Empleo abusivo de la metáfora orgánica en la enseñanza
Por Manuel Matos Moquete. “El cuerpo del relato está constituido por partes o elementos que conforman su estructura, en la cual podemos reconocer un inicio o cabeza; un centro o el corazón, donde suceden las acciones principales; algunas periferias que son las circunstancias que envuelven a los personajes y a las acciones, y que también contienen acciones secundarias; por último, un final o extremidad del relato, el cual es el desenlace de la historia.”
“Sin embargo-prosiguió el profesor-el corazón contiene el conjunto de las funciones de los personajes en un cuento.”
En esa breve descripción quedaba destilada toda la ciencia del ruso Vladimir Propp y del profesor Claude Bremond sobre el cuento. En adelante solo faltaba la explicación del andamiaje narrativo y las demostraciones con ejemplos de relatos orales de diferentes culturas.
Yo había leído algunos trabajos de ese profesor: me gustaron, quería ser un científico del relato oral y así poder conocer y entender las relaciones existentes entre historias y personajes conocidos en mi infancia en Tamayo, como Buquí y Mali y Juan Bobo y Pedro Animal y manifestaciones folklóricas semejantes en otras sociedades.
Así que, con esas expectativas, asistía al seminario doctoral que Bremond impartía en un viejo edificio del centro de Paris, creo que en la rue d’Ulm. Los doctorandos en las sesiones de ese profesor éramos doce o trece de diferentes nacionalidades. Había franceses, africanos, árabes, latinoamericanos, todos motivados por el mismo propósito de aprender las leyes universales del cuento oral.
Las sesiones de las cátedras de Bremond a las que asistía eran muy provechosas. Aprendía mucho sobre el relato. Aprendía cosas que hasta entonces nadie me había explicado con tantos detalles. La enseñanza de Bremond me era de gran ayuda. Sus clases eran realmente interesantes. Me importaban mucho para lo que yo quería en ese momento.
Sin embargo, a medida que escuchaba la disertación del profesor, dos obstáculos me impedían continuar en esa orientación: la reafirmación de un estructuralismo que yo buscaba superar; la falta de una teorización apropiada sobre el relato, desde el punto de vista lingüístico y literario.
Todas las explicaciones y la descripción básica del relato venían revestidas de metáforas. En particular, de las metáforas orgánicas. Eso me produjo un desencanto. En efecto, me desencanté. Me di cuenta de que no era lo que buscaba. La especialidad era y es muy importante y el profesor excelente. Era un gran analista del relato. Su seminario era puro análisis, lo cual era su fuerte ; y eso es un aspecto de gran valor en los estudios semióticos. Pero era demasiado empírico.
Ante esa disertación yo me figuraba encontrarme no en un seminario de literatura sino en una clase de anatomía estudiando biología o medicina. Encontraba que el metalenguaje empleado no me permitía la conceptualización del relato. Así que deserté sin pensarlo dos veces. Buscaba más teoría, más cuestionamiento crítico.Finalmente,las cátedras del profesor Bremond no me convencieron.
Ese ejemplo del empleo abusivo de la metáfora orgánica en el discurso del profesor Bremond en la descripción del relato oral y folclórico fue una lección negativa que me marcó para siempre.