electrónicas externas (que podrían contener virus) ni contenidos o imágenes que puedan vulnerar las normas comunitarias, son aleatoriamente eliminadas después de circular durante años por la plataforma, “aduciendo el sistema” supuestos motivos de ciberseguridad o razones morales inválidas (tales como confundir una “mano” con “cuerpos desnudos con las piernas entreabiertas”, por ejemplo).

Este indudable carácter “caprichoso” de las penalizaciones puede ser indicativo de dos cosas: 1) un atraso técnico en el uso justo y correcto de la inteligencia artificial, o 2) una interacción “dialéctica” entre denuncia infundamentada y “veredicto” del algoritmo “ciego”, dinámica oculta que tiene como beneficiaria económica a la plataforma, en tanto y cuanto el usuario perjudicado tiende a buscar, en el afán de preservar su cuenta, una mayor protección interna pagando por mecanismos de vigilancia y control anti-hackers tales como «Meta Verified».

Aquí estaríamos en presencia de ataques «autoinmunes» (Jacques Derrida) o atentados de «bandera falsa» contra los intereses del usuario. Esta violencia puede estar desencadenada por ciertas personas enemigas que desean producirle un daño al usuario, también por ciertos individuos bajo contrato y beneficiarios del truco, y hasta por programas informáticos al servicio de una rentabilización del terror, de las duras y voraces medidas tomadas por el sistema.

El sistema de mercado viene hoy a imponer el máximo de transparencia y vulnerabilidad para los sujetos-usuarios de los servicios, junto al máximo de opacidad, protección y encubrimiento de los muchas veces espurios intereses del gran capital.

El fascismo privatizador neoliberal, en su afán de maximizar beneficios bordeando en ocasiones lo ilegal y lo injusto, reviste múltiples formas o modalidades en esta postmodernidad inicua.

Armando Almánzar-Botello

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Viernes 3 de noviembre de 2023

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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ADENDA:

«Lo que Jean-François Lyotard denomina “terror del sistema”, por la pura o simple absolutización del principio de performatividad o de mera eficacia, comporta una cohabitación por desdiferenciación entrópica.» Armando Almánzar-Botello
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Blog Otros Textos Mutantes
Viernes, 4 de mayo de 2018

¿PSICOPOLÍTICA versus BIOPOLÍTICA? Breves reflexiones previas a la lucha sin cuartel

«En el fondo, a Chul Han le place esmerarse en demostrar cómo el capitalismo es en su estructura contemporánea. Y nunca encontramos en él ni siquiera un esbozo, por problemático que sea sobre la propuesta de una lógica emancipatoria. Por ejemplo, en su último Topología de la violencia, se sumerge en Freud para terminar afirmando que su construcción teórica solo es válida para las “sociedades disciplinarias” y que ha quedado obsoleta en las sociedades de “rendimiento neoliberal”. Lógicamente no acuerdo con esto. Si bien es cierto que Freud elaboró su teoría en el tiempo de las sociedades disciplinarias, el inconsciente que emerge no se reduce a un tiempo histórico y menos el Superyó del que Chul Han se ocupa especialmente. La producción de una subjetividad neoliberal en el dispositivo de rendimiento que la sitúa siempre en un más allá ilimitado del principio de placer solo es explicable por la coerción del superyó, su engendramiento de culpa y necesidad de castigo, que el neoliberalismo coloniza con sus dispositivos. Sostener, como hace Han, que en el neoliberalismo ya no hay inconsciente, es confundir el plano óntico-empírico de la producción de subjetividades, con la brecha, la ruptura ontológica que el sujeto dividido del inconsciente implica. Una vez más, no todo es apropiable por el Capital, al menos si deseamos seguir pensando en lo político…» Jorge Alemán Lavigne, 2016

Por ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO

Esta nota podría llevar como cargante subtítulo: Byung-Chul Han o la erudita, entretenida, oportunista, estimulante, meticulosa y actual recapitulación, parcialmente despotenciada, conformista y casi políticamente inocua, del pensamiento postheideggeriano y postestructuralista…

El vigor de redescripción o reenunciación conceptual del joven pensador coreano en el contexto de la conversación filosófica contemporánea, va un poco más allá de la simple corrección hermenéutica, tal como podemos comprobar en múltiples contextos de su obra. Aporta puntos de vista relativamente originales, pero insuficientes.

Por ejemplo, en una cita que hace Byung-Chul Han de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, seminario 11 del pensador y psicoanalista francés Jacques Lacan, el surcoreano percibe correctamente la diferencia entre la categoría lacaniana de “mirada” (que inspira a Barthes el concepto de “punctum”) y la de “ojo que ve” (concepto transformado por Barthes en la idea de “studium”), pero no aborda con cabal pertinencia el problema del “apetito”, como apetito erótico del otro y de lo otro (en el subjetivo y en el objetivo del genitivo).

Las razones de este insuficiente análisis de la relación entre Eros, apetito, transparencia, brillo, refracción de la luz, fisura, mirada y ojo, estriba –a mi modesto entender– en el olvido relativo que padece el pensador surcoreano de las diferencias entre el brillo de la Cosa (das Ding, ekphanéstaton); la opacidad o punctum caecum que viene a encarnar la mirada como objeto “a”, como hueco y vacío causa del deseo, como lo atópico que se fuga frente a la visión epifánica de la imagen-pantalla, y, finalmente, el objeto “a” como “condensador de goce”.

Temo que sobre la superficie de este olvido-pantalla, como inocente “hacer olvidar y echar en el olvido”, se puedan condensar y erigir los pérfidos ideologemas “ingenuamente” voluntaristas, narcisistas, bifrontes y mercantiles que alimentan al tentacular, oportunista, presumido y asfixiante conformismo ilustrado.

Es preciso resaltar (lo que no hace el doctor y profesor Byung-Chul Han en su breve análisis) que la letosa-mercancía “pretende” secuestrar o capitalizar el “brillo aurático” de la pura presencia hilética identificada o confundida erróneamente con lo real-imposible, con ese que “no-cesa-de-no-escribirse”.

Este último “real sin ley” (Lacan) es diferente no solo de la letosa-mercancía como obturador, sino de lo real-contingente que “cesa-de-no-escribirse” y que sin embargo adviene de forma imprevista. (Véase: Byung-Chul Han, En el enjambre, Herder Editorial, Barcelona, 2017, pp. 45, 46 y 47).

Por otra parte, no entiendo como verdadera la idea de que una presunta “psicopolítica digital” ha desplazado a la “biopolítica” de control y gestión de poblaciones.

De hecho, la primera es un mero subconjunto de la segunda.

Además, resulta incorrecto y fuera de contexto el uso que hace Byung-Chul Han de la categoría “inconsciente colectivo” en la obra citada, pues pierde de vista el arrastre inevitablemente junguiano de dicho sintagma o categoría. El inconsciente colectivo-arquetípico de Jung no es el inconsciente simbólico de Freud. Más cónsono con sus citas de Jacques Lacan y Roland Barthes, Han debió hablar, quizá, de inconsciente de grupo, inconsciente social, étnico, cultural o civilizatorio, tal como lo hicieron Jacques Derrida, el mismo Barthes, Jean Baudrillard… o etnopsicoanalistas como Georges Devereux y François Laplantine…

Marc Augé, el antropólogo y etnólogo de los lugares y no lugares, evita utilizar la categoría de inconsciente colectivo con todas las implicaciones metafísicas que comporta dicho sintagma en el pensamiento de Jung, y habla más bien de “la memoria y del imaginario colectivos”, confiriéndole todo su peso histórico, sociológico y psicoanalítico a esta constelación antropológica. El arquetipo junguiano, por el contrario, es un paradójico noema sustancializado sin correlato noético, el puro remanente de una ontología de la presencia, tal como había señalado Jean Reboul desde principio de los años sesenta: una esencia objetivada, sin proceso semiótico de producción pero afectada de un sentido fijo, ahistórico, atemporal, idealista, más que transhistórico o metacultural. Empleamos aquí este último concepto en un juego cartográfico, semántico y estratégico similar al que efectúa George Devereux cuando lo utiliza en sus teorizaciones de Etnopsicoanálisis complementarista.

