Estructura social, delincuencia/violencia y actores políticos

Por Cándido Mercedes.

La tasa de victimización, que es el número de atracos, robos, asaltos, estafas, nos indica cómo gravitan esos jóvenes excluidos (31% sin empleos, 21% SIN SIN) y donde el 80% de ellos, cuando tienen el “privilegio” de trabajar, gana menos, promedio, de RD$15,000.00 pesos mensuales.

Si te atreves a enseñar, no dejes de aprender”. (John Cotton D.).

Somos una sociedad anómica, no en el sentido gregoriano, en tanto ellos expresaban que la anomia, literalmente, es la ausencia de leyes y/o de normas. En nuestro caso por la raíz de la palabra tenemos leyes, no obstante, nos encontramos en una demencial inobservancia de las mismas, sobre todo en los últimos años, en el interregno transcurrido 2000-2020.

Una formación social caracterizada por el concepto de anomia, de su creador Emilio Durkheim, cuando sabiamente nos explicaba que ella ocurre allí donde existe un vacío de normas. Ello da pie a una encrucijada en la que las personas entran en un entramado de conflictos que se dibujan en una debilidad existencial, normativa, cuyo corolario y axioma se refleja en una confusión y yuxtaposición entre la dimensión moral y mental.

Es ahí donde se deriva el comportamiento desviado, donde la delincuencia es la más ostensible y aterradora, que encuentra su espacio entre la contradicción entre los deseos, necesidades y realidades materiales. Robert Merton abundó sobre la anomia ampliando los fines culturales y las normas institucionales. De cómo la sociedad nos visibiliza a través de los medios, lo que puede consumir, lo que existe en el mercado, empero, no nos ofrece las posibilidades, oportunidades de recrear y satisfacer esas necesidades.

La anomia, es pues, al decir de Anthonny Giddens y Philip W. Sutton “Sensación de intensa ansiedad y temor que genera la experiencia de la ausencia de normas sociales, que suele producirse durante periodos de rápido cambio social”. Genera la anomia, el diseño del ambiente de miedo, de pánico, falta de rumbo; en un mundo donde la incertidumbre se instaló para quedarse. La certeza se convirtió en la distopia desgarrante de como adentrarse en un planeta, en una sociedad que no nos representa.

Es como un juego de naipes que se diluye, un ocio del dominó terminado donde colocamos 26 fichas en líneas para desplegarlas, desparramarlas en la mesa, todas juntas. El campo social anómico en que nos encontramos y con ello la violencia, la delincuencia, se deriva en gran medida por una estructura social anquilosada, frisada en el llanto de una sociedad tradicional, cuasi precapitalista, con vestigios de modernidad para solo un 30% de la población.

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