Gaza, EE. UU y China: el futuro de la guerra y el fin de la civilización
Roberto Iannuzzi.
Foto: Soldados estadounidenses frente al Monumento a Lincoln (Foto de Clay Banksen Unsplash)
La tendencia a reinterpretar las leyes de la guerra tendrá graves consecuencias sobre la destructividad de la acción militar en futuros conflictos. Gaza representa un peligroso precedente.
Había escrito varias veces en artículos anteriores que el alcance de la tragedia de Gaza va mucho más allá de los estrechos límites de esta franja de tierra martirizada en la costa del Mediterráneo:
Lo que está sucediendo en Gaza no se quedará confinado a Gaza, se podría decir, porque es síntoma de un malestar más general que está erosionando la civilización occidental.
Ya había escrito en el pasado que
Bajo los escombros de Gaza corren el riesgo de quedar sepultados también el orden internacional que la ONU ha representado desde 1945 y el papel de garante de la legalidad internacional del que siempre se han jactado los Estados Unidos.
Ahora, una investigación de la revista estadounidense The New Yorker titulada “What’s Legally Allowed in War” (Lo que está legalmente permitido en la guerra), que ha pasado prácticamente desapercibida, ayuda a aclarar mejor la peligrosidad del “precedente” que representa el exterminio que se está llevando a cabo en Gaza.
El reportaje, firmado por Colin Jones, relata cómo los expertos jurídicos del ejército estadounidense están analizando la operación militar israelí en la Franja, considerándola una especie de “ensayo general” para un posible conflicto con una potencia como China.
El artículo comienza describiendo dos visitas realizadas a la Franja por Geoffrey Corn, profesor de Derecho en la Universidad Tecnológica de Texas y exasesor principal de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos sobre leyes de guerra, también conocidas como Derecho Internacional Humanitario (DIH) o Derecho Internacional de los Conflictos Armados (DICA).
Para explicar el nivel de destrucción que presenció en Gaza, Corn lo comparó con el de Berlín al final de la Segunda Guerra Mundial. No fue ni el primero ni el único en proponer una comparación similar.
Ya en diciembre de 2023, apenas dos meses después del inicio del conflicto, expertos militares consultados por el Financial Times habían comparado la destrucción del norte de Gaza con la de ciudades alemanas como Dresde, Hamburgo y Colonia tras los bombardeos aliados.
La Segunda Guerra Mundial fue el primer conflicto armado en el que la evolución de la aviación militar hizo posible el bombardeo a gran escala de civiles.
Las masacres de la población indefensa se utilizaron deliberadamente para inducir al enemigo a rendirse (a menudo sin éxito).
Jones recuerda que no fue hasta 1977 que los Protocolos Adicionales de los Convenios de Ginebra prohibieron explícitamente las acciones militares destinadas a atacar intencionadamente a civiles. Pero la operación israelí en Gaza ha puesto de manifiesto la ineficacia de este régimen jurídico.
Sin embargo, esta no es la conclusión a la que han llegado los expertos militares estadounidenses.
En Rafah, en la frontera entre el enclave palestino y Egipto, oficiales de las fuerzas armadas israelíes mostraron a Corn vídeos que, según ellos, demostraban la presencia de hombres de Hamás en la zona antes del inicio de la ofensiva israelí.
En su investigación, Corn, a pesar de la comparación con el Berlín de la Segunda Guerra Mundial, concluyó que la presencia de Hamás convertía esos lugares en “objetivos militares”. Por lo tanto, los civiles muertos en la operación no habrían sido objetivos intencionados, sino “muertes accidentales”.
¿Un exterminio “accidental”?
Actualmente, el balance oficial (probablemente subestimado) en la Franja supera las 52 000 víctimas, mientras que hay más de 420 000 desplazados, sobre una población total de aproximadamente 2,3 millones de personas al inicio del conflicto.
En su acción militar, Israel ha bombardeado indiscriminadamente viviendas, escuelas, hospitales, lugares de culto, fábricas, universidades, bibliotecas y centros culturales.