En relación a nuestro rechazo de la idea de Han que declara el fin de la “biopolítica”, pensamos que la perspectiva foucaultiana de análisis biopolítico mantiene actualmente su plena operatividad. La fuerza de su vigencia debe obligar a la invención y puesta en marcha de nuevas modalidades de resistencia política.

La “tanatopolítica”, política de la muerte y reverso complementario de la biopolítica, opera hoy con más vigor destructivo que nunca.

Existe, más deletérea, sinuosa y programada que hace unos años, la manipulación bélico-financiera de los sujetos y las poblaciones.

Es urgente y necesario elaborar nuevas formas políticas de cuestionamiento, subversión resistente, desmontaje y transemiotización de los atractores extraños, de los falsos descentramientos y sutiles engañifas del gran capital financiero y su poder mutante y ubicuo. Este utiliza todas las vigilancias: panópticas, banópticas y sinópticas, para lograr su aplastante objetivo nihilista de instrumentalizar y someter la heterogeneidad de los sujetos.

El gran capital financiero y pseudo-filantrópico, a través de la biopolítica edulcorada como “psicopolítica digital”, propaganda y spot publicitario, continúa produciendo endeudamiento, construyendo modelos de vida y falsas jerarquías, produciendo muertes y golpes de Estado bajo inéditas modalidades. Sus dispositivos reales funcionan de un modo proliferente, flexible, maquínico, en apariencia libertario, pero nunca trazan las líneas de fuga que conducen al campo de inmanencia que impide la segmentarización gregario-individualista de lo social. El capitalismo promueve, más bien, la fragmentación homogeneizante, la dispersión sin retorno que impide el advenimiento de nuevas modalidades de vínculo ecológico e interhumano, de solidaridad con el otro y con lo otro, de cum pluridimensional, de “nosotros político” en capacidad de enfrentar la mera “cohabitación” por desdiferenciación y homologación, las nuevas formas de autoexplotación y la persistente explotación clásica, tradicional.

Descriptiva e ideológiamente, nos parecen muy reveladoras estas apreciaciones de Han:

«Hoy las imágenes no son solo copias, sino también modelos. Huimos hacia las imágenes para ser mejores, más bellos, más vivos. Sin duda no solo nos servimos de la técnica, sino también de las imágenes para llevar adelante la evolución. El medio digital consuma aquella Inversión icónica que hace aparecer a las imágenes más vivas, más bellas, mejores que la realidad, percibida como defectuosa.» Byung-Chul Han, ob. cit. p. 49.

En el párrafo anterior resultan indistinguibles el espíritu crítico que le debemos suponer al pensador de avanzada llamado a denunciar los riesgos padecidos por el último hombre del nihilismo pasivo en un mundo tecnológico globalizado, y el deslumbramiento del Mann que parpadea, heideggerianamente hablando, aturdido, infantilmente deslumbrado ante la exuberancia de la iconosfera tardomoderna, expresión virtual, tecnotelemediática, del Gestell como estructura de emplazamiento y dominio tecnológico programador.

No obstante, la solución para nuestros “epidémicos” estados depresivos no solo podemos cifrarla en una huida hacia lo virtual, en el consultorio “verboso” del psicoterapeuta o en la ingesta ritual y eucarística del phármakon psicotrópico aleve y bifronte suministrado por psiquiatra biológico (sacerdotal instancia que participa del nuevo mito de lo real lacaniano degradado: lo neuro-real), sino en las formas insólitas, imprevistas, contingentes, de lucha política y de tácticas de transformación que pueden surgir en la virtualidad potencial de un nosotros en lucha incesante contra la voluntad abrumadora propia de los dominios.

