“El reverso en un barrio”, de Jit Manuel Castillo, la otra mirada a la ciudad

Por Miguel Ángel Fornerín

Jit Manuel Castillo ha sabido hilvanar una historia interesante. En “El reverso en un barrio”, el poeta y fraile franciscano muestra que es un escritor con oficio. Y cual orfebre de la palabra construye sin rimbombancia estilística un texto que va a caballo entre un lenguaje accesible y la magia rítmica de la prosa.

La obra de Jit Manuel Castillo podría ser clasificada como un género híbrido que toma las formas de la novela testimonial y de la experimental, y donde se desarrolla una fábula de crecimiento. La composición se sostiene en la tensión entre lo íntimo y lo colectivo; entre el regreso de un individuo a su espacio de origen y la manera en que ese retorno ilumina los contrastes sociales, culturales y espirituales de un barrio dominicano. El autor construye un registro narrativo que no solo es relatado por un personaje que realiza la autodiégesis, sino que, a la vez, propone una mirada crítica y reflexiva sobre lo que significa “ser” en la sociedad dominicana contemporánea.

Se destaca por su relación espacio temporal. Su cronotopo, es decir, la forma en que el tiempo y el espacio se articulan en la narración, revisita un espacio de la memoria mutilada por el desplazamiento humano. El escenario central es un barrio de la parte este de la capital, un sector poco explorado en la narrativa nacional. Ese espacio periférico, representado con el nombre de El Faro, en Villa Duarte, adquiere una relevancia simbólica, pues se presenta como el lugar desde donde se observa la realidad dominicana en toda su crudeza: la pobreza persistente, la precariedad de la vida urbana, las luchas cotidianas de los dominicanos por alcanzar una identidad plena y una oportunidad de progreso. Y además por la violencia de los otros; de ahí que la vida sea comparable a un infierno abierto por los semejantes. El barrio no es solo el fondo de la acción, sino que se convierte en un personaje más, un espacio cargado de memoria, dolor y resistencia.

La mirada de quien regresa como recurso literario de focalización es esencial. Un topoi que nos recuerda el inicio de “La regenta” de Leopoldo Alas, Clarín, en España, e “Inexorable” de Arturo Roque Freites en el país. También evoca al personaje de René del Risco en “Ahora que vuelvo Ton”, sin la mirada pequeñoburguesa del que regresa. El narrador retorna al barrio después de haberse alejado para realizar sus estudios, como Santos Luzardo en “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallegos. Y ese movimiento le otorga la capacidad de contrastar el pasado. Ver el presente y buscar el pasado. A la vez que hace una historia individual y colectiva. El retorno no se vive como nostalgia pura, sino como confrontación con lo que permanece y lo que ha cambiado. En este sentido, la obra se acerca a la tradición de la novela de crecimiento: el protagonista se enfrenta a su propia historia, a su niñez y a sus raíces, pero lo hace desde una perspectiva adulta que ya ha transitado por experiencias de vida en la capital y otros espacios.
Un aspecto medular de la novela es la presencia de la religión y la búsqueda de una razón de vida. Los personajes no solo enfrentan la pobreza material, sino también una carencia espiritual que los impulsa a buscar respuestas en la fe, en las prácticas religiosas populares o en reflexiones filosóficas. La narración presenta la religión como tabla de salvación, pero también como campo de tensiones y contradicciones. En este punto, se subraya la capacidad del autor para profundizar en el alma dominicana; en sus dilemas existenciales y en su constante búsqueda de sentido.
El protagonista como personaje que realiza la narración es cronista de su tiempo. Nos inscribe en la memoria, el sufrimiento de los desplazados. Como lo hace Marcio Veloz al hablar de Villa Francisca. Los tiempos de modernidad han traído a nuestra población distintos desplazamientos. Como el del campo a la ciudad. Desalojos campesinos en el Este con los que propició el ejército estadounidense a favor de las empresas de enclave motivado por la Primera Guerra Mundial. Y los desplazamientos barriales, como el Villa Francisca, al formarse con los desplazados del Huracán San Zenón y su segundo desplazamiento con la construcción de avenidas y multifamiliares en los doce años de Balaguer.

La novela “El reverso en un barrio”, de Jit Manuel Castillo, (Isla Negra, 2024) también se distingue por la riqueza de su lenguaje y su ritmo narrativo. Se nota un cuidado especial en la elección de las palabras; en la cadencia de las frases y en el uso de giros idiomáticos propios de la cultura dominicana. Este estilo no solo refleja la oralidad del barrio, sino que además otorga musicalidad al relato y provoca que la lectura fluya con naturalidad e intensidad. La relación entre el Veloz Maggiolo de “Materia prima”, así como la exploración del amor entre el protagonista y su amada, Juana de Arco, configuran simbólicamente los encuentros entre lo masculino y lo femenino, a la vez que su experiencia y desplazamiento dan una nueva mirada a una modernidad contradictoria que se nota entre la modernidad del tren y la pobreza de los barrios que atraviesa.

“El reverso en un barrio” puede considerarse una muy buena novela, con una excelente capacidad para narrar del autor quien logra desplegar un artificio que amplía las posibilidades de la lectura, pues no se limita a contar una historia, sino que propone un ejercicio de experimentación formal y de indagación cultural, urbana, social y política. El amable lector se encontrará frente a un texto que lo invita a pensar sobre la memoria y sobre la lucha individual y colectiva del dominicano en diversos contextos.
En síntesis, se trata de una novela que aporta novedad y profundidad a la narrativa dominicana contemporánea. Integra y secciona un espacio poco representado de la vida de una ciudad que también se distingue por sus márgenes. La Común de Pajarito, su naturaleza, su cartografía desde la nueva avenida Juan Carlos I por el este hasta el Ozama por el oeste, es un espacio histórico en que se desarrollaron además del ingenio La Francia, los movimientos de las revoluciones que caracterizaron las luchas políticas del país. El relato que integra la dimensión testimonial con la experimental y donde el protagonista y modo de narrar van borrando lo real a favor de la poética creativa donde lo irreal se le da una cierta verosimilitud que potencia la virtualidad de la obra literaria. Como un relato en que se narra el crecimiento individual posibilita la mirada a un proceso social y cultural más amplio.

La memoria del izquierdista amigo, sus grafitis en la calle, la lectura semiótica de sus significantes y la exploración de sus significados, muestran una vez más el acercamiento al Veloz Maggiolo de “Los ángeles de hueso” con la exploración del subconsciente dominicano frente al poder y la resistencia. Haciendo, además, de la obra un drama psicosocial.

Este texto enriquece la literatura nacional, no solo por lo que he venidos diciendo más arriba, sino porque al final se encuentra un verdadero ‘giro de tuerca’ que cambia: escenarios, narradores y personajes. Que le da a la búsqueda personal identitaria y una trascendencia sólo comparable con las nívolas de Miguel de Unamuno. La novela, finalmente, abre nuevos caminos para pensar la vida en los barrios y la experiencia del retorno como una metáfora vital.

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