Las excavadoras israelíes han arrasado y devastado tierras agrícolas, invernaderos, huertos y cementerios. Las fuerzas armadas de Tel Aviv han destruidodepósitos, conductos de agua, pozos y han dejado fuera de servicio las instalaciones de desalinización.
Como escribí en un artículo anterior, en 2024 se acumularon informes, redactados por la ONU y por organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Médicos Sin Fronteras(MSF), según los cuales lo que Israel está llevando a cabo en la Franja debe calificarse de “genocidio”.
Esto se suma al veredicto provisional de la Corte Internacional de Justicia, que data del pasado mes de enero, en el que se calificaba de “plausible” la acusación de genocidio presentada por Sudáfrica contra Israel. Desde entonces, las condiciones en Gaza han empeorado de forma alarmante.
Académicos judíos, expertos en el Holocausto, como Omer Bartov y Raz Segal, han hablado abiertamente de “genocidio” en relación con el exterminio que se está llevando a cabo en Gaza.
Sin embargo, como ya se ha mencionado, no solo Corn, sino también otros expertos militares del ejército estadounidense han llegado a conclusiones totalmente diferentes, como señala Jones en su investigación.
En un informe elaborado para el Instituto Judío para la Seguridad Nacional de América (JINSA), Corn y un grupo de generales retirados concluyeron que la aplicación por parte de las fuerzas armadas israelíes de “medidas de mitigación del riesgo para la población civil” refleja “un compromiso de buena fe” para respetar las leyes de la guerra. Hamás, por el contrario, las habría violado de manera generalizada e intencionada.
Entrevistado por Jones, Corn afirmó que, a pesar del impresionante nivel de destrucción en Gaza, que le había impactado personalmente, las acusaciones contra Israel eran precipitadas.
Lo que puedo decir es que los sistemas y procesos implementados por las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] son muy similares a los que nosotros adoptaríamos en un teatro de guerra similar, declaró Corn.
Sus valoraciones y las de los generales que redactaron el informe de la JINSA no son una excepción.
Como escribe Jones en su reportaje, la idea
de que la conducta de Israel en Gaza está en consonancia con la interpretación que el ejército estadounidense da de sus obligaciones jurídicas [en un contexto de guerra] es consensuada entre los juristas militares estadounidenses y sus asociados en el mundo académico en los últimos años.
Prepararse para una guerra con China
Para confirmarlo, Jones cita un estudiomuy reciente de Naz Modirzadeh, profesora de la Facultad de Derecho de Harvard y fundadora del programa de derecho internacional y conflictos armados de esa universidad.
Modirzadeh escribe que el Gobierno de Estados Unidos ha sido evasivo a la hora de juzgar si Israel ha violado las leyes de la guerra. Esto no se debe a la hipocresía o al cálculo geopolítico, sino más bien a “una transformación más profunda dentro del ejército estadounidense y su aparato jurídico”.
En los últimos años, el Departamento de Defensa se ha centrado cada vez más en cómo Estados Unidos podría librar un conflicto a gran escala contra un adversario capaz de rivalizar con el ejército estadounidense en tecnología y fuerza militar.
En un escenario de este tipo, denominado en la jerga técnica “operación de combate a gran escala” (LSCO), se produciría un enfrentamiento militar muy violento en múltiples ámbitos (aéreo, terrestre, marítimo), la superioridad aérea no estaría garantizada, las pérdidas se contarían por cientos de miles y ciudades enteras quedarían arrasadas.
“En la práctica”, afirma Modirzadeh, el ejército estadounidense ha comenzado a “prepararse para una guerra total con China”. Teniendo en mente una conflagración de tal magnitud, los expertos jurídicos del ejército están reinterpretando las leyes de la guerra.
«Desde este punto de vista”,escribe Jones, “Gaza no solo parece un ensayo general del tipo de combate al que podrían enfrentarse los soldados estadounidenses. También es un banco de pruebas para la tolerancia del público estadounidense ante los niveles de muerte y destrucción que conllevan este tipo de conflictos armados”.