Es muy oportuno resaltar que cuando se habla de “biopolítica” no solo se alude al viejo disciplinamiento y a los novísimos controles que se ejercen –de forma solapada o transparente–, sobre los cuerpos y las poblaciones, sino también –y con carácter especial–, a todas las modalidades físicas, virtuales, directas o indirectas, legales e ilegales, probadas o experimentales, tecnotelemediáticas e imponderables que los agentes beneficiarios de la axiomática del capitalismo utilizan con el objetivo de articular, afinar y programar los procesos de constitución, deconstrucción, desconstitución y reconstitución de la subjetividad y las mentalidades.

El potente y funcional cuasiconcepto foucaultiano de “gubernamentalidad”
(gouvernementalité) torna explícita esa vertiente “subjetiva” de la operatividad del control.

El discurso “biopolítico” no está agotado frente a una supuesta “psicopolítica digital”, como lo piensa en su libro En el enjambre, 2013, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, entre otros que meditan sobre las formas contemporáneas de vigilancia y control.

Suponerlo así podría conducir de “buena fe” a un mero intento de psicologización perversa del biopoder o de “naturalización” cínica de aquello que se dice criticar, tal como señaló en su momento el psicoanalista y escritor argentino-español Jorge Alemán Lavigne a propósito del discurso de Byung-Chul Han, a quien el pensador lacaniano relaciona con Francis Fukuyama y su misreading hegeliana del fin supuesto de la historia.

El biopoder debe ser entendido como ejercicio de una axiomática flexible y proliferante que pretende, bajo miles de máscaras y semblantes, ejercer un dominio y control de vocación totalizante, homogeneizante, sobre los recursos tangibles e intangibles del planeta, sobre las subjetividades, los cuerpos y las poblaciones.

Hay que luchar contra esa voluntad de dominio que aspira someter la libre vastedad de las comarcas. ¡Cada cual con sus armas, pero uniendo intereses, voluntades y deseos!

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14 de julio del 2016 (Texto ligeramente retocado).

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

BREVÍSIMA ADENDA

«…La es/ética del psicoanálisis no es una ética superyoica del goce (¡goza!, como falso imperativo categórico del Carpe Diem: banalidad del mal en el Discurso capitalista del Amo y su Mercado), sino una est/ética que apunta al goce a través de “la escala invertida de la ley del deseo” (Jacques Lacan).

El psicoanálisis nos concede también la libertad de no gozar, nos permite sustraernos al goce padecido que se reduce a una mera imposición o mandato superyoico; la experiencia analítica nos habilita para gozar de otro modo distinto al que implica dicho goce “mercadológico” del síntoma convencional: el ¡goza! en su calidad de compulsión y mascarada: el goce del consumismo (…)» Armando Almanzar-Botello

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2016

© Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
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* CAMBIO, INNOVACIÓN, PARALOGÍA

Por Armando Almánzar-Botello

«La informatización de las sociedades puede convertirse en el instrumento “soñado” de control y de regulación del sistema de mercado, extendido hasta el propio saber, y exclusivamente regido por el principio de performatividad. Comporta entonces inevitablemente el terror.» J. F. Lyotard: La condición postmoderna
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En la economía capitalista flexible y postindustrial —concebida como sistema holístico que se rige por el principio de performatividad, eficacia, maximización de beneficios o rendimiento óptimo, es decir, máxima producción con mínimo de gasto o esfuerzo—, ¿cómo hacer rentable lo impredecible?

Formulando la pregunta de un modo todavía más explícito y concreto: ¿Cómo hacer económicamente beneficiosas la flexibilidad organizacional de una empresa y la fuerza disruptiva de la innovación?

En un paradigma de gestión empresarial postfordiano y postaylorista, aquel que rompe con la rigidez y la jerarquía tradicionales, ¿cómo aprovechar al máximo la movilidad, el flujo, el cambio permanente de las estructuras institucionales?

La innovación es el cambio asimilado por el sistema con miras al mejoramiento de su performance, desempeño o eficiencia. El incremento de dicha eficiencia está correlacionado con un mayor nivel de competitividad en el mercado, que se traduce a su vez en maximización de beneficios.

La «innovación» no es la exposición indiscriminada de una empresa al “afuera” indeterminado de los acontecimientos contingentes. No es tampoco el cambio como pura diferencia o paralogía (J-F Lyotard). Ella es más bien la creatividad tecnocientífica mensurada, domesticada, filtrada por una axiomática de la rentabilidad.

