Etnografía: la herramienta esencial para políticas públicas que realmente conecten con la gente

Por Sergio Terrero Bello

La etnografía es el arte y la ciencia de descifrar lo invisible. Se ubica en ese delicado filo donde la realidad aparente se entrecruza con las estructuras profundas que la sostienen: aquellas normas, significados y motivaciones que, aunque ocultas a la mirada común, organizan la vida cotidiana. Es la estrategia fundamental del antropólogo para acceder a esas realidades vedadas para el sentido común.

Cada espacio y cada tiempo modelan una cultura única: la construyen, la reproducen y la adaptan en un mundo en constante transformación. Frente a esta realidad, compuesta por múltiples mundos que interactúan de forma dialéctica, se hace indispensable una herramienta capaz de captar su complejidad. La etnografía es esa herramienta. Nos permite comprender al ser humano en toda su diversidad polimórfico, politípico y multicultural para interactuar con la otredad y descifrar ese “todo complejo” que, como definió Tylor, incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, la costumbre y todas las demás capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad.
Comprender este entramado es esencial para actuar de manera efectiva sobre los procesos de cambio social. La etnografía ofrece el método para interpretar el diario vivir e introducir, con base en la evidencia, variables que modifiquen conductas, buscando una mejor adaptación de los grupos humanos a su entorno. Si el objetivo de la ciencia es entender la realidad para transformarla, entonces la etnografía resulta fundamental para construir colectivamente el conocimiento que sustenta un desarrollo genuino.

Sin embargo, existe una brecha abismal entre este potencial y su reconocimiento institucional. ¿Cómo puede un país como la República Dominicana aspirar a desarrollarse sin contar con una herramienta tan vital para que sus políticas públicas respondan a las necesidades reales de su población?

Viví en carne propia esta desconexión. Hace unos años, gané un concurso para un puesto en un ministerio cuya función era articular acciones de desarrollo en dos regiones. Para mi sorpresa, el Ministerio de Administración Pública (MAP) bloqueó mi contratación argumentando que el puesto no era para un antropólogo, pues según su criterio ese perfil “no correspondía” con el cargo. Esta decisión, ya sea por ignorancia o por una visión reduccionista del desarrollo, es un ejemplo emblemático del problema.

Precisamente lo que se necesitaba es lo que se rechazó: la capacidad de diagnosticar cualitativamente las necesidades de la población. Un país que enfrenta múltiples retos no puede avanzar apoyándose únicamente en estadísticas. Urge diseñar políticas públicas basadas no solo en estudios cuantitativos, sino también en investigaciones cualitativas y etnográficas profundas.

Solo así se podrán elaborar diagnósticos efectivos que sustenten políticas públicas sostenibles, capaces de impactar positivamente a la población y de generar un desarrollo verdaderamente pleno y equitativo. La etnografía no es un lujo académico; es una necesidad nacional para que el desarrollo no sea solo una cifra en un papel, sino una realidad tangible en la vida de las personas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.