Una afirmación doblemente inquietante, en primer lugar, porque la de Gaza no es una guerra contra un ejército regular de igual nivel, sino contra una formación guerrillera y una población indefensa.
Y en segundo lugar porque presenta a la Franja como una especie de «laboratorio» para poner a prueba las reacciones de la opinión pública occidental ante lo que, de hecho, es una operación de exterminio.
Aún más desconcertantes son los escenarios futuros que plantean estas consideraciones.
A partir de 2018, escribe Jones, la Estrategia de Defensa Nacional del Gobierno estadounidense elevó la competencia entre las grandes potencias (con China y Rusia a la cabeza) a principal preocupación para la seguridad nacional, en lugar del terrorismo.
Sobre la base de esta señal, la imponente burocracia del Pentágono ha iniciado un gigantesco proceso de reorganización, destinado a redefinir el presupuesto de defensa, los manuales de entrenamiento, los contratos de armamento y la estrategia militar, con el teatro del Pacífico como objetivo principal.
Un memorándum del Departamento de Defensa, divulgado por el Washington Post, confirma esta tendencia al revelar las directrices del actual secretario de Defensa, Pete Hegseth, destinadas a preparar a los Estados Unidos para una posible guerra con China.
En 2024, Estados Unidos instaló su sistema de misiles Typhon, con un alcance de unos 2000 km, en Filipinas, donde el ejército estadounidense tiene acceso a al menos nueve bases militares. Estos misiles son capaces de alcanzar ciudades y bases en territorio chino.
La era de la ‘moderación’ ha llegado a su fin
Mientras tanto, en 2021 se publicó en The Military Review un artículo firmado por dos importantes expertos jurídicos del ejército estadounidense según el cual las fuerzas armadas estadounidenses habrían seguido técnicas de combate caracterizadas por una moderación excepcional en los últimos veinte años.
Esto habría sido posible gracias a una serie de circunstancias —bases seguras, superioridad tecnológica, supremacía aérea y marítima— que habrían permitido una eliminación metódica y “sin prisas” del enemigo. Esta práctica habría alcanzado su punto álgido con los ataques llevados a cabo por drones controlados a distancia.
La tesis de los autores del artículo es que Estados Unidos tendrá que luchar basándose en normas mucho más permisivas si quiere ganar una guerra a gran escala.
No solo las conclusiones, sino los propios supuestos de una afirmación similar parecen desconcertantes.
Bastaría recordar la criminal imprecisión (reconocida en el pasado incluso por fuentes militares estadounidenses) de los ataques con drones, que han causado cientos de víctimas civiles en países como Afganistán, Pakistán, Somalia y Yemen.
O también las miles de víctimas civilescausadas por los intensos bombardeos estadounidenses destinados a “liberar” de la presencia del ISIS las ciudades de Raqqa y Mosul, en Siria e Irak, respectivamente, en los últimos años.
El hecho es, escribe Jones, que al artículo publicado en The Military Review le siguió una serie de otros artículos, discursos oficiales y conferencias que defendían el mismo argumento, a saber, que el ejército estadounidense tendrá que librar el próximo conflicto de alta intensidad basándose en normas menos restrictivas.
La tendencia ya se aprecia claramente en la campaña israelí en Gaza, donde los altos mandos de las fuerzas armadas de Tel Aviv han ampliado la lista de objetivos permitidos y relajado de manera impresionante las restricciones sobre las víctimas civiles.
Jones cita un vídeo de abril que demuestra lo permisivas que se han vuelto las reglas de combate del ejército israelí. En el clip, un comandante de batallón instruye a sus soldados antes de una operación de rescate de rehenes en Rafah.
«Cualquiera que encuentren es un enemigo”, dice el militar, “a cualquiera que vean, abran fuego, neutralicen la amenaza y sigan avanzando”.
