El reajuste de Trump en el Golfo Pérsico es una pesadilla diplomática para Israel

Giorgio Cafiero.

Ilustración: The Cradle

El acercamiento de Trump a las monarquías del Golfo en detrimento de su tradicional aliado israelí marca una reconfiguración sísmica del poder estadounidense en Asia Occidental.


La visita de cuatro días del presidente estadounidense Donald Trump al Golfo Pérsico este mes subrayó la importancia central de los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en el plan de su administración para vincular la expansión económica a la política exterior, una estrategia impulsada por acuerdos comerciales y no por conflictos perpetuos.

Durante sus visitas a Arabia Saudí, Catar y los Emiratos Árabes Unidos, Trump firmó acuerdos multimillonarios que, según laCasa Blanca, contribuirán a iniciar una “nueva edad de oro” para Estados Unidos.

En tres de los Estados más influyentes del CCG, Trump consiguió compromisos para inversiones astronómicas en la economía estadounidense: Riad se comprometió a aportar 600 000 millones de dólares, Doha 243 500 millones y Abu Dabi 1,4 billonesdurante la próxima década.

Estas cifras tan llamativas pueden ser meras aspiraciones. Los precios persistentemente bajos del petróleo arrojan dudassobre la capacidad del CCG para cumplir plenamente sus compromisos.

Pero el simbolismo es potente. Incluso si solo se materializa una parte de estas promesas, las implicaciones son considerables, especialmente en sectores como la inteligencia artificial (IA) y la defensa, donde el capital del Golfo está cada vez más entrelazado con los intereses estadounidenses.

Un reajuste diplomático

Más allá del comercio, el viaje de Trump tuvo un importante peso geopolítico y dijo mucho sobre la eficacia de la política exterior de Arabia Saudí, Catar y los Emiratos Árabes Unidos.

En sus reuniones con los líderes árabes del Golfo, abordó cuestiones regionales y mundiales clave, destacando el papel cada vez más importante de los miembros del CCG en la diplomacia, la mediación y la gestión de crisis.

Fundamentalmente, la visita supuso que Washington adoptara un lenguaje más conciliador hacia Irán. En contraste con el incendiario discurso de Trump en Riad en 2017, esta vez el presidente hizo hincapié en la diplomacia, y no en la confrontación, para resolver el enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos e Irán. Las señales previas al viaje procedentes de la Casa Blanca dejaron claro que los Estados del Golfo buscan evitar una guerra desestabilizadora con Irán en sus fronteras.

En medio de las rondas de conversacionesen Mascate y Roma bajo los auspicios de Omán, el enviado regional de Trump, Steve Witkoff, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, y sus respectivas delegaciones han logrado avances notables.

En todas las capitales árabes del Golfo Pérsico existe un fuerte apoyo a este enfoque diplomático para resolver el enfrentamiento sobre el programa nuclear de Irán.

Este respaldo se debe en gran medida al temor de los Estados del CCG a verse envueltos en una guerra regional si fracasa la diplomacia. El 15 de mayo, el ministro de Asuntos Exteriores saudí, el príncipe Faisal bin Farhan, declaró públicamente el “pleno apoyo” de Riad a las conversaciones.

Quizás el giro diplomático más sorprendente se produjo cuando Trump, flanqueado por el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (MbS) y conectado por teléfono con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, se reunió con el autoproclamado presidente interino de Siria, Ahmad al-Sharaa, y anunció una amplia retirada de las sanciones estadounidenses contra Damasco.

La medida incluso tomó por sorpresa a muchos de los propios funcionarios de la Administración Trump.

La reunión supuso el primer contacto directo entre los presidentes de Estados Unidos y Siria desde que Bill Clinton se reunió con Hafez al-Assad en Suiza en 2000 para hablar sobre la normalización de las relaciones entre Israel y Siria.

La reunión entre Trump y Sharaa supuso una importante victoria diplomática para Ankara y las capitales del Golfo, que habían presionado mucho para que Estados Unidos levantara las sanciones y legitimara el Gobierno de Sharaa, liderado por Hayat Tahrir al-Sham (HTS).

Desde el inicio de su mandato en diciembre de 2024, Sharaa dio prioridad a las relaciones con el CCG, considerándolas clave para desbloquear Washington. Por lo tanto, la revocación de las sanciones refleja no solo un cambio en los cálculos de Estados Unidos, sino también la potencia de la influencia del Golfo en la orientación de la política de Washington hacia Siria.

Aun así, siguen sin resolverse importantes cuestiones.

