Estilo y clase de Federer, tan apreciados como su tenis
DL. Roger Federer nunca permitió que los demás lo miraran sudar.
Jugó al tenis con un estilo que apenas en alguna ocasión evidenció el esfuerzo que requería realizar un saque con tal maestría, un ataque tan raro en su época y un movimiento tan preciso de pies.
Nunca fue de los que gritaba o gruñía al realizar sus disparos. Tampoco de los que celebraba ruidosamente después de ganar algún punto.
Sí, la forma en que sujetaba la raqueta lo ayudó a ganar, y mucho. Nada menos que 20 campeonatos del Grand Slam, media docena más que cualquier tenista antes que él.
Ganó en total 103 torneos a lo largo de 15 años, además de una Copa Davis y medallas olímpicas para Suiza. Y llegó a pasar una semana tras otra en la cima del ranking.
Le ayudó también evitar las lesiones graves durante mucho tiempo y alcanzar la excelencia de manera consistente durante décadas.
«Cada vez que la gente me descarta o trata de hacerlo, soy capaz de regresar», dijo alguna vez en una entrevista con The Associated Press. El jueves, un poco más de un mes después de cumplir 41 años y tras una serie de cirugías de rodilla, Federer anunció que no habrá más regresos.
Es una pérdida para el tenis, seguro. Y para el mundo del deporte.
La noticia llega menos de dos semanas después de que Serena Williams, poseedora de 23 títulos de Grand Slam, jugó lo que pudo haber sido el último encuentro de su carrera ilustre, poco antes de cumplir los 41 años.
«Algunos parten, otros vienen y el mundo sigue», comentó recientemente Rafael Nadal, uno de los mayores rivales de Federer. «Es un ciclo natural».
Cierto, el mundo seguirá su marcha. Pero el tenis no será el mismo.
El tenis extrañará a Federer, el jugador y a Federer, el estadista y embajador que habla varias lenguas. También a la celebridad reconocible al instante en cualquier lugar del mundo y el hombre que llevó el deporte a lugares donde ni siquiera había torneos, mediante exhibiciones a fin de recaudar dinero para su fundación caritativa.