¡Fin del mundo! Trump está decepcionado y descontento con Putin

Por Mirko Casale

Sanciones contra Moscú y armamento para Kiev: así visto, el ‘novedoso’ enfoque de Donald Trump para el conflicto ruso-ucraniano se parece igualito al que tenía Joe Biden, ¿verdad que sí? Sin embargo, existen algunos matices entre las formas de cada uno de ellos, aunque el fondo no parezca haber cambiado mucho.

Donald Trump está «descontento con Rusia» y «decepcionado» con Vladímir Putin. Vaya por Dios. El presidente estadounidense realizó varios comentarios relatando cómo sentía que Moscú prácticamente había jugado con su inocente alma infantil, diciéndole lo que quería escuchar mientras, a sus espaldas, hacían lo que les venía en gana.

Sea como sea, la cosa es que el decepcionado Trump decidió tomar medidas al respecto. Y no muy originales, por cierto: sanciones contra Moscú y más armas para Kiev, pero al estilo Trump.

Por un lado, como no podía ser de otra manera, el presidente estadounidense echó mano de su herramienta predilecta a la hora de ‘corregir’ a países con algún comportamiento que no le convence: la imposición de aranceles.

Así, el mandatario anunció que, si en 50 días no se alcanza un acuerdo entre Rusia y Ucrania, EE.UU. impondrá aranceles del 100 % a todos aquellos países que comercien con Rusia. La medida afectaría principalmente a socios comerciales cercanos de Moscú, en especial aquellos que integran los BRICS.

Pero no exclusivamente, porque como es de sobra conocido, a pesar de las pataletas de más de uno en el Norte Global, con los rusos sigue comerciando Raimundo y todo el mundo, incluyendo socios de Washington como Japón o la Unión Europea, que también deberían pagar ese arancel, en caso de aplicarse.

Por no hablar de los propios EE.UU., que el año pasado importaron productos rusos por valor de alrededor de 3.000 millones de dólares y por ello, siendo justos, deberían ‘autoarancelarse’ también de alguna manera. La medida, además, según señalaron varios expertos, podría golpear de lleno la economía global en general y la estadounidense en particular, con un repunte en la inflación y altos precios de la energía.

Eso por no mencionar que la previsible reacción de Pekín no sería la que espera Washington y, en lugar de presionar a Moscú, se acercarían todavía más. Sanciones contra Rusia que se devuelven contra quienes las imponen. ¿Verdad que les suena conocido?

De todos modos, todavía falta mes y medio para ese supuesto, por los días que Trump, en su línea, puso de margen para que el potencial ‘arancelable’, en este caso Rusia, reflexione.

Para lo que Trump sí parece más apurado (y ni hablar de Zelenski) es en lo de aumentar el flujo de armamento para Kiev. Pero también el presidente estadounidense lo hará a su manera, enviando armas ‘made in USA’ pero con tremendo asterisco, porque no las pagará Washington, sino Londres y Bruselas.

De esa manera, Trump revitalizaría las empresas estadounidenses de armamento a costa de los bolsillos de los europeos. Un negocio redondo.

Sin embargo, tras unos instantes dubitativos y de sonrisas congeladas, en la Unión Europea debieron sacar sus cuentas y comenzaron las primeras dudas. Chequia, Hungría, Italia y Francia no parecen especialmente felices con la idea y, aunque discretamente, han ido mostrando su oposición a sumarse al plan.

Incluso Kaja Kallas, que no es famosa por su rapidez mental precisamente, pareciera haber caído en cuenta de lo que implica armar a Kiev con dinero propio y no con dinero ajeno.

Las dudas también asaltan al movimiento MAGA, el más trumpista entre los que auparon a Trump a la Casa Blanca, que ven con desconcierto cómo el autoproclamado ‘finalizador de guerras’ alarga el conflicto en Europa del Este ante su incapacidad para terminarlo y apoya en todos los sentidos y sin matices a Tel Aviv en su empeño en incendiar toda Asia Occidental: un día Palestina, al otro Irán, al siguiente Siria.

Tampoco Lindsey Graham, el representante más guerrerista de todo EE.UU. (lo que ya es decir) quedó plenamente satisfecho con el anuncio presidencial, ya que él aspiraba a aranceles del 500 % y tuvo que conformarse con el anuncio de un magro 100 % y encima recién para principios de septiembre.

Incluso Zelenski, a pesar de sus agradecimientos públicos, se quedó con sabor agridulce, porque no sabe con precisión qué armamento va a llegarle exactamente ni en qué cantidades ni cuándo y encima, tras varias elucubraciones en la prensa, Trump dijo públicamente que este no debe usarse contra la capital rusa, objetivo largamente anhelado por el banderismo instalado en Kiev.

Por fortuna (para Trump), el presidente estadounidense encontró a alguien verdaderamente incondicional, dispuesto a apoyar todo lo que haga o diga sin titubear. Hablamos del secretario general de la OTAN, empeñado en demostrar que cuando llamó «papi» a Trump no lo hizo por descuido, sino con plena consciencia.

Después de ponerse al borde de la deshidratación tras babear copiosamente mientras Trump anunciaba sus planes de sanciones arancelarias contra Moscú y envío de armas pagadas por Europa Occidental para Kiev, como forma de apoyar a su «papi», Mark Rutte se puso a elucubrar qué haría él si fuera Vladímir Putin y, a continuación, qué haría él también si fuera un ciudadano chino, indio o brasilero, sin caer en cuenta de que su principal problema es, precisamente, que no es ni ruso ni chino ni indio ni brasilero, sino que nació con el defecto congénito de ser Mark Rutte.

Pero no solo Trump es fiel a su estilo, también lo es Rusia. Y puede jurarlo: son estilos muy diferentes. La respuesta de Moscú ante las decepciones y descontentos y aranceles y armamentos del presidente estadounidense ha sido extremadamente calmada para lo que algunos pudieran esperar.

El secretario de prensa del presidente Putin, Dmitri Peskov, declaró lacónicamente que tomaban nota; el canciller Serguéi Lavrov ironizó con que al final las famosas 24 horas que Trump dijo que necesitaba para resolver el conflicto se convirtieron en 50 días; y la portavoz de Exteriores, María Zajárova, aprovechó para hacerle algo de ‘bullying’ a esa especie de saco de boxeo geopolítico que es Kaja Kallas.

Una respuesta discreta que subraya una vez más que, más allá de la decepción y el descontento de Trump, estamos ante un conflicto que no puede resolverse si se ignoran, por un lado, las causas profundas que lo originaron y, por el otro, la realidad en el terreno a día de hoy.

Todo lo demás no son más que declaraciones y anuncios vistosos, pero irrelevantes a la hora de encontrarle una solución, sino definitiva, por lo menos duradera. Y se puede entender la frustración de no encontrar una manera de solucionar el conflicto, porque ponerle punto y final desde fuera es un asunto bien complejo.

Pero otra cosa muy distinta es caer en la tentación de tomar el camino fácil, que es el de contribuir a alargarlo.

RT

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