¿En qué punto se encuentra Europa?

Carlos X. Blanco.

Ilustración: OTL.

…es preciso reactivar todas aquellas medidas que conduzcan a un refortalecimiento de la soberanía e identidad de los pueblos sometidos a la tiranía de Bruselas, la cual es, en el fondo la dictadura imperial de Washington.


El punto en el cual nos encontramos es este. La Unión Europea se ha quitado la careta. O más bien, Trump se la ha arrancado de malas maneras.

La Unión Europea no es otra cosa que el tinglado burocrático y el centro de poder opaco de las élites nativas que habían heredado la tutela norteamericana, a la cual se sometieron tras la derrota colectiva del “Viejo” Continente, con la consiguiente la ocupación militar y “protección” por parte del “Nuevo” Occidente, los EUA.

La UE es la subordinación colonial de Europa a los Estados Unidos. La novedad hoy es estremecedora: somos colonia de usar y tirar. Estamos amortizados.

Al quitarse la careta, con insospechados bríos belicistas, la Unión Europea reveló su horrible y auténtica faz. El proyecto auroral de un mercado común europeo dado entre un núcleo selecto de países fundadores, que traería (y trajo) ventajas ostensibles a los mismos, sin una aparente renuncia a la soberanía nacional, con abstracción de su sometimiento a la potencia yanqui ganadora y ocupante, evolucionó de muy mala manera.

La ampliación hacia el sur (Mediterráneo) fue despótica. Países como España entraron en tan distinguido club poniéndose de rodillas, es decir, desmantelando su industria y su campo (abandonando su posición de 9ª potencia económica mundial). Felipe González consiguió lo mismo que han conseguido todos los traidores a esta nación (que son legión): agradar a los “socios” europeos a cambio de hipotecar el futuro productivo de la nación.

Además, el ingreso en la Comunidad (y después Unión) Europea vino condicionado por un ingreso paralelo en la OTAN, lo cual habla bien a las claras de todo cuanto había detrás de la llamada “construcción europea”. En realidad era la unión militar-imperial de todos los peones bajo un único e incuestionado caudillaje norteamericano.

Los países del sur europeo fueron tratados a la baqueta en las siguientes décadas. Considerados díscolos desde todos los puntos de vista, los propios de un neoliberalismo protestante hegemónico en el norte, y hermanado con el capitalismo de Biblia y rifle de los EUA, se difundió desde Bruselas (y Alemania y Francia) la especie de que no habría verdadera construcción europea sin austeridad. Siempre la austeridad para oprimir y saquear a los pueblos.

El mismo déficit que hoy van a permitirse para construir juguetes de guerra contra Putin, quedó absolutamente prohibido en años de “rescate” para España, Portugal, Italia y Grecia. El caso griego es el ejemplo perfecto de una “unión” letal para un pueblo, unirse a quien te quiere destrozar: los griegos bajo poder alemán no habrían estado mucho peor bajo la  situación de una “unión” forzada en un renacido imperio turco.

La crisis moral, y no ya solo económica, de la nación alemana deberá analizarse en profundidad, casi recurriendo a un psicoanálisis colectivo. La despótica austeridad de la llamada gobernanza germana, ejercida con saña sobre los griegos y otras naciones rescatables, solo puede comprenderse a partir de la derrota de los nazis en 1945. Los alemanes hicieron de capataces del amo yanqui.

La compensación freudiana de la impotencia germana en materia militar a partir de 1945, tenía que realizarse a través de la economía, de un desarrollo industrial renovado. Grandeza medida en marcos (después, euros), con bienestar económico interno y máxima productividad, con exportación de manufacturas. Esto ya no existe hoy. Pues es evidente que los últimos años son años de tornas cambiadas.

Alemania “compensada” económicamente a cambio de la tutela ideológica yanqui y autocastración militar ¿seguimos en esta tónica? En absoluto, el eunuco ya no sirve para nada. El eunuco alemán quiere ponerse una prótesis. Contra Rusia no puede hacer nada.

De manera harto peligrosa nos encaminamos hacia el polo opuesto: contracción económica del país germano y rearme. La ecuación, tratándose del país del que se trata, es muy peligrosa y nos trae funestos recuerdos.

Pero con todo y con eso, hay un elemento que permanece constante: la pretendida tutela germana sobre los “díscolos” del sur. Desde los mismos inicios del Plan Marshall, el país salido de las ruinas de la guerra mostró, de nuevo, su condición de Ave Fénix. Las cenizas servían para que este pájaro de mal agüero volviera a erigirse en imperio subcontinental, en “capataz” al servicio del amo americano.

La reconstrucción milagrosa de Alemania y su centralidad para la dinámica de las naciones europeas son efectos que responden a varias causas: la ayuda americana fue siempre una ayuda condicionada (“lidera Europa pero quienes mandamos realmente somos nosotros”, podría ser la consigna yanqui que les dieron hasta hace poco). Sin duda, a ello ayudó mucho la enorme capacidad intelectual y laboral de esta nación, encomiables, pero sometida casi siempre a gobernantes ineptos.

El pequeño imperio alemán, ayudado por los pequeños napoleones franceses y el tinglado creado por Washington, la UE, lograron engatusar a las élites políticas, financieras y, en general, extractivas de las naciones de la Europa occidental. Ganar en progreso material y ganar la partida a los comunistas del Este parecían ser objetivos dotados de justificación suficiente, la axiología mínima para crear lo que Andrés Piqueras llama “Imperio occidental”,proyecto que consistió, en realidad, en la extensión del imperialismo yanqui y sionista, aprovechándose de la ocupación de su parte occidental.

