Historia de San Juan (II parte)
Por Ike Méndez
Agricultura y regadío: la vida en torno al agua
La agricultura en el valle de San Juan ha dependido históricamente del riego. Las tierras permanecen improductivas o parcialmente cultivadas mientras no cuenten con un sistema adecuado de distribución de agua. Ya desde finales del siglo XIX —como documenta Badín Garrido— existían canales de riego. Sin embargo, la presencia de dos ingenios azucareros en el siglo XVI permite inferir que, desde entonces, ya se utilizaban canales rudimentarios para alimentar las ruedas hidráulicas que movían los trapiches.
Badín Garrido destaca que, durante el gobierno de Ulises Heureaux (Lilís), se construyó el canal popularmente conocido como la regola del pueblo, el cual discurría de norte a sur bordeando el este de la ciudad, llevando agua a la hacienda de la señora Juana Ogando, ubicada en Manoguayabo. En Espejo del Pasado, el historiador señala también que el general Wenceslao Ramírez construyó el canal de Mijo para irrigar sus tierras, y que otros propietarios —Domingo Rodríguez, el general José del Carmen Ramírez, el Lic. Esteban Mesa, Recio & Co. C. por A., e Isidro de los Santos— también emprendieron obras similares.
“El progreso agrícola —escribe— hizo necesaria la construcción de canales. Cientos de ellos se desprenden de los ríos San Juan, Maguana, Jínova, Mogollón, Vallejuelo, Yaque del Sur, Yaquesillo, Mijo y Las Cuevas, así como de modestos arroyos.”
Otro cronista, Víctor Garrido, en Espigas Históricas, afirma que el canal de Mijo fue el primero construido en San Juan, y que el general Ramírez poseía conocimientos de ingeniería hidráulica superiores a los de muchos técnicos de su tiempo: “sabía de regolas más que cualquier ingeniero; su palabra era decisiva”.
Hoy, sin embargo, el deterioro ambiental es visible. La sobreexplotación forestal y la sangría incontrolada de los canales han reducido considerablemente el caudal del río San Juan, que aparece empobrecido ante los ojos del observador contemporáneo.
Catalina Encarnación: una madre en la raíz del heroísmo
En la historia nacional pocas veces se alza la figura de una madre con la fuerza y dignidad de Catalina Encarnación, originaria del paraje de Pedro Corto. Mujer montaraz, de alma indómita y voz de madre de la tierra, Catalina forjó desde su humilde bohío un linaje de dignidad y bravura: catorce hijos —doce varones y dos hembras—, fruto de su unión con Juan Ogando.
De sangre taína y espíritu rebelde, tejió con firmeza el carácter de lo que muchos llamaron “la tribu brava de los Ogando”. Cuando estalló la Guerra de Independencia en marzo de 1844, los doce hijos varones de Catalina se convirtieron en soldados de la patria. La gran mamá Catalina, como la llama José Antonio Núñez Fernández, fue madre, fragua, escuela y nación. Su figura merece estar en el altar de las gestas fundacionales.
Actualidad de la Región
La provincia de San Juan es la más extensa del país, con 3,569.39 km², y está conformada por seis municipios: San Juan de la Maguana (su capital), Juan Herrera, Bohechío, El Cercado, Las Matas de Farfán y Vallejuelo.
En la capital se levanta el Parque Francisco del Rosario Sánchez, en honor al prócer que, junto a Duarte y Mella, proclamó la independencia dominicana el 27 de febrero de 1844. Sánchez fue capturado en El Cercado y fusilado en San Juan de la Maguana por orden de Pedro Santana.
La economía provincial está dominada por la agricultura y la ganadería. Produce buena parte de las habichuelas, maní, maíz, guandules, cebolla y batata que consume el país. Los ríos San Juan, Yaque del Sur, Sabaneta, Macasías y Mijo riegan el valle, al tiempo que alimentan balnearios naturales como el Higueñito. Las presas hidroeléctricas de Sabaneta, Sabana Yegua y Palomino son infraestructuras clave para la región.
En su territorio se encuentran áreas protegidas de gran valor ecológico, como el Parque Nacional Juan Ulises García Bonelly y los parques nacionales José Armando Bermúdez y José del Carmen Ramírez. Desde este último se accede al Pico Duarte, de 3,087 metros sobre el nivel del mar, el punto más alto de las Antillas.
San Juan también alberga tesoros arqueológicos como el Centro Ceremonial Taíno Maguana, conocido como el Corral de los Indios, donde la cacica Anacaona realizaba sus areítos rituales. En Las Matas de Farfán, las cuevas de Catanamatías se conectan subterráneamente con las de San Francisco en Bánica y Seboruco en Sabaneta, conformando un valioso sistema cavernario. También en Las Matas, la Zurza ofrece un manantial de aguas sulfurosas de gran atractivo natural.
El Monumento a la Batalla de Santomé recuerda la heroica resistencia contra la invasión haitiana de 1855. En esa sabana sanjuanera, el general José María Cabral enfrentó al emperador Faustin Soulouque y consolidó la soberanía nacional.
Cultura, espiritualidad y memoria popular
Las fiestas patronales en honor a San Juan Bautista, celebradas el 24 de junio, son expresión viva del sincretismo y la tradición. En la madrugada, los sanjuaneros se sumergen en el río para bañarse en señal de despojo y purificación. La jornada incluye juegos folclóricos, palo encebado, corridas de caballos, atabales y la coronación de la reina.
El Carnaval Barriga Verde, antes llamado Cimarrón, es uno de los más ricos y coloridos del país, con una gran diversidad de personajes y comparsas que reflejan el alma creativa del pueblo.
San Juan es también tierra de creencias mágicas-religiosas. El culto a Liborio Mateo, curandero y líder mesiánico que se sublevó en 1922 desde Maguana Arriba y la Loma El Naranjal, aún sobrevive. Sus fieles veneran el Agüita de Liborio y los santuarios que recuerdan su legado de sanación y resistencia.
Gastronomía: sabor a tierra y a historia
La cocina sanjuanera es expresión de identidad. Destacan platos como el chivo guisado picante, el chenchén (a base de maíz) y el chacá, una delