Estados Unidos: una deuda explosiva en la trampa del dólar

Fabrizio Pezzani.

Ilustración: Tomada de Arianna editrice

El mundo occidental se enfrenta ahora a acontecimientos que eran visibles desde hace tiempo, pero que siempre fueron ignorados por arrogancia, falta de cultura histórica e ignorancia: una mezcla explosiva de incompetencia y ausencia de pensamiento crítico.

Los aranceles del presidente Trump muestran claramente los desequilibrios económicos y sociales de EEUU y el intento de atacar una deuda pública casi fuera de control con recortes de gastos e ingresos fiscales por aranceles que ayuden a frenar la deuda.

La deuda de EE.UU. ya se acerca a los 35 billones de dólares, con un gasto anual en intereses de aproximadamente 1 billón de dólares – superando por primera vez en su historia el gasto en defensa (850.000 millones). El PIB ronda los 28 billones de dólares, con un crecimiento menor que el ritmo de la deuda, y la fragilidad de esta situación se refleja en la resistencia del dólar.

Este conjunto de factores podría dificultar la colocación de deuda en los mercados internacionales, mecanismo que hasta ahora ha permitido a Estados Unidos vivir por encima de sus posibilidades.

Este descenso hacia un desequilibrio en las cuentas y hacia un sistema social que muestra signos cada vez más claros de desintegración con continuos hechos ilustrativos de un malestar social al límite del control comenzó progresivamente tras la caída del Muro de Berlin que hizo creer en la omnipotencia de un modelo sociocultural que parecía no tener obstáculos.

Para celebrar este acontecimiento histórico, el politólogo Francis Fukuyama escribió el libro “El fin de la historia” sin comprender los tiempos y ritmos de la historia y cómo ésta siempre se repite de formas diferentes pero constantes; nunca una profecía tan celebrada resultó ser un dramático engaño.

Los pródromos del actual colapso monetario y financiero se remontan a 1971, cuando Nixon y Volkher, gobernador de la FED, declararon el fin del “patrón cambio oro” transformando mágicamente el dólar en oro.

El fin del modelo monetario que había sustentado la recuperación de la posguerra llegó con la separación entre la emisión de papel moneda y un valor subyacente como el oro, lanzando la impresión de dinero al hiperuranio de las finanzas infinitas y racionales (1).

Los riesgos de devaluación del dólar llevaron a la creación del petrodólar y del sistema SWIFT en 1973, que en realidad sentaron las bases para otorgar al dólar el papel de moneda hegemónica en los intercambios internacionales, dado que en ese momento no existían fuerzas reales de oposición.

Desde entonces, se ha puesto en marcha la revolución financiera, que ha terminado por desestabilizar el sistema occidental; el afán por maximizar la riqueza ha justificado la búsqueda exasperada de reducir los costes de producción, lo que ha llevado a externalizar el sistema manufacturero estadounidense, que era su punto fuerte, a Asia Oriental.

El hecho más evidente es la disminución del porcentaje de trabajadores de la industria manufacturera, que ha pasado del 40% a finales de los años ochenta al 10% actual, en favor de los empleos del sector terciario -banca, seguros, finanzas y servicios-, lo que muestra hoy la extrema financiarización de la economía real.

Se ha hecho de todo para hacer crecer los datos bursátiles y las expectativas de crecimiento infinito de las cotizaciones; se han falseado los mismos principios contables para inflar los índices bursátiles, de hecho, se permitió incluir entre los ingresos, inflándolos, también las expectativas de beneficios futuros, cuando el viento cambió después de Lemhan y las expectativas se volvieron negativas el sistema entró en bucle anticipando expectativas de pérdidas futuras.

Así que la reducción de costes y la economía real acabaron erosionando la rentabilidad del sistema que siempre se ha apoyado en el papel del dólar como moneda de referencia mundial hasta que el antiguo tercer mundo se convirtió en alternativa y con los BRICS comenzó la guerra de divisas de la desdolarización; las transacciones internacionales en dólares han pasado del 79 % al 57 % en los últimos cinco años y la dinámica juega a su favor.