Ese proceso precautorio y causal, atrapado necesariamente en una geometría logocéntrica de la ponderación del éxito y el fracaso, despoja en este contexto a la invención de la fatalidad salvaje de la contingencia y del horizonte ético de lo impracticable.

¿Cómo se transforma entonces la innovación en factor clave de competitividad y de éxito?

Sabemos que la innovación y la flexibilidad traen como consecuencia inevitable un incremento significativo de la incertidumbre, unos índices mayores de imprevisibilidad e inestabilidad del sistema.

A pesar de las falsas certezas de la visión sistémica/holística, las teorías del caos, las catástrofes y la complejidad han mostrado, que a mayor conocimiento del sistema mayor es el grado de incertidumbre irreductible y paradójica con respecto al mismo.

Armando Almánzar-Botello

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2000

Breve fragmento del ensayo «Mercado Innovación y Pensamiento del Exceso» © Armando Almánzar-Botello, 2000, Santo Domingo, República Dominicana

® Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo República Dominicana. Reservados todos los derechos de autor.
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INQUIETUDES MICROFINANCIERAS DE UN POBRE CLIENTE POCO AVISPADO EN EL USO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS VIRTUALES

Por Armando Almánzar-Botello

«La informatización de las sociedades puede convertirse en el instrumento “soñado” de control y de regulación del sistema de mercado, extendido hasta el propio saber, y exclusivamente regido por el principio de performatividad. Comporta entonces inevitablemente el terror.» J. F. Lyotard: La condición postmoderna
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En la República Dominicana padecemos de cierto esnobismo cibernético. Todavía no hemos garantizado bien los protocolos “físicos” y las normativas que regulan algunos contextos institucionales, cuando ya, cyborgs postmodernos al fin, queremos virtualizar procesos y sentir que somos y seremos vanguardia en el metaverso. Sin lugar a dudas, esta “artefactualización y “actuvirtualización” de procesos (Jacques Derrida) ha resultado funcional, operativa y rentable en determinados casos, áreas e instituciones de la vida societal, pero no siempre al servicio real de los pequeños clientes o usuarios del gran sistema informático del mercado.

¿Se justifica que una institución bancaria del sector privado, debida o supuestamente acreditada, suministre informaciones discordantes en lo relativo a los gastos realizados por un cliente que utiliza su tarjeta de crédito en determinado período del mes?

¿Es comprensible que un empleado de dicha institución bancaria te ofrezca regularmente, desde la pantalla de su terminal electrónica, una información sobre la disponibilidad de capital para consumo con la que cuentas en tu tarjeta, que resulte menor, en más de un 80 %, a tu disponibilidad real?

¿Se justifica el “error” de informarte que has consumido una suma muy superior a la que luego se comprueba que realmente consumiste?

¿Se justifica que cuando a “boca de ventanilla” preguntas por el total de tu deuda a saldar, para pagarla, el cajero te ofrezca una información incompleta y luego te llamen del banco para decirte que “cuides tu hoja de crédito”, que debes un remanente de la cantidad total que debías pagar y al que ya se le sumaron intereses por mora?

¿Se justifica que cuando solicites en la referida institución un estado de cuenta en el que se desglosen tus consumos en el mes, el Sistema Informático siempre “esté lento” y no puedas obtener por esa vía la información que requieres?

¿Se justifica por motivos gerenciales, informáticos, financieros o éticos que cuando, inconforme con los datos que te suministran, pidas hablar con la máxima autoridad de esa sucursal del banco, una nueva cajera que “desea ayudarte” y esclarecer la situación entonces te revele los datos reales de tus niveles de consumo, los que ahora vienen a coincidir, yo diría que sospechosa y exactamente, con los que refleja la aplicación electrónica del mismo banco y que te sirve de referencia para controlar tus gastos con la tarjeta?

¿De qué sirve la aplicación móvil que te informa de inmediato sobre tu consumo con la tarjeta y la disponibilidad con la que cuentas, si dicha información no coincide con la que luego te suministra, in situ, una persona empleada como informante o cajero de la misma institución?

