El regreso de las técnicas precolombinas para luchar contra el cambio climático

RFI.

De Guyana a Perú, se están recuperando con éxito técnicas agrícolas de la época precolombina para combatir la sequía, las heladas y la pobreza del suelo. Estas técnicas como tala y quema, sembrío en campos elevados el Waru Waru u otras olvidadas o injustamente criticadas, recuerdan la increíble capacidad de adaptación de las poblaciones amerindias.

El viaje empieza en Maripasoula, una pequeña ciudad del suroeste de la Guayana Francesa, a orillas del río Maroni. El viaje comienza en un 4×4 por una pista encharcada, continúa a pie, por un sendero difícil de identificar debido a la densa vegetación. Tras media hora de marcha bajo una inmensa cubierta forestal, por fin se vislumbra un cielo nublado. El bosque ha sido talado y quemado en una superficie del tamaño de un pequeño campo de fútbol.

Estamos en la tala de Bernadette, una mujer amerindia de unos cuarenta años. Los troncos carbonizados en el suelo dificultan los desplazamientos. Los han quemado para enriquecer el pobre suelo y hacer posible la agricultura.

El principio de esta práctica consiste en talar y quemar el bosque de una parcela para cultivarla, luego dejar que la naturaleza haga su trabajo y plantar diferentes especies aquí y allá. Bernadette nos muestra la mandioca o yuca y el boniato al borde del bosque, los árboles frutales y las plataneras más abajo; un poco más arriba, la caña de azúcar. Cada especie se ha plantado en una parte distinta de la parcela, cuidadosamente elegida por Bernadette. Esta es su «supermercado», donde viene todos los días a recoger los alimentos que necesita.

Sin embargo, este lugar es mucho más, es, sobre todo, su orgullo, su herencia cultural. Descubrió esta práctica de niña, cuando su familia aún era nómada. Cultivar un terreno como este requiere un movimiento constante. Sólo se puede cultivar durante dos o tres años, después de los cuales la tierra ya no es lo bastante rica para cosechar. Así que hay que dejarlo en barbecho durante al menos ocho años, y luego volver a empezar un poco más adelante. En la Guyana Francesa, el abandono de esta práctica coincidió con la sedentarización de los amerindios. Bernadette, por su parte, intenta perpetuar esta tradición con un segundo terreno en barbecho, que cultivará en cuanto falle el anterior.

En la década de 2000 se cuestionó la técnica de roza, tumba y quema. Algunos creen que esta técnica es responsable de parte de la deforestación, por ello se planteó su sostenibilidad medioambiental, así como su huella de carbono.

«Cuando se talan 40 hectáreas de bosque para plantar piñas o soja, está claro que eso no es sostenible. Además, libera carbono. Por el contrario, una pequeña superficie talada, con un buen periodo de barbecho, podría ser un sumidero de carbono», afirma Guillaume Odonne, investigador del CNRS.

Para apoyar su hipótesis, el investigador señala que es durante su periodo de crecimiento rápido, los diez o quince primeros años, cuando un bosque es un verdadero sumidero de carbono.

Con la técnica de la tala y quema, dejamos que el bosque se regenere y desempeñe plenamente su papel. Por otra parte, al quemar la madera talada, permitimos que el carbono del carbón vegetal sea capturado por el suelo, lo que también es una técnica especialmente interesante.

Según, Guillaume Odonne, esta técnica llamada Waru Waru vuelve a utilizarse hoy en día, alrededor del lago Titicaca, en Perú y Bolivia, para hacer frente a las crecientes inundaciones provocadas por el calentamiento global.

Waru Waru significa «basura» en lengua quechua (la lengua inca que se convirtió en la lengua oficial de Perú) y observados desde el aire, parecen enormes geoglifos en forma de círculo, pero de cerca son el rastro de una técnica prehispánica de 2,000 años de antigüedad que los agricultores del altiplano andino, en la frontera entre Perú y Bolivia, perpetúan para hacer frente a la crisis climática.

Consiste en una serie de canales de un metro de profundidad, excavados dentro de un círculo, para que el agua circule y absorba el calor del sol durante el día, y lo libere por la noche, cuando baja la temperatura. Un ingenioso sistema que combate tanto las heladas como la sequía.

Los suelos del altiplano son pobres, secos e inadecuados para la agricultura, pero gracias a esta técnica, «que combate las heladas, fertiliza el suelo y crea microclimas, los agricultores pueden cosechar patatas y quinoa», explica el arqueólogo Velko Marusic, del Ministerio de Cultura de la región de Puno.

Otra de las ventajas de los Waru Waru es que no pueden inundarse en periodos de lluvia, ya que cuentan con un sistema de drenaje inteligente que llega hasta el río. Por el contrario, cuando la región peruana de Puno vivió uno de sus peores periodos de sequía en seis décadas por falta de precipitaciones, resultaron muy beneficiosos. Abandonada por el Imperio Inca en el siglo XV, esta técnica está resurgiendo en la actualidad, con resultados inesperados frente al cambio climático.

Todas estas técnicas agrícolas diferentes demuestran que los amerindios no poseían conocimientos ancestrales sino una panoplia de habilidades para adaptarse a su entorno. En un momento en que los efectos del calentamiento global nos obligan a adaptarnos, estas técnicas amerindias, si no se duplican, siguen siendo un magnífico símbolo de su resistencia pasada.

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