Pero los servicios secretos americanos debían saber, desde bien pronto, que la parte comunista estaba carcomiéndose. La prolongación existencial de la OTAN una vez caída la URSS y una vez derrumbado el socialismo de muchos de sus satélites, los cuales corrieron a buscar neoliberalismo y otras duchas de “occidentalismo”, dejó de contar con justificación alguna.

Siguió existiendo la OTAN en ausencia de un Pacto de Varsovia, la organización militar supuestamente equivalente. Con una Rusia yeltsiniana en descomposición evidente, entregada a los buitres norteamericanos que se hacían dueños del país en alianza con las mafias locales, no tenía sentido alguno el empeño de mantener a Rusia bajo tal grado de vigilancia geoestratégica.

Lejos de una incorporación formal (institucional y militar) a Occidente, el imperialismo de Washington persistió en su política de cerco al Este, de cerco al Oso Ruso y utilizó descaradamente a muchos países de la antigua órbita soviética (cuando no, escisiones de la URSS) como arietes.

He aquí que la ampliación de la UE corrió pareja con la extensión de la OTAN, como así fue en el caso español. Solamente habría que matizar que estos países del Este entraron en estas instituciones atlantistas y neoliberales con unas prisas inauditas, sin las exigencias de “reconversión” que tan duramente se sufrieron en España.

Fueron incorporaciones exclusivamente geoestratégicas, ordenadas bajo una lógica militar, no bajo la lógica racional de una sociedad económica que beneficia a todas las partes asociadas: anfitriones y recién llegados.

Lo mínimo que se puede decir de la UE actual es que ella se encuentra, como se dice ahora, “tensionada”. Han estirado mucho esta vieja goma del europeísmo, y la goma puede romperse en cualquier momento.

Una ampliación indefinida de “países miembro” acaba por retirarle todo sentido al proyecto fundacional, y no porque esos países no sean “Europa”: lo son mucho más que Israel, Marruecos o Turquía, que –haciendo cuanto les viene en gana (siguen siendo soberanos, a fin de cuentas)- cuentan no obstante con la cobertura occidental y gozan de más ventajas económicas que los propios socios del Sur Mediterráneo, supuestos miembros de pleno derecho.

Rusia misma es el corazón de Europa y sin ella, nuestro “Viejo” Continente no puede tener futuro ni razón de ser. Lo que ocurre es que esas incorporaciones se han hecho con el único objetivo militar de estrangular a un país gigantesco en recursos y territorio(aunque mediano en población, si bien es relativamente un gigante en comparación con los microestados de Occidente). La “liga” anti-rusa está condenada al fracaso, y los lastres asumidos por la UE, ahora sí, con la careta arrebatada impúdicamente por Trump, son excesivos.

La pérdida del llamado “Estado del Bienestar” en esta parte del mundo, sometidos como estamos a políticas económicas belicistas, austeras y liberticidas, incluirá una pérdida moral en los dos grandes sentidos que esta palabra posee en castellano: “moral” como fuerza o ánimo para seguir en la lucha por la existencia, y moral como marco axiológico en el que un enjambre de pueblos afines –aunque también muy diversos- quisieron compartir un ideario de “Paz Perpetua”.

Los neokantianos socialistas o liberales que invocan la “dignidad del hombre” (y de la mujer y de los ciento y pico “géneros”), así como la resolución negociada de los conflictos en una confederación de naciones libres, resucitan a un ilustrado ya momificado desde inicios del siglo XIX, y recuerdan demasiado a esos curas que atronaban –en tiempos de mi abuelo-  en contra la fornicación desde los púlpitos.

Ningún cura terminó con la fornicación con sus prédicas, y ninguna Europa será ya creíble moralmente desde los últimos movimientos respecto a Ucrania y Gaza, aunque se invoque a Kant. Ese Occidente sin careta, esclavo de los EUA, masoquista que no sabe vivir sin amo, no es referente moral para nadie. No solo no condena de forma viril y clara la violencia sionista y norteamericana, sino que se arrastra por el fango tratando de no “mancharse”, lo cual no deja de ser paradoja patológica.

Estamos hablando de una Europa que ha reunido todas las condiciones para su centrifugación. Si no queremos entrar en una espiral del desastre, es fundamental que por mera cuestión de supervivencia los pueblos que vivimos sometidos a esta prolongación de la dominación yanqui, llamada OTAN-UE, nos organicemos bajo el signo del pluralismo y el respeto mutuo y construyamos una Unión Paralela, basada en la desobediencia activa, en la obstrucción de todas las ideas globalistas o neoliberales agitadas como bandera y tomadas como estrella-guía.

El punto capital de arranque es la oposición al rearme. Es crucial manifestar una oposición radical y firme al aumento del gasto militar en nuestras naciones.

De igual modo, es preciso reactivar todas aquellas medidas que conduzcan a un refortalecimiento de la soberanía e identidad de los pueblos sometidos a la tiranía de Bruselas, la cual es, en el fondo la dictadura imperial de Washington.


*Carlos Xavier Blanco Martín (Gijón, 1966) es doctor en Filosofía (Pura), Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (secciones Psicología y Pedagogía). Premio extraordinario de Licenciatura y Doctorado. Ha dado clases en la Universidad de Oviedo y en la Universidad de Castilla la Mancha. Es funcionario de carrera, profesor de filosofía en un centro de Educación Secundaria en Ciudad Real desde 1998. Es autor de más de 60 publicaciones académicas, y es autor de más de una docena de libros, además de otras colaboraciones editoriales como prólogos u obras compilatorias para sellos editoriales como EAS y Letras Inquietas.

Fuente: Socialismo y multipolaridad

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