¿Qué pasa si el cliente acepta tales alarmantes irregularidades y no denuncia ante la Superintendencia de Bancos lo que constituye una violación de los derechos a información completa del tarjetahabiente, por no decir un robo de “buena fe” que podría desacreditar el prestigio de toda una institución bancaria?

Por otra parte, la “descentralización” institucional que comporta el llamado “call center” en el mundo de las operaciones y telecomunicaciones financieras, ¿no viene a ralentizar ciertos procesos, a producir una suerte de “histéresis de circuito”, a crear una nueva ciberburocracia que solo favorece a los bancos y establece los criterios de la llamada “transparencia cibernética” exclusivamente a favor del gran capital pero en perjuicio del pequeño cliente, del pequeño ahorrante para el que solo hay “opacidad de pantalla” en su intento de visualizar sus mejores y verdaderos intereses?

Me formulo estas preguntas desde mi curiosidad ingenua, mi gran ignorancia y mi extrema vulnerabilidad.

Armando Almánzar-Botello

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Jueves, 8 de junio de 2003

Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.
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LA CITA “FALSA” Y EL LECTOR IGNOTO…

Por Armando Almánzar-Botello

«Nosotros no jugamos con las palabras, sino que la esencia del lenguaje es la que juega con nosotros.» Martin Heidegger: “¿Qué significa pensar?”, pág. 118
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¡Y pensar que proliferan los sujetos esnobistas (generalmente “eruditos” a la violeta cibernético-virtual) que comprueban o confirman —utilizando Google o cualquier otro motor de búsqueda—, la eventualmente “dudosa veracidad” (para ellos) de ciertas citas o menciones!

Si la cita no figura online, no se atreven a reconocerla como legítima; si la misma referencia (que puede ser de un “grande archifamoso” y estar formulada exactamente igual a como aparece en alguna de sus obras) se mira calzada (como trampa) por la firma de un “no-ilustre” o por el propio sujeto común u “ordinario” que la transcribe, tampoco es reconocida y aceptada en su valor estético real o en su potencia de penetración cognoscitiva.

Este género de lector ignora a “Juan” o a “Pedro” si estos transcriben de modo anónimo, “sin firma”, un fragmento genial de algún texto de Platón, San Agustín, Plotino, Spinoza, Kant, Hegel o Heidegger, por ejemplo, fragmento que no sea fácilmente localizable en la Internet, pero validan y alaban los supuestos “decires” ejemplares o “paradigmáticos” de un García Márquez, de un Darwin, un Freud, un Marx, un Nietzsche o de un Einstein falsos, personajes estos últimos colocados por la “creativa” chabacanería virtual en el rol de simples enunciadores de verdades perogrullescas y de puros datosos resonantes disparates.

Se trata, en la mayoría de los casos donde se advierte de un modo asombroso esta lamentable miopía selectiva, de una severa limitación reflexiva del lector. Ella implica no solo los ámbitos cognitivo y ético de este, sino hasta su cierto grado de escepticismo ante los discursos del “otro”: esos discursos que no se ven avalados de inmediato por la doxa, los lugares comunes y la simple intuición.

Dicha suspicacia participa con frecuencia de unas muy bien maquilladas o inconscientes “megapretensiones” intelectuales del lector, basadas en graves “errores de autodiagnóstico” en lo atinente a su propia formación, a sus niveles de inteligencia y a su efectiva jerarquía espiritual.

En otros casos, la genealogía de dicha conducta puede remontar al freudiano “narcisismo de las pequeñas diferencias”, a simples celos o envidias con relación a “lo próximo”, sentimientos constitutivos y típicos de algunas minusvalías y complejos psicosociales mal canalizados. ¡Necesitamos más y mejor educación en nuestras escuelas y universidades!

