Francia y las fisuras de un modelo social

REDCOM. El asesinato de Nahel, un joven de 17 años, por un disparo del brazo armado del Régimen de Emmanuel Macron-el 27 de junio- durante un control de tránsito en un suburbio de París, ha desatado 23 noches consecutivas de protestas contra el racismo, la violencia y la brutal represión policial en toda Francia.

En este contexto de violencia institucional extrema: terrorismo de estado, la justicia francesa en clara connivencia con el ejecutivo, ya ha realizado más de mil condenas «express» a distintas personas, entre ellas casi 750 a penas de prisión efectiva de unos ocho meses, por las protestas contra el Régimen y el asesinato de Nahel.

Desde entonces, los tribunales dictaron 1.278 sentencias, entre ellas 95% condenatorias, así lo ha indicado el ministro de Justicia, Éric Dupond-Moretti, en la radio RTL.

Un total de 1.056 personas fueron condenadas a prisión, entre ellas 742 a penas de cárcel de cumplimiento efectivo con una duración promedio de ocho meses, precisó el ministro. Por el momento, 600 manifestantes son quienes ya están en la cárcel con carácter efectivo.

Sin dar respuestas a la gravísima situación que se viene viviendo y padeciendo en Francia bajo el Régimen de Macron, con políticas de fondo en lo social, educativo, económico, de salud, es más que evidente que la única reacción es sembrar el terrorismo de estado, como mecanismo de control, sumisión, adoctrinamiento y criminalización de las protestas sociales. Violando, desde todo punto de vista, los derechos humanos con total impunidad.

Pero además, y en relación con lo que está aconteciendo en Francia, es importante recordar y advertir que existe un contexto y unos precedentes dados.

Las fisuras de un modelo

En primer lugar, decir que no es la primera protesta de la sociedad francesa en los últimos meses y años. Y estas protestas se intensifican revelando cada vez más inconsistencias de la realidad del país.

Se habla mucho del carácter lumpen de estas protestas. Se vuelve a hablar de guettificación y de conflicto cultural. Hablamos de barrios marginalizados, donde no viven exactamente inmigrantes, sino nietos e incluso biznietos de procesos de emigración que se vinculan directamente con las antiguas colonias francesas y del aprovechamiento durante décadas de una mano de obra barata sin el «coste social» de tener con ello que aceptar como ciudadanos de primera a este grupo extenso de personas. Apostando por la segregación y creyendo que eso no tendría ninguna consecuencia.

En este contexto, es obligatorio preguntarse, ¿es que este fenómeno no es parte de la sociedad francesa y de cómo se ha construido la sociedad francesa?

Lumpenizados o no, lo que vemos es, una vez más, las fisuras de un modelo social: el modelo social francés (no Senegalés, ni marroquí…)

Este modelo social se desarrolla en Francia y es por tanto parte de la sociedad francesa. Hablar de inmigrantes y choque cultural es negar la realidad de que el problema tiene una denominación de origen puramente europea y, en concreto, francesa.

Sí, estas protestas no tienen una dirección política revolucionaria. Ojo, las de la subida de la edad de las pensiones tampoco. Pero en ambos casos lo que se pone de manifiesto son las deficiencias de un sistema y de un modelo concreto.

El fracaso de las políticas de ajuste y la represión para sostenerlas

Estos episodios se dan cuando todavía están presentes las huelgas y luchas contra la reforma previsional que tuvieron un fuerte auge entre marzo y abril de este año y que expusieron las debilidades del gobierno de Macron, quien acaba de obtener su reelección tras haber sido votado solo por el 27% del electorado y luego con el voto malmenorista que en Francia llamaron “Barrage” (bloqueo), cuyo único fin era evitar que gane Le Pen. Pero, como telón de fondo, se encuentran las deficiencias del sistema y del model francés.

Entre marzo y abril de este año, las calles de Paris estuvieron colapsadas, tanto por las manifestaciones como inundadas de basura por el paro de recolectores. Las imágenes de la “ciudad luz” llena de basura y destrozos contrastaba con la que suele mostrar al mundo una de las principales atracciones turísticas del mundo. Algo que volvió a suceder este fin de semana, cuando la “elegante” Champs Elyseés estuvo intervenida por un fuerte dispositivo policial que incluso afectó a turistas que quedaron varados o eran confundidos por las fuerzas represoras.

Ya desde antes de estos conflictos la policía fue acumulando facultades extraordinarias, incrementando la violencia hacia los sectores oprimidos. El incremento del caos y la violencia se presenta como consecuencia de las políticas de ajuste y más represión.

La relación entre aquel conflicto ligado a políticas de ajuste contra la clase trabajadora y estas manifestaciones resulta ineludible, más allá del carácter de «lucha de clases tradicional» con un alto nivel de organización de unas y el carácter espontáneo y caótico de otras. Mientras se desarrollan los saqueos que dan vuelta por los medios y cuyas imágenes son utilizadas por oportunistas de todo tipo para criminalizar la protesta, enormes y masivas movilizaciones pacíficas piden «justicia para Nahel» y para todas las víctimas de abuso policial. Las expresiones y metodologías de protesta podrán ser diversas y contradictorias, pero las motivaciones son las mismas.

Las protestas pacíficas piden justicia, las violentas tienen objetivos que representan la desigualdad: desde marcas ostentosas, productos inaccesibles para las mayorías, hasta elementos superficiales o que sirven para un uso practico en los enfrentamientos con la policía. Los intendentes de distintas ciudades y comunas también son objetivos de ataques, escraches y denuncias, incluso en sus propias casas o con la quema de sus autos. Son atacados de manera concreta o simbólica quienes manejan las riendas del país, ya sean desde cargos gubernamentales o empresas.

La respuesta popular frente al asesinato de Nahel no es un hecho aislado en el mundo. Un antecedente cercano que recorrió el mundo fueron las movilizaciones del año 2020 tras el asesinato de George Floyd en la ciudad de Minneapolis. Aquellas movilizaciones, recorrieron distintas ciudades de Estados Unidos que en muchos casos incorporaron sus propios casos de violencia policial, como Breonna Taylor en Louisville, para luego cruzar la frontera y recorrer el mundo con sus propios casos (Giovani López en México, o Adama Traoré en Francia, asesinado en 2016 pero que en 2020 su nombre reapareció junto a otros).

Otro elemento que se relaciona con los conflictos que se vienen produciendo en Francia, es el relato extranjerizante como manera de criminalizar y silenciar a quienes protestan. En el país galo se trata como «extranjeros» a jóvenes, en su gran mayoría franceses e hijos de franceses, pero descendientes de migrantes en su mayoría árabes o africanos

Si hay algo que vienen dejando expuestas las protestas de la reforma judicial y las del asesinato de Nahel a mano del brazo armado del Régimen de Macron, son las consecuencias que tienen las crecientes políticas de ajuste y represión contra la población.

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