El costo de la guerra para el sionismo

José Ernesto Nováez Guerrero

La propaganda occidental suele presentar al ejército y al Estado sionistas como sólidas e invencibles maquinarias, que infligen golpe tras golpe a sus enemigos sufriendo apenas algunos percances menores. Una red de medios, canales de televisión, de Youtube y contenidos en otras redes reproducen una y otra vez el discurso que emana desde los centros de propaganda sionistas, un discurso duro, de vencedores, que amenazan a diestra y siniestra sin ningún temor a lo que puedan hacer sus enemigos.

Durante más de un año hemos visto imágenes terribles del horror desplegado por el sionismo contra el enclave costero de Gaza. A la devastación sin precedentes, se suma un exterminio sistemático e indiscriminado de la población palestina, pensado conscientemente para tornar inhabitable la tierra gazatí y continuar en ella el proceso de expansión colonial que durante décadas “Israel” ha llevado a cabo en todos los territorios palestinos.

Ahora el sionismo, en una evidente jugada de escape hacia adelante, ha abierto un nuevo frente de guerra contra Líbano y provocado peligrosas tensiones con Irán, con ataques directos entre ambos países, aunque aún de dimensiones reducidas. Asimismo, ha atacado a Siria e Irak, en una estrategia que busca claramente el desequilibrio regional.

Aunque tiene una relativa superioridad aérea y cuenta con el claro respaldo de los Estados Unidos y la OTAN, lo cierto es que el sionismo no es tan poderoso como pretende. Y tanto el conflicto en Gaza, como el actual enfrentamiento en curso con Hizbullah y, más tangencialmente, con Irán, han demostrado sus debilidades y el alto costo que tiene para una entidad colonial enfrentarse con enemigos altamente entrenados y equipados, muy diferentes de la valiente pero limitada lucha de un pueblo colonizado, cuya propia situación impone serias limitaciones a los recursos que puede desplegar en contra del enemigo.

Prueba evidente de su incapacidad para vencer es que a pesar de toda la brutalidad desplegada, incluyendo el asesinato sistemático de los líderes de la lucha palestina, Hamas y las otras organizaciones siguen en activo y causan sistemáticos golpes al invasor.

En una reciente protesta en Jerusalén, miles de personas se manifestaron en contra del gobierno de Netanyahu, exigiendo un acuerdo al conflicto en Gaza y la recuperación de los rehenes restantes. Esto es solo la cola de una larga estela de protestas que vienen estremeciendo al estado sionista desde por lo menos 2023. Evidencian el aislamiento político en el cual ha caído Netanyahu, apuntalado casi fundamentalmente por los sectores más radicales y supremacistas dentro del país. A esto se suma el creciente rechazo internacional a “Israel”.

Una reciente iniciativa diplomática impulsada por Turquía este 3 de noviembre, reclama la imposición de un embargo de armas y municiones al estado sionista, indicando que vender armas a “Israel” implica hacerse cómplices de genocidio. La iniciativa ya cuenta con el apoyo de la Liga Árabe, la Organización de Cooperación Islámica y de 52 países, entre ellos Sudáfrica, Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, México, Nicaragua, Noruega, Rusia, Senegal, Chile, Venezuela, Vietnam y Zimbabue.

Además del costo moral y político, la guerra ha tenido un alto costo económico para el sionismo. Según reporta World Socialist Web siguiendo declaraciones del Ministerio de Finanzas israelí, a fines de septiembre pasado el costo directo de la guerra había alcanzado los 29 mil millones de dólares. Desde entonces, la ofensiva contra Líbano y el conflicto con Irán han disparado aún más los costos, elevándolos desde 110 millones diarios hasta 135 millones. Asociado a esto ha habido una contracción de la economía israelí, se ha reducido drásticamente la inversión extranjera, ha entrado en crisis el sector de alta tecnología, uno de los más dinámicos y de mayor peso en el crecimiento del país y la industria turística está totalmente paralizada.