Ante esta situación, se hace mucho más difícil sostener la refinanciación de la deuda estadounidense mediante la colocación de un volumen creciente de deuda en los mercados internacionales y con el consiguiente riesgo de un proceso de devaluación del dólar.

En este difícil contexto los aranceles de Trump se han insertado en la búsqueda desesperada de la reducción de costes con acciones a menudo inconexas que están provocando un creciente malestar social con el aumento del desempleo en el nivel de vida de los estadounidenses.

Los aranceles a países extranjeros para recuperar mayores ingresos fiscales acaban repercutiendo en los mayores costes de recompra de la producción contratada a otros países, en dinámicas inflacionistas y en la propia debilidad del dólar.

Los anteriores experimentos con medidas arancelarias siempre han tenido resultados negativos, y los recortes de gasto tampoco pueden tener efectos inmediatos en las cuentas públicas. Incluso la apuesta por repatriar la producción externalizada en el extranjero presenta plazos de ejecución y resultados extremadamente inciertos, incompatibles en cualquier caso con los breves tiempos necesarios para contener el explosivo crecimiento de la deuda pública.

La idea presentada de recurrir a las criptomonedas parece ser la última apuesta de una ‘fantafinanza’ (finanzas ficticias) que ahora queda al descubierto: así como antes se cambió el oro por dólares, ahora se querría cambiar el dólar por bitcoins, lo que parece un truco de ilusionistas. Pero esto demuestra la gravedad de la situación, que no parece tener solución a corto plazo, ya que la posición del dólar en el sistema global parece más débil que antes, al igual que la propia moneda estadounidense.

En 2025, el banco central de China integró su sistema de pagos transfronterizos, permitiendo que este bloque económico -que representa casi el 40% del comercio global- comenzara a regular sus intercambios internacionales sin depender de la red bancaria SWIFT, mediante una infraestructura monetaria alternativa. Esta modalidad se convertirá en una práctica operativa habitual que involucrará a los BRICS y al comercio entre Asia, el Golfo Pérsico, África y parte de Sudamérica.

El mundo occidental se enfrenta ahora a acontecimientos que eran visibles desde hace tiempo, pero que siempre fueron ignorados por arrogancia, falta de cultura histórica e ignorancia: una mezcla explosiva de incompetencia y ausencia de pensamiento crítico.

Habría sido necesario reconocer a tiempo las evoluciones históricas que, ya después de la crisis de Lehman, comenzaban a mostrar una decadencia progresiva del mundo y del sistema sociocultural occidental.

 Este sistema se ha encontrado carente de pensamiento y de líderes capaces de impulsar la creatividad y el cambio.

Ha faltado el ‘pensamiento’ que, como bien recuerda Bertrand Russell, el hombre siempre demuestra temer:

El hombre teme más al pensamiento que a cualquier otra cosa en el mundo: más que a su propia ruina, incluso más que a la muerte. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrorífico; es implacable con los privilegios, las instituciones oficiales, las cómodas costumbres; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad, despreocupado de la sabiduría probada del pasado…

Pero para que el pensamiento llegue a ser posesión de muchos, en lugar de privilegio de unos pocos, debemos acabar con el miedo. Es el miedo lo que paraliza a los hombres: el temor de que sus creencias más queridas resulten ser ilusiones, de que las instituciones de las que dependen demuestren ser dañinas, de que ellos mismos sean menos dignos de respeto de lo que habían supuesto.

Traducción nuestra


*Prof. Fabrizio Pezzani es miembro del cuerpo docente del Departamento de Gestión Pública y Políticas de la SDA Bocconi, Italia. Ha enseñado en las universidades de Parma y Trento. Ha sido profesor visitante en la Harvard Business School y en la Harvard School of Public Health.

Nota nuestra

(1) Hiperuranio de las finanzas infinitas y racionales: metáfora filosófica/platónica que sugiere que la emisión de dinero sin respaldo (como el oro) se ha elevado a un espacio abstracto y especulativo, desconectado de la economía real.

Fuente original: Arianna Editrice

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.