Como bien señaló Umberto Eco, estos fenómenos de “estupidez colectiva” o de simple impermeabilidad cognitiva, se pueden observar en la Internet (particularmente en la blogosfera y en redes sociales como Facebook) en su carácter de Zona espectacular parcialmente “despotenciada” por el Marketing, por la “desublimación represiva”, por la autocensura de los usuarios, por la vigilancia panóptico-banóptica, y en la que, por estos motivos, entre otros, muchas veces no se manifiesta en puridad el genuino espíritu “insurreccional”, “subversivo”, “culturizador” o auténticamente libertario de aquello que Hakim Bey denominó, en 1991, lo “Temporalmente Autónomo”.

Muchos de los seguidores de Bey se vieron precisados a reconocer, con posterioridad al optimista ensayo de este publicado a principio de los noventa, que la Internet, en tanto que Zona definida inicialmente por el teórico ciberanarquista estadounidense como Temporalmente Autónoma con respecto a los poderes —si alguna vez fue o pudo ser tal cosa—, desde hace lustros se ve de hecho convertida en un duplicado virtual o cibernético de las estratificaciones, estrías, dominios, hegemonías, segregaciones, vigilancias estatales e intereses de las grandes corporaciones y del crimen organizado, instancias todas que operan en el mundo concreto de la “realidad física”, económica, ideológica y político-social.

Esos mundos que se manifiestan en las redes se constituyen en realidades codificadas, sobredeterminadas y comandadas por el Gran Capital y todos los renovados recursos del Biopoder. También lo son por el molar individualismo/gregarismo de la masa o el rebaño, y, en menor intensidad, por las líneas de fuga moleculares de la “manada y sus constelaciones cambiantes y no totalizables”, o por la “banda” insurreccional y libertaria de los sujetos procesuales. Estas últimas categorías, inspiradas por el filósofo francés Gilles Deleuze (quien a su vez se inspira en el Elías Canetti de “Masa y Poder”), Hakim Bey las utiliza como recursos conceptuales que podrían permitir la intelección y el seguimiento de un cierto devenir “tribal” de la familia nuclear burguesa, con miras a facilitar que dicho espacio histórico de producción de subjetividad, profundamente sacudido y transgredido por las prácticas políticas de los sujetos y sus cuerpos deseantes, transmute y se abra en el conflicto a otras estructuras, a nuevas relaciones necesarias entre dispersión y concentración, inestabilidad y estabilidad, localidad y globalidad, banda y contrabanda, contingencia y equilibrio programático, entendida esta serie compleja de tensiones como vendajes necesarios entre lo uno y lo múltiple…

Y claro, existen los que realmente piensan y justiprecian el objetivo valor crítico de lo transmitido, independientemente de la persona y del real o supuesto prestigio del autor de los mensajes… Pero estos últimos lectores, lamentablemente, resultan ser a la fecha muy escasos.

Copyright © 2016. Armando Almánzar Botello. Reservados todos los derechos de autor. Santo Domingo, República Dominicana.
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LAS REDES SOCIALES VIRTUALES COMO CAMPO INSTITUCIONAL PROYECTIVO Y LÍQUIDO (Notitas)

Por Armando Almánzar-Botello

Es real el proceso de identificación proyectiva de muchos sujetos con la plataforma de Facebook, hasta el extremo de que llegan a renegar de los propios familiares y amigos.

El “nosotros” lo define aquí eso que Alain Badiou denomina la fraternidad-terror, contrato basado en la ciega “empatía” simple con lo semejante: lógica empobrecedora que actúa por homologación de lo distinto.

Esa “fraternidad-terror” en lo virtual debe ser entendida como lecho de Procusto mutilante que opera sobre cualquier valor afectivo, ético, intelectual o crítico, cuando este desborda ciertos márgenes de supuesta seguridad o certeza apodíctica:

“¡No me conviene ser amigo de algunos de mis equivocados “(n)amigos”!»…

“Debo sacar plusvalía a lo verosímil político y a la conveniencia”…

En nota aparecida en Facebook el 29 de diciembre de 2011, dije:

«He aprendido en las redes sociales algo muy “hermoso” y simultáneamente terrible: siento que esta forma de “virtualidad interactiva” puede contribuir poderosamente a tejer y deshacer de un modo acelerado, líquido, vertiginoso, quizá excesivamente fluido, nuestra subjetividad constituyente; puede dolernos, enfermarnos, (de)formarnos, curarnos, hacernos adictos a sus protocolos o impulsarnos a bordear el delirio…

