¿Escalada o lucha anticolonial? Otra mirada al conflicto en Oriente Medio
Carmen Parejo Rendón
Israel y sus aliados llevan un año justificando un genocidio en Gaza, como respuesta a la operación Tormenta de Al Aqsa, llevaba a cabo por la resistencia palestina el 7 de octubre de 2023.
Sin embargo, sabemos que el derecho a la defensa que alude Israel es una falacia por su desproporcionalidad, pero, sobre todo, porque la propia acción de la resistencia palestina de octubre del año pasado ya era una manifestación del derecho a la defensa armada de los pueblos, recogido por Naciones Unidas, y más, si entendemos que esta acción se produce en un contexto de lucha anticolonial.
Tras los ataques al sur de Líbano y el inicio de una invasión terrestre por parte de Israel sobre este país, las autoridades sionistas hacían referencia a un supuesto derecho a la defensa. Sin embargo, de nuevo, se obvia que la presencia de numerosos refugiados palestinos en este país o el propio nacimiento de la organización política Hezbolá –que surgió en respuesta a la invasión del sur de este país por las fuerzas israelíes en 1982– son en sí mismas una manifestación del avance violento del proyecto colonial sionista en la región.
Durante la ocupación israelí se produjo la masacre de Sabra y Shatila, un crimen perpetrado por milicias cristiano-falangistas libanesas, aliadas de Israel, en dos campos de refugiados donde asesinaron a más de 3.500 refugiados palestinos.
Recordemos que esta no sería la primera vez que Israel inicia una invasión contra territorio libanés. En 1978, Israel ocupó parte de ese país con la operación Litani. Unos años después, en 1982, repitió la acción en el país vecino, llegando a controlar su capital, Beirut.
Durante la ocupación israelí se produjo la masacre de Sabra y Shatila, un crimen perpetrado por milicias cristiano-falangistas libanesas, aliadas de Israel, en dos campos de refugiados donde asesinaron a más de 3.500 refugiados palestinos.
Esa masacre recibió la calificación de acto de genocidio por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas, a través de su resolución 37/123. Sin embargo, la ocupación israelí del sur de Líbano duró hasta el año 2000.
En el 2006, el ejército israelí (FDI) volvió a iniciar una invasión terrestre del sur de Líbano, imponiendo, además, un bloqueo aéreo y naval sobre el país. Solo un mes después del inicio de esta incursión, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó por unanimidad la Resolución 1701, que exigía la retirada de Israel de Líbano, así como el despliegue en el sur del país de soldados libaneses y fuerzas de la ONU.
Finalmente, llegamos a la represalia iraní del pasado martes que, de nuevo, respondía a un accionar previo del Estado sionista: en primer lugar, el atentado en suelo iraní que acabó con la vida de Ismail Haniyeh, líder de Hamás. Y, de manera más reciente, a los ataques perpetrados por Israel en Líbano, que han llevado a la muerte de Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá.
Sin embargo, otra vez vemos cómo se habla de una posible escalada a nivel regional por el supuesto derecho que Tel Aviv tendría a tomar represalias. EE.UU. y sus aliados de la OTAN llamaron a una reunión urgente en Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU) y condenaron unánimemente el ataque iraní sobre tres bases militares en territorios ocupados por Israel. Atendiendo a lo que transmiten políticos y medios occidentales, pareciera que todo el escenario de conflicto en la región fuese el resultado de lo acontecido este 1 de octubre.
Pero, ¿podemos hablar de inicio de una escalada en un conflicto que no ha dejado de escalar desde hace más de cien años?
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial y la desaparición del Imperio otomano, se procedió a la implementación de pactos como el famoso acuerdo Sykes-Picot que, consolidado en la conferencia de San Remo en 1920, supuso el reparto del levante de la Península Arábica entre Francia y Reino Unido. Estos acuerdos se materializaron en dos mandatos, el británico y el francés, que dividieron el territorio. Las potencias coloniales favorecieron la sectarización de la sociedad aprovechando que los pueblos que habitan la zona son diversos en sentido religioso, étnico o cultural.
Pero, ¿podemos hablar de inicio de una escalada en un conflicto que no ha dejado de escalar desde hace más de cien años?
La estrategia divisionista que favorece enfrentamientos étnicos no es una característica exclusiva del maniobrar del colonialismo europeo en esta región, sino que, como sabemos, es una práctica sistemática de los modelos coloniales aplicada en otros escenarios, como el continente africano o asiático. En esos espacios, las fuerzas ocupantes han privilegiado a unas etnias frente a otras; prometido Estados que no van a existir, como en el caso kurdo; e incluso, de forma reciente, han alentado a sectores integristas religiosos en un país multiconfesional, como ocurrió durante el conflicto armado en Siria. El clásico: divide y vencerás.
Un proyecto realmente exitoso en la región fue llevado a cabo tras la Declaración de Balfour, que fue el origen de la creación del Estado de Israel, descrito entonces como un «hogar nacional para los judíos», que se sostuvo ideológicamente por las tesis del sionismo internacional, sobre todo europeo.
La concreción de un proyecto étnico funcional a los intereses coloniales se asienta aún más con la creación del Estado de Israel, más aún si tenemos en cuenta que la creación de esa estructura se reproduce en las tesis expansionistas del sionismo, que han garantizado un conflicto abierto en la región muy difícil de cerrar. Como todo proceso de colonización, está en constante actividad y permanente estado de violencia. La imparable escalada, en ese sentido, es parte del ADN de todo proceso de colonización y, en consecuencia, de toda lucha por la descolonización.
Así, no es de extrañar la posición que están teniendo al respecto de este escenario las potencias occidentales, que combinan discursos hipócritas con muchas armas, para favorecer una escalada sin fin que ellos mismos iniciaron hace más de 100 años y de la que aún hoy siguen sacando rédito.
Frente al ‘divide y vencerás’, vemos cómo en distintas regiones en el mundo se levantan sus pueblos para exigir el fin de esta etapa de colonización, neocolonización y miseria. El escenario internacional favorece hoy al eje de la Resistencia en Asia Occidental y a la liberación del pueblo palestino, así como al fin de los sistemas de apartheid impuestos por los caducos sistemas coloniales.
Podrán asesinar a los líderes, pero la causa de la justicia permanecerá e incluso se hará más fuerte. Como dijo Túpac Katari: «Volveré y seré millones». No estamos ante una escalada, sino ante un fortalecimiento de la resistencia de los pueblos que está siendo contestada de forma brutal por una metrópolis en decadencia.