El merengue es identidad
Por Juan TH. El presidente Luís Abinader se ha declarado promotor del país buscando inversión extranjera en diferentes áreas económicas que garanticen empleos directos e indirectos, lo mismo que el turismo, una de las principales fuentes de divisas, tan necesarias para la estabilidad y el desarrollo. En su reciente viaje a Argentina, antes de llegar a Chile a la toma de posesión del joven presidente Gabriel Boric, Abinader le dijo al presidente Alberto Fernández que los turistas que visiten la Republica Dominicana recibirán clases gratis para aprender a bailar merengue. Fue un gesto simpático y espontáneo del mandatario dominicano, bien recibido por su homologo, aunque una periodista arrogante y petulante posteriormente mandara a la m… a su presidente.
Invitar a los argentinos a visitar “Quisqueya la bella” para disfrutar de su gente, de su tierra, de su música, no tiene nada de pecaminoso. Al contrario, se trata de alguien que se siente orgulloso de su país. Así lo vi, así lo sentí.
En una acción política la oposición dominicana, no menos estúpida, trató de sacarle provecho con criticas absurdas que no tuvieron ninguna repercusión.
Ojalá que todos los hombres y mujeres del mundo canten y bailen merengue, “patrimonio inmaterial de la humanidad”, porque tiene un ritmo contagioso, alegre, cadencioso, picaresco y que invita al baile, es decir, a la libertad.
El senador Héctor Acosta -El Torito-, dice que “sin merengue no hay fiesta”. Por lo menos en este país. No conozco un solo dominicano o dominicana que no le guste o que no baile merengue. Ningún otro ritmo convoca tanto a la pista como el merengue en cualquiera de sus versiones. Todos llevamos el merengue en la sangre, forma parte del ADN de todos los que nos sentimos dominicanos, porque somos “merengueros hasta la tambora”.
La historia del merengue está íntimamente ligada a la historia del país, produciéndose cambios en la manera de sentirlo, de tocarlo y de bailarlo. El merengue forma parte de nuestra cultura, de nuestra idiosincrasia como pueblo. Hemos tenido grandes exponentes del género, como bien lo han explicado historiadores, musicólogos y periodistas como Rafael Chaljub y Huchi Lora, entre otros.
Me gustó ver al presidente Abinader en España promoviendo el turismo, como me gustó verlo en Argentina invitando a los argentinos a visitar la República Dominicana y recibir clases de merengue, no de tango. Ojalá sigan viniendo estadounidenses, canadienses, rusos, chinos, ucranianos, españoles, africanos. Que vengan de todas partes del mundo y que “bailen merengue en las calles de noche, que lo bailen en las calles de día” sin temor a ser asaltados, violados o asesinados, porque este sigue siendo un país de gente buena, gente amigable, humilde, solidaria y de buen vivir.