»Y más aún —de forma muy peligrosa, promisoria o imprevista—, esa virtualidad puede transformar radical e irreversiblemente la totalidad de nuestra existencia, las relaciones que sostenemos con nuestro cuerpo, con el otro, con nuestro pensamiento; ella puede alterar y contaminar, más rápida y aleatoriamente que la “comunicación convencional”, nuestro estatuto tradicional de sujetos en la trama del mundo…» © 2011. Armando Almánzar-Botello. Santo Domingo, República Dominicana.

También es muy común en los períodos de campaña político-partidista, que hasta ciertos familiares que supuestamente saben más que nadie cuál es la historia y naturaleza profunda de sus consanguíneos, se distancien de ellos por asumir perspectivas distintas de evaluación de los hechos, por razones político-pragmáticas, por simple oportunismo, por “racionalismo político” maquiavélico, por oscuro y mezquino ejercicio de una razón cínica y de un mero “enviar mensajes claros”… Eso está vinculado también al mundo de las redes sociales virtuales.

Me gusta, como hace Deleuze con la obra de Proust, “leer los signos” del malestar o del goce…

En tiempos de carnaval yo participo en la Fiesta con estusiamo dionisíaco, pero simultáneamente la medito, la pienso, la digiero, tal como lo hacía Antonin Artaud. ¡Creo en el Teatro de la Crueldad” artaudiano…

La “gran familia” facebookiana está dividida, y su división global, “glocal” y local (que no es reflejo siempre de auténtica multiplicidad o pluralismo mutante, generativo) resulta conveniente para los poderes establecidos, para las grandes corporaciones, para la axiomática capitalista. ¡Para la lógica oportunista del mercader!

En ese contexto lamentable no hay “nosotros” que no sea el de la pura conveniencia política personal. Esto acontece hasta en el caso de sujetos que sostienen una relación de transversalidad con ciertos poderes.

Vivimos una crisis del “vinculo social” despotenciado por la virtualidad y la espectralización telemediática, como decía Jacques Derrida.

En relación general con estos asuntos, me permito, transcribir otro fragmento de algo escrito por mí en el 2003:

«Las diversas instituciones del sistema capitalista “senil” (Samir Amin), patológico e inhumano, constituyen, en mayor o menor grado y en sus protocolos internos de funcionamiento (como bien lo demostró en el pasado siglo XX la psicohigiene y la psicología institucional de un José Bleger, por ejemplo), espacios proyectivos en los cuales los diversos sujetos-agentes efectúan procesos de producción y reparación simbólica de objetos y daños imaginarios, muchas veces vacíos de real significación macrosocial y de genuino valor para acrecentar las intensidades vitales de los sujetos.

»Allí, repetimos, en este campo institucional atroz, los sujetos actúan mecanismos de reparación fantasmática de lesiones psicosociales y se proponen la adquisición de supuestas insignias ideales de poder en un territorio de violencia obtusa e improductiva y de obsolescencia programada, cuya única finalidad es garantizar la permanencia del Orden más injusto y antidemocrático productor de falsa alegría afirmativa, meros valores reactivos, tristeza y sufrimiento generalizados (J. Lacan, J. A. Miller).

»No está demás recordar que dicho contexto institucional de ideología “pseudofamiliarista extendida”, de privilegios y grupismos-favoritismos, opera hoy como “territorialidad perversa y arcaica del artificio” (G. Deleuze) al servicio del gran capital financiero.

»En dicho recinto “familiarista” estallado se exalta, con más fuerza que nunca, la grotesca y descarnada lucha por la vida en una “atmósfera difusa de odio renegado” y asignación caprichosa de roles, máscaras y papeles en función de los intereses del Poder más inicuo y egoísta.»

Fragmento del artículo de Armando Almánzar-Botello: “La familia en crisis”. 2003, Santo Domingo, República Dominicana.

OTROS BLOGS DE ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO:

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