El hombre del conuco y las lomas de Blanco vista por Miguel Nunez.
Por Domingo Núñez
La pintura que hoy compartimos en este espacio no es simplemente una obra al óleo: es una declaración de amor a la tierra, al campo, a la vida que nace del esfuerzo humilde y noble de nuestros campesinos. El artista dominicano Miguel Núñez, hermano en sensibilidad y compromiso con lo esencial, nos regala esta escena de profundo lirismo: un hombre solitario, vestido de rojo, desciende hacia el río Blanco, en las lomas de Blanco, camino al conuco.
Este hombre no es uno solo: es todos los que han salido al amanecer con esperanza y machete. Va en busca del sustento de los suyos, pero también lleva consigo la dignidad de un pueblo que ha sabido vivir en armonía con su paisaje. La neblina que envuelve las montañas no apaga la luz; al contrario, le da un aire de misterio a esta escena que vibra con vida interior.
Miguel Núñez no es ajeno a estas emociones. Paisajista y retratista de alma sensible, ha sido llamado el pintor de la romántica Ciudad Colonial por su capacidad de capturar los atardeceres violetados que llenan de magia la vieja ciudad. Su obra no solo embellece, sino que enaltece.
Recientemente, el Senado de la República reconoció su trayectoria, y el Instituto Duartiano, bajo la dirección del presidente Wilson Gómez Ramírez, lo proclamó como el pincel de la patria. Su talento ha traído al pueblo dominicano el rostro del patricio Juan Pablo Duarte con una intensidad que parece resucitarlo en cada trazo: humano, presente, nuestro.
En este blog, donde celebramos la conexión entre la naturaleza y la memoria viva del pueblo, esta pintura dialoga perfectamente con nuestra visión. Es arte que no olvida de dónde viene. Es belleza al servicio de la identidad.
Gracias, Miguel Núñez, por pintar lo que muchos sentimos y a veces no sabemos decir.
