Haitianos y medios de comunicación

Elisabeth de Puig

Los palos van y vienen sin ninguna consideración para una población que ha buscado albergue aquí, que trabaja, aporta a la economía, vive legalmente al igual que nacionales de otras partes del mundo que se han instalado en nuestra tierra.

No está en el espíritu de la época hablar bien de los haitianos. Redes y medios de comunicación prefieren hacerse eco de las más de mil plagas de las cuales los nacionales de la vecina nación serían portadores. 

Ver a diario como, paulatinamente, se está creando un terreno fértil para cualquier tipo de desbordamientos que podría acarrear nefastas consecuencias empieza sencillamente a ser estresante. No es atizando las llamas que se encontrará una solución duradera a la grave, peligrosa y multifactorial crisis que atraviesa la República de Haití y que nos concierne en primera línea. 

Al momento de definir una política de estado en las relaciones con Haití se debería poner un freno al golpeteo diario de informaciones verdaderas, falsas, medio falsas, tendenciosas o sin sentido que crean una molestosa e inútil sensación de zozobra.

Muchas veces parece que no se está hablando de seres humanos sino más bien de cucarachas como los hacían los hutus en Ruanda para deshacerse de los tutsis, o de ratas como hacían los nazis para justificar la exterminación de los judíos.   

En vez de calmar el juego, leí en un diario del 1 de marzo pasado una declaración de un consejo evangélico, retomado en la primera página de ese periódico, según la cual “nuestra seguridad alimenticia estaría en peligro” por el desbordamiento de la migración haitiana.

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