Elecciones, injerencia y la sombra de Blackwater
Por Andrés Silva
Pero en Ecuador, lo que debería ser una previa electoral democrática se está viendo empañada por una serie de maniobras oscuras, entre ellas, la presencia en territorio ecuatoriano de Erik Prince, fundador de la tristemente célebre empresa de mercenarios Blackwater, actualmente rebautizada como Academi.
Un país sitiado, el escenario preelectoral
Desde el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en 2023, en Ecuador se ha profundizado la violencia e inestabilidad. El gobierno de Daniel Noboa ha optado por la militarización y por decretos de «conflicto armado interno», con tintes claramente autoritarios. Lejos de resolver el problema, la violencia ha escalado, y con ella, el uso del miedo como herramienta política.
Las elecciones próximas, previstas para renovar Asamblea y eventualmente la Presidencia, están marcadas por un clima de tremenda incertidumbre. La derecha ecuatoriana intenta consolidar el control a través del pánico, mientras la izquierda, aún golpeada por la persecución judicial y mediática contra el correísmo, busca reorganizarse con propuestas de paz y soberanía nacional.
En este contexto aparece una figura que no debería pasar desapercibida, Erik Prince.
¿Qué hace el dueño de Blackwater en Ecuador?
Prince, exmilitar estadounidense y hermano de la exsecretaria de Educación de Trump, Betsy DeVos, fundó Blackwater, empresa de seguridad privada involucrada en crímenes de guerra en Irak y Afganistán, así como en operaciones encubiertas en América Latina, África y Asia. Fue uno de los grandes beneficiarios de la doctrina de guerra permanente promovida por el neoconservadurismo estadounidense.
Su presencia en Ecuador, confirmada por diversas fuentes y visitas registradas con actores del aparato de seguridad del Estado, no es inocente. Prince ha ofrecido sus «servicios» de seguridad a gobiernos alineados a Estados Unidos, generalmente en contextos de descomposición institucional. Lo hizo en Libia, en Venezuela (fallida Operación Gedeón) y en Ucrania.
Ahora su interés se posa sobre Ecuador, una nación clave para el control geopolítico de Sudamérica por su ubicación estratégica en el Pacífico, sus recursos naturales, y su cercanía con Colombia y Perú.
Las intenciones de Erik Prince
La llegada de Prince tiene tres objetivos centrales:
- Privatización de la seguridad: mediante contratos millonarios con el Estado ecuatoriano, empresas como Academi buscan asumir funciones que deberían ser públicas, como en cárceles, fuerzas especiales, inteligencia, control de puertos y aeropuertos. En la práctica, esto significa el desembarco de mercenarios.
- Control geoestratégico: Estados Unidos está intensificando su presencia en la región. Con el progresivo aislamiento de gobiernos progresistas como el de Venezuela, y el avance de derechas extremas como la de Bukele en El Salvador, Ecuador se convierte en pieza clave. Prince actúa como brazo privado de estas estrategias.
- Influencia electoral y represión: su presencia sugiere la posible asesoría o implementación de mecanismos de inteligencia orientados a perseguir líderes sociales, vigilar movimientos populares y garantizar un entorno favorable para la continuidad del modelo neoliberal.
La gravedad de la situación
Estamos ante una amenaza directa a la soberanía del Ecuador, la penetración de intereses privados militarizados, alineados con la lógica imperial de Washington, no sólo vulnera el principio de autodeterminación, sino que institucionaliza la violencia como forma de gobierno. Convertir a Ecuador en un «laboratorio de guerra híbrida» implica sacrificar los derechos civiles, los procesos democráticos auténticos y la paz del pueblo.
Además, la historia de Prince en otros países demuestra que donde pisa, florecen las violaciones de derechos humanos, el espionaje político y la represión selectiva. Su presencia debe ser denunciada no sólo por la izquierda ecuatoriana, sino por todo actor democrático con visión latinoamericana.
Un llamado urgente
Frente a este panorama, urge articular una resistencia nacional y regional. La CELAC, UNASUR, ALBA-TCP y los gobiernos soberanistas deben alzar la voz, Ecuador no puede convertirse en un enclave del imperialismo ni de Blackwater.
Debemos encender las alarmas, no se trata solo de Ecuador, sino del futuro de América Latina. Cada paso que dan estos actores va dirigido a destruir cualquier proyecto de integración regional autónoma. La sombra de Blackwater sobre Quito es también una amenaza para Caracas, La Paz, Managua o Ciudad de México.
DIARIO LA HUMANIDAD