Los expertos jurídicos del ejército estadounidense apuntan en la misma dirección: reglas más ‘indulgentes’ para maximizar la letalidad de la maquinaria bélica estadounidense.
Las directrices políticas acentúan esta tendencia. Nada más ser nombrado jefe del Pentágono, Hegseth afirmó en un mensaje oficial que quería “revivir el espíritu guerrero” del ejército estadounidense, centrándose en la “letalidad” de las fuerzas armadas.
“Somos guerreros estadounidenses; defenderemos nuestro país”, declaró Hegseth, como si Estados Unidos tuviera que prepararse para una invasión militar inminente.
La llegada del nuevo secretario de Defensa ha provocado la cancelación de los programas del Pentágono destinados a prevenir víctimas civiles en las operaciones del ejército estadounidense.
“Mentalidad de búnker” y control democrático reducido
Como escribió Modirzadeh,
Hegseth reduce la guerra a una lucha brutal e inevitable por la destrucción, descarta las restricciones legales y éticas como obstáculos peligrosos para la victoria y describe las normas modernas de combate —en particular las que hacen hincapié en la protección de los civiles— como concesiones ingenuas a la opinión pública mundial que debilitan la eficacia militar de Estados Unidos frente a adversarios que no respetan esas restricciones.
Esta percepción refleja, además, una visión de la competencia internacional entendida como un “juego de suma cero”, en el que se domina o se es dominado, también predominante en el establishment estadounidense, especialmente en los últimos años.
Los líderes políticos de un país que, a pesar de estar en declive, sigue siendo la principal superpotencia mundial, están cada vez más afectados por una “mentalidad de búnker” cada vez más parecida a la israelí.
Según esta mentalidad, Estados Unidos está rodeado de enemigos y, como escribe Wess Mitchell, otro influyente estratega estadounidense, debe
gestionar la brecha entre [sus] medios finitos […] y las amenazas virtualmente infinitas a las que se enfrenta.
Se descarta en gran medida la posibilidad de coexistir con otras potencias internacionales en el contexto de un mundo multipolar.
A partir de lo expuesto hasta ahora, pueden hacerse dos últimas consideraciones.
Como ha señalado Modirzadeh, la reinterpretación jurídica de las leyes de la guerra no es una operación meramente especulativa, sino que tiene repercusiones concretas de gran alcance.
Aunque es de desear que nunca se produzca una guerra abierta entre Estados Unidos y China, la transformación que una perspectiva de este tipo determina en el enfoque general del ejército estadounidense hacia los conflictos armados (en términos jurídicos, de entrenamiento militar y de definición de estrategias bélicas) es real.
Está destinada a tener consecuencias concretas en la destructividad de la acción militar estadounidense en futuros conflictos.
El pensamiento se dirige entonces a la creciente fragilidad del control democrático sobre la acción de los gobiernos occidentales.
Basta pensar, trasladándonos al ámbito europeo, en cómo la presidenta de la Comisión Europea pasó por encima del Parlamento Europeo al aprobar la propuesta legislativa Safe para la creación de préstamos de hasta 150 000 millones de euros para el rearme del viejo continente.
A la luz de esta fragilidad y, en consecuencia, de la reducida vigilancia civil incluso sobre los aparatos militares, la deriva hacia una creciente letalidad de la acción bélica y una menor atención a los daños colaterales y a las víctimas civiles resulta aún más alarmante.
He aquí, pues, otra razón por la que la catástrofe de Gaza, lejos de ser una crisis circunscrita a una zona lejana de conflictos endémicos que no nos conciernen (como nuestros medios de comunicación quieren hacernos creer), representa, por el contrario, un síntoma tan trágico como peligroso de la crisis de civilización en la que se está hundiendo Occidente.
Traducción nuestra: (observatorio de trabajador@s en lucha)
*Roberto Iannuzzi es analista independiente especializado en Política Internacional, mundo multipolar y (des)orden global, crisis de la democracia, biopolítica y «pandemia new normal».
Fuente original: Intelligence for the people