Para hacer frente a la situación económica, el gobierno de Netanyahu ha aplicado un paquete de medidas que golpean fundamentalmente a la clase trabajadora del país, ya sacudida por los masivos reclutamientos. Entre estas medidas se incluyen subida de impuestos, congelación de los salarios del sector público y de los beneficios sociales para los ancianos, las personas con discapacidad y los sobrevivientes del Holocausto.

La subida de precios en el país registra un aumento del cuatro por ciento como promedio, con un aumento del 18 por ciento en las verduras y el 12 por ciento en la fruta. Esto aumenta los índices de pobreza de “Israel”, que a pesar de los generosos subsidios norteamericanos, ya contaba en 2022 con un 21 por ciento de su población viviendo en la pobreza, lo cual incluía a uno de cada tres niños. Para el presupuesto aprobado por el gobierno de Netanyahu en 2025, todos los ministerios, excepto defensa, sufrirán importantes recortes. Siendo educación y transporte público los más afectados. Y toda esta crisis económica a pesar de que, según recientes reportes, Estados Unidos ha gastado más de 22 mil millones de dólares en transferencias de armas y en operaciones militares en apoyo a “Israel” desde el inicio del conflicto el 7 de octubre de 2023.

A pesar de la masiva convocatoria a filas, el sionismo enfrenta un déficit inmenso de personal para cubrir todos los frentes abiertos y garantizar la adecuada rotación de las brigadas de combate. Esto ha llevado al debate sobre la eliminación de las regulaciones que impiden la llamada a filas de los judíos ultraortodoxos. Además, “Israel” ha reportado solo 772 soldados muertos y 12 mil heridos en el conflicto, algo que numerosas voces, incluso dentro de las filas del sionismo, insisten en considerar una grosera subestimación.

En el plano militar el ejército sionista enfrenta una disminución crónica de las reservas de municiones y una inadecuada rotación de las tropas, lo cual afecta moralmente su capacidad combativa, producto del agotamiento, el estrés propio de una situación de combate y la incapacidad de vencer definitivamente en ninguno de los frentes abiertos.

En la guerra contra Hizbullah, el sionismo se ha encontrado con un hueso duro de roer. Vencedores en 2006, desde entonces los libaneses no han hecho más que perfeccionar sus tácticas y equipos, habiendo acumulado además una valiosa experiencia de combate en la lucha contra el Daesh en Siria. Solo en una jornada, el 24 de octubre pasado, la Sala de Operaciones de la Resistencia del Líbano reportó haberle causado al enemigo más de 70 muertos y 600 heridos, además de la destrucción de 28 tanques Merkava, cuatro topadoras militares, un vehículo blindado, un transporte de tropas, tres drones Hermes 450 y un dron Hermes 900.

Aun cuando estas cifras fueran magnificadas con fines de propaganda y las bajas reales fueran solo la mitad de las declaradas, igual evidencian una alta capacidad combativa por parte de la Resistencia. Por tener una pequeña idea en números, los combatientes de Hizbullah usan misiles Kornet, cuyo costo aproximado ronda los 26 mil dólares, en contra de los tanques sionistas. Por su parte, el precio de cada Merkava oscila entre 4,5-6 millones de dólares, en dependencia de las prestaciones del vehículo.

Este desbalance también es visible en el caso del conflicto con Irán. Por poner un ejemplo, la defensa área israelí desplegada el pasado 4 de octubre, costó siete veces más que el ataque de Irán.

Vemos entonces que, a contrapelo de la rimbombante propaganda del sionismo, la situación económico, política y militar de “Israel” dista mucho de ser tan desahogada como sus voceros pretenden. La entidad se enfrenta a numerosas crisis latentes, que pueden agudizarse en la medida en que la distensión de los frentes, la falta de avances claros y el costo para sociedad israelí se hagan cada vez más patentes. Esto puede llegar a representar un peligro existencial para el ente colonial sionista. Así parece haberlo comprendido Estados Unidos, al punto de que el Secretario de Defensa Lloyd Austin anunció el pasado 2 de noviembre un mayor despliegue de tropas en la región de Asia Occidental, incluyendo bombarderos B-52 Stratofortress, cazas, tanqueros y destructores navales, que se suman a las más de 43 mil tropas que el Pentágono mantiene en la región.

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