¿Qué exigirá Trump a Damasco a cambio del levantamiento de las sanciones y otras medidas para legitimar al nuevo Gobierno sirio?

La señal más clara de sus intenciones reside en los discretos esfuerzos de la Casa Blanca y los legisladores estadounidenses para convencer a Siria de que se sume a los Acuerdos de Abraham, un cambio radical que trastocaría la alineación histórica de Siria, pondría en peligro su reivindicación sobre los Altos del Golán ocupados por Israel y alimentaría la inestabilidad interna contra los recién llegados a Damasco.

Tampoco está claro si dicha normalización reduciría los ataques rutinarios del ejército israelí en territorio sirio. Una paz integral requeriría presumiblemente que Tel Aviv pusiera fin a su campaña desestabilizadorapara fracturar Siria.

Pero ¿abandonaría Israel realmente su estrategia de desgaste de décadas, incluso a cambio de una paz formal?

Un cambio de poder en la región

Tel Aviv tiene motivos para estar nervioso. Según se informa, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, presionó a Trump para que incluyera a Israel como parada en su gira. La Casa Blanca se negó. Los analistas interpretan esto como otra señal de la voluntad de Trump 2.0 de eludir las preferencias israelíes.

Sin embargo, Trump ha desmentido públicamente las afirmaciones de que se ha ‘frustrado’ con Netanyahu, afirmando que el criminal de guerra buscado está pasando por ‘una situación difícil’.

Aunque Trump no ha abandonado la alianza entre Estados Unidos e Israel, su segundo mandato marca un giro radical.

Medidas como el despidodel asesor de Seguridad Nacional Michael Waltz, el compromiso directo con Hamás, la desescalada con el Gobierno yemení liderado por Ansarallah y el levantamiento de las sanciones a Siria reflejan una divergencia más amplia con respecto a las prioridades de Tel Aviv y sus redes de presión en Washington.

Dicho esto, Gaza sigue siendo el único ámbito en el que Trump ha cedido en gran medida a Israel. Desde que Netanyahu rompió el alto el fuego de marzo, la Administración Trump solo ha emitido advertencias retóricas.

Las capitales del Golfo, muy conscientes del impacto de Gaza en la estabilidad regional, han instado a Estados Unidos a ejercer una presión más decisiva. El reciente cambio de nombre de Gaza por parte de Trump, que ha pasado de “Riviera de Oriente Medio” a “Zona de Libertad”, insinúa una postura más suave, pero los cambios concretos en la política siguen siendo difíciles de vislumbrar.

Tel Aviv a la defensiva

En resumen, es prematuro afirmar que Trump ha sustituido a Israel por las monarquías del Golfo Pérsico como principales socios regionales de Washington. Pero el eje de influencia se está inclinando.

En Siria, Irán y Yemen, las posiciones de la Administración Trump se hacen cada vez más eco de las perspectivas del Golfo. En Gaza y Líbano, la alineación con Israel persiste, por ahora.

Lo que está claro es que las viejas certezas se han visto trastocadas. Para Netanyahu, que en su día utilizó la política estadounidense como arma para forzar la mano de los presidentes, la nueva visión regional de Trump es una pesadilla hecha realidad.

Israel, mitificado durante mucho tiempo como el “aliado indispensable” de Estados Unidos, se ve ahora tratado más como un lastre que como un socio.

Aunque esta percepción no es del todo nueva en Washington, lo que ha cambiado es que ahora hay un presidente mucho menos dispuesto que sus predecesores a dar prioridad a las demandas de Tel Aviv.

Traducción nuestra


*Giorgio Cafiero es el director general y fundador de Gulf State Analytics, una consultora de riesgos geopolíticos con sede en Washington, DC. Sus intereses de investigación incluyen las tendencias geopolíticas y de seguridad en la Península Arábiga y en Oriente Próximo en general. El Sr. Cafiero es colaborador habitual del Middle East Institute, Gulf International Forum, Inside Arabia y The New Arab. Aparece con frecuencia como comentarista en Al Jazeera, TRT World, BBC Persian y otras cadenas. El Sr. Cafiero ha participado en docenas de reuniones a puerta cerrada con altos funcionarios del gobierno, embajadores y otros diplomáticos en Bahrein, Kuwait, Irán, Irak, Omán, Qatar, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). A lo largo de su carrera, ha hablado sobre temas del Golfo en conferencias y ha dado charlas sobre la región en Egipto, Eslovenia y Estados Unidos. El Sr. Cafiero obtuvo un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de San Diego.

Fuente original: The Cradle

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