Geopolítica de las “tierras raras”
José Ernesto Nováez Guerrero
Las denominadas como “tierras raras” atraen poderosamente la atención del magnate republicano y del lobby económico y político que lo sustenta y cuyos intereses expresa.
Según la acertada afirmación de Lenin, la política es la expresión concentrada de la economía. Comprendiendo de un modo no determinista esta preeminencia de los intereses económicos, es posible entender muchas de las lógicas políticas y geopolíticas que estructuran el mundo contemporáneo.
En ocasiones estas lógicas están solapadas detrás de apelaciones a valores abstractos, tales como la defensa de la “democracia” y el “mundo libre”, mientras que otras veces aparecen expuestas en forma totalmente descarnada, permitiendo dar un vistazo a los motores profundos del poder y desnudando el cinismo sobre el cual se sustenta la hegemonía de un país o una clase política.
El llevado y traído acuerdo entre Estados Unidos y Ucrania, que hoy parece un poco más lejano después del exabrupto entre Trump y Zelensky en el Despacho Oval de la Casa Blanca, es un excelente ejemplo del segundo caso. Luego de años de retórica de la administración Biden y sus aliados europeos en torno a las nobles causas que decían defender en Ucrania, llega una nueva administración y de forma abrupta arranca la cortina, dejando claro qué quieren y cómo lo quieren. Y en el caso de Ucrania, los cientos de miles de millones invertidos por Washington tenían, entre sus múltiples fines, el de apropiarse de los amplios recursos naturales del país.
Y entre estos, las denominadas como “tierras raras” atraen poderosamente la atención del magnate republicano y del lobby económico y político que lo sustenta y cuyos intereses expresa. Este nombre impreciso hace referencia a un conjunto de 17 elementos químicos (Escandio, Itrio, Lantano, Cerio, Praseodimio, Neodimio, Prometio, Samario, Europio, Gadolinio, Terbio, Disprosio, Holmio, Erbio, Tulio, Iterbio y Lutecio), algunos más frecuentes que otros, pero que raramente se encuentran juntos en la superficie terrestre, salvo en unos pocos lugares del planeta.
Estos elementos químicos que componen las denominadas “tierras raras” desempeñan un papel fundamental en la industria tecnológica contemporánea. Su uso comprende industrias tan diversas como la defensa, la alta tecnología, la aeroespacial y la energía verde: desde la pantalla de un teléfono táctil, pasando por las luces LED y los dispositivos de un vehículo eléctrico, hasta llegar a la turbina de un moderno jet de combate. O sea, para las Big Tech y el complejo militar-industrial, estos recursos resultan vitales.
El problema central en torno a la geopolítica de las “tierras raras” es que el desarrollo industrial del capitalismo contemporáneo es cada vez más dependiente de estos recursos para avanzar en la nueva revolución industrial en curso y mantener su hegemonía económica y política. Perder la carrera tecnológica en curso implica, para Occidente, tal y como representó para otros pueblos en el pasado, perder la hegemonía económica, política y cultural que tantos privilegios y ventajas le ha garantizado desde el siglo XV.
Para evitar esto, Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, necesita garantizar un suministro estable de “tierras raras” y otros minerales estratégicos. En el caso de las “tierras raras”, hay tres obstáculos fundamentales. El primero es su escasez. En un balance de 2024, el Servicio Geológico de Estados Unidos calculaba que había unos 110 millones de toneladas en el mundo. El segundo es el grado de concentración de estos recursos.
Más de un tercio de las reservas mundiales confirmadas están en China, con 44 millones de toneladas, seguida por Vietnam con 22 millones, Brasil con 21 millones, Rusia con 10 millones e India con siete millones. Con lo cual vemos que más del 65 por ciento de estos recursos estratégicos están en los países del denominado BRICS+, lo que explica en parte la animadversión e inquietud del gobierno norteamericano hacia este bloque.
El tercer gran obstáculo para las apetencias occidentales en materia de “tierras raras”, está en el dominio chino en la producción,refinamiento y procesamiento de estos minerales. Para 2022, China producía alrededor del 70 por ciento del total de “tierras raras” del mundo y procesaba más del 85 por ciento de estas. Adicionalmente, China tiene un predominio tecnológico en cuanto a estos minerales. Entre 1950 y 2018 el país presentó más de 25 mil patentes de “tierras raras”, frente a una 10 mil de Estados Unidos.
Las dos principales empresas de extracción fuera de China, MP Materials y Lynas, según un informe de New Security Beat de 2024, “han tenido dificultades para ampliar la capacidad de refinación a pesar de las enormes inversiones del gobierno estadounidense”. De ahí la presión que se ejerce sobre Ucrania para que firme un acuerdo claramente beneficioso para los intereses norteamericanos, urgidos de ampliar sus fuentes de suministros de estos recursos estratégicos.
Pero la geopolítica de “tierras raras” no se queda solamente en Ucrania. Está detrás también del escandaloso anuncio de Donald Trump de hacerse con el control de Groenlandia, algo que algunos medios han optado por tratar como una excentricidad más del showman republicano, pero que está en línea con los intereses que este defiende.
La inmensa isla norteña, parte del Reino de Dinamarca desde 1721, ha visto como, por efecto del calentamiento global (que la actual camarilla en la Casa Blanca niega fervientemente), retrocede considerablemente la capa de hielo que cubría su superficie. Este retroceso ha dejado expuestos valiosos recursos minerales. Estos recursos, aún por explorar en toda su dimensión y explotar, están en la mira de los poderosos aliados tecnológicos de Trump.
Así, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, ambos invitados de primera línea a la toma de posesión de Donald Trump este 20 de enero, son inversores de una empresa emergente que pretende explotar la minería en Groenlandia occidental en busca de minerales críticos para el desarrollo de la inteligencia artificial. La empresa, denominada KoBold Metals, utiliza una IA para localizar y extraer minerales de “tierras raras”. Actualmente valorada en más de tres mil millones de dólares, la empresa cuenta entre sus inversores también con una firma de capital de riesgo fundada por Marc Andreessen, empresario de Silicon Valley y cercano al Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk.
La geopolítica de las “tierras raras” es entonces un momento de una pugna geopolítica mayor por el control de los recursos naturales en el mundo actual. El hecho de que, a diferencia de otros recursos estratégicos, las “tierras raras” se concentren en su mayor parte en países que son actores económicos y políticos en ascenso, con importantes capacidades militares que le permiten defender sus intereses y soberanía y con capacidades industriales, al menos en el caso de China, para refinar estos minerales, procesarlos y obtener importantes ventajas tecnológicas de su predominio, torna la situación aún más compleja.
Se mire donde se mire, Occidente parece estar perdiendo la carrera tecnológica, incluso en campos donde creía tener una clara ventaja. El meteórico ascenso de DeepSeek ilustra claramente esto, pero también ocurre en materia de comunicaciones, industria militar o energías renovables, campos clave para el futuro.
Para resolver esta crisis de hegemonía, las élites imperialistas occidentales han apostado por aumentar los presupuestos militares, tensar numerosos conflictos proxy a escala internacional y refugiarse en valores ultraconservadores y nacionalistas, que invocan en no pocos el temor a que resurjan con más fuerza algunos horribles fantasmas que parecían cosa del pasado.
AL MAYADEEN.