Para Estrella la situación era muy “delicada” y requería prestarle “la mayor atención” de manera inmediata, pues no debía haber más “contemplaciones con esa gente que nos está calumniando y ultrajando sin respeto y sin razón”. Por último, en la referida carta, Estrella ponía su cargo a disposición de Trujillo para no comprometer al Gobierno en las acciones que pudiera asumir. (3)
Cinco días después de remitida esta comunicación con la renuncia del general Estrella, es decir, el 18 de noviembre, la totalidad de los altos oficiales del Ejército del Departamento Norte, encabezado por el teniente coronel Manuel Emilio Castillo, también renunciaron a sus cargos, probablemente por solicitud de Trujillo, ya que por la estructura verticalista del Ejército ningún miembro de ese cuerpo osaba renunciar y quedar impune. La dimisión se puede interpretar en dos sentidos. Primero como producto de la desazón al interior de este aparato represivo, o como un mecanismo de resguardo utilizado por Trujillo ante una eventual complicación que se pudiera producir debido a la matanza. En el referido documento los oficiales renunciantes expresaron lo siguiente:
No obstante la advertencia de que debían guardar absoluta discreción en la tarea que le delegaron, muchos guardias se regocijaron narrando todas las barbaridades cometidas durante el período de la matanza, muchas de las cuales recoge Freddy Prestol Castillo en su novela El Masacre se pasa a pie. Y lo que es peor, desvalijaron de la manera más burda a los haitianos masacrados. Se apropiaron de sus viviendas, ganado, dinero y bestias caballares; violaron a sus mujeres y niñas; cercenaron dedos y orejas para apropiarse de sus alhajas; saquearon sus negocios y cargaron con todos los objetos de valor.
Al ser interrogado por una comisión sobre la actuación de los oficiales del Ejército que prestaban servicio en el Departamento Norte, en el momento de la matanza de haitianos y domínico-haitianos, el coronel Castillo declaró sentirse “apenado” por la cancelación de dichos oficiales, pues los había “sobre advertido” ante cualquier actuación “en perjuicio de la institución, del gobierno “y de la conducta que debía observar todo caballero oficial”. Al ser interrogado por el coronel del Ejército Fernando A. Sánchez y el mayor Carlos Gatón Richiez, el 22 de abril de 1938, el coronel Castillo declaró lo siguiente:
“En varias ocasiones advertí a los Oficiales comandantes, capitanes Rojas, Carrasco, como al capitán Mañé, que evitaran por todos los medios de que casas en Dajabón, en Montecristi y Restauración, así como el ganado, parcelas de terreno, propiedades de ciudadanos haitianos, fueran irrespetadas, y si algunas de ellas estaban ya ocupadas, que ordenaran ellos el desalojo. Recuerdo que cuando esta orden fue dada al capitán Carrasco, en la oficina de la 4.ª Compañía, en Dajabón, este llamó al sargento Zapata y le transmitió la misma orden para el oficial del día, e inmediatamente, y ya en la noche, los alistados que vivían esas casas propiedad de ciudadanos haitianos, las desocuparon”.(5)
El teniente coronel Castillo defendió su actuación respecto a la burda depredación de los bienes de los haitianos asesinados. Sobre las reses abandonadas, que sumaban 400 o 500 cabezas y explicó que ordenó a sus oficiales subalternos entregarlas a los colonos recién llegados y a los que llevaban muchos años residiendo allí. También reveló haber obligado al sargento Acosta a devolver el valor de $150.00 por una casa vendida al comerciante Lleyo Rosario, residente en El Mamey (Los Hidalgos, Puerto Plata), propiedad de un haitiano.
Ponderó como “justo” el castigo infligido a los oficiales a quienes les cancelaron su nombramiento por la conducta observada durante la matanza, pues los delitos fueron cometidos a espaldas suyas y sin su conocimiento. Según Castillo, cuando se enteró de estas infracciones ya había el comando del Departamento norte, el 15 de febrero de 1938, y expresa que las personas perjudicadas y otras conocedoras de esos hechos cometidos enteraron a Trujillo en su viaje por la Región Noroeste. Los oficiales que practicaron el interrogatorio añadieron que además de “las actuaciones de algunos oficiales y alistados en la venta de ganado, terrenos, etc., ha quedado comprobado que los mismos cometieron indiscreciones y actuaron de manera censurable, por no decir vil, en ciertos aspectos que se les encomendaron”.
En otra parte del interrogatorio, el teniente coronel Castillo respondió hallarse al tanto “de que tales cosas indignas para el Ejército estaban sucediendo” y que había reunido a los oficiales y alistados de las 4a y 19.ª Compañías de Dajabón y Montecristi, respectivamente, para advertirles, separadamente, el “crimen de traiciónque se cometía divulgando los secretos del servicio, que tales sucesos ni siquiera podían hablarse ni siquiera podían hablarse entre compañeros. Estas advertencias fueron hechas por más de dos ocasiones, y yo, como oficial, no podía dudar de la lealtad de oficiales y soldados”.
“En cuanto a mí respecta, trabajé constantemente con amor y con lealtad abrazándome a la República y al Ejército en un constante anhelo de afecto y de cariño a mi ilustre Jefe”. (6)
Antes de interrogar al coronel, se había interrogado al feroz asesino Pío Villalona, de la 24taCompañía del Ejército, sobre los hechos delictivos cometidos en su jurisdicción de Montecristi, y a quien ya habían trasladado a la Fortaleza Ozama para protegerlo, admitió que el capitán David Carrasco le había regalado seis reses, que eran propiedad de los haitianos, las cuales vendió a Ramón Rosa por veinticuatro pesos. (7)
1 Wilfredo Lozano, “Los militares y la política en República Dominicana: De la muerte de Trujillo al fin del siglo XX”, p. 123, en: Soldados y ciudadanos en el Caribe, Santo Domingo, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2002.
2 B. Vega, Trujillo y Haití, volumen II (1937-1938), p. 72.
3 Carta del general José Estrella, delegado del gobierno en el Cibao, al presidente Rafael L. Trujillo Molina, Santiago, 13 de noviembre, 1937, Archivo General de la Nación (AGN), Fondo Presidencia (FP), Secretaría de Relaciones Exteriores, SRE.
4 La carta a Trujillo, fechada el 18 de noviembre de 1937, la encabezaba el teniente coronel Manuel E. Castillo, comandante del Departamento Norte, ejecutor de la matanza; el mayor Manuel de Js. Checo, inspector de este Departamento; y los comandantes de Compañías, capitanes Manuel R. Perdomo, Rafael E. Pichardo, José de Js. Rojas, David Carrasco, Arturo Mañé P., Luis E. Feliz, Carlos Mota, Rafael A. González, Tomás Flores, Gustavo N. Bisonó, Pedro Andújar, más de 41 tenientes y un cadete, todos del E. N. AGN, Fondo Ejército Nacional, 1938.
5 Interrogatorio al teniente coronel del Ejército Nacional, Manuel Emilio Castillo, M. M., en relación con los hechos ocurridos en la frontera domínico-haitiana, por el coronel del E. N., Fernando A. Sánchez, M. M y el mayor Carlos Gatón Richiez, 22 de abril de 1938”, AGN, FP, SRE.
6 Ibidem.
7 Interrogatorio al sargento Pío Villalona de la 24taCompañía, E. N., 31 de marzo de 1938, AGN Fondo Ejército Nacional