En el CDES, el amor por la ciudad trascendió lo electoral
Por Luis Córdova
Santiago de los Caballeros envió una poderosa y clara señal en mayo recién pasado: su vocación de transformación y democracia sigue intacta, aún en medio de tormentas propias, impuestas o supuestas. Gestiona sus crisis y, por amor a la ciudad, no repara en terceros para dar, de modo valiente, el próximo paso.
El Consejo para el Desarrollo Estratégico de la Ciudad y del Municipio de Santiago, Inc. (CDES), se constituyó desde su fundación en una experiencia particular, propia del espíritu santiaguero y coincidente con su tradición de sumar actores, identificar objetivos y trabajar de manera conjunta para conseguirlos.
Esa ha sido la historia y los aportes los ha aplaudido el país; sus propuestas las han asumido los gobiernos local y central. Su dinámica es digna de preservar la excepcionalidad que es hoy, siendo una institución plural, en un siglo que se destaca por la ruptura, la crisis de unidad y las agendas particulares y la preferencia por lo fatuo, el vano predominio de los egos sobre los hechos.
El CDES es una institución de la sociedad civil constituida por organizaciones públicas, privadas y munícipes independientes de Santiago, fundada el 11 de noviembre de 1996. El Plan Estratégico “Santiago 2020” y sus revisiones, las agendas sectoriales y la presencia permanente en las discusiones y formulación de iniciativas y proyectos estructurantes, hacen que sea un referente replicable en otros territorios.
Con el recién pasado proceso electoral, si bien marcó un hito por ser la primera competencia en tres décadas, con dos planchas, sirvió para recoger muestras de amor al CDES en la defensa apasionada de lo que se cree mejor para la institución y el destino de la hidalga de los treinta caballeros.
Si algo define a los santiagueros es el celo por lo suyo: sus instituciones, su agenda, su identidad. Por eso se reaccionó con cierta alarma cuando un proceso eleccionario inédito devino en tema nacional, un conflicto mediático en el que, como en todo proceso competitivo, escuchamos discursos amparados en medias verdades y mentiras completas.
Como es habitual, así lo determina la tradición electoral, improvisadamente se erigieron “especialistas” en la inmediatez, “proyectólogos” de ocasión y no faltó quien desempolvó viejas rencillas, frustraciones y hasta envidias. Alarmistas proclamaron “¡Entró la política al CDES!”, tremendistas afirmaron “¡El dinero los dividió!”. Nada más falso. Parecían desconocer que la democracia es un camino ancho con dos aceras: los transeúntes caminan en la dirección que deseen y por el lado que entiendan mejor.
De la experiencia vienen las fortalezas. Santiago se coloca por encima de lo particular y la atención ha de volver a lo esencial: el trabajo del colectivo.
El presidente, Ricardo Fondeur, ha marcado un ritmo de trabajo y priorizado temas: pasar del cuerpo amorfo de buenas voluntades a planes aterrizados con líneas claras y objetivos diáfanos; desterrar el marasmo paralizante de una excesiva diplomacia, con oropeles de adulación, pero con la exclusión y el oportunismo revestido de falsa genuflexión para pretender mantener el control.
En el período 2025-2027, el CDES enfrenta el desafío de mantener su rol como articulador clave del desarrollo de Santiago, ejecutando el Plan Estratégico 2030 en un contexto de tensiones políticas, limitaciones presupuestarias y presiones ambientales. Tendrá que priorizar proyectos de alto impacto, garantizar la participación ciudadana, atraer aliados y alinear las iniciativas con los ODS, todo mientras se mantiene la transparencia y la independencia política que han caracterizado a la institución durante sus 30 años de existencia.
El amor por Santiago trascendió lo electoral. Las heridas de la contienda sanarán con el trabajo. El CDES no es solo una institución; es el reflejo de una ciudad que, aún en la tormenta, elige caminar unida hacia su destino.
Los santiagueros esperamos la mano del amigo, la cabeza del técnico con rigor y el corazón del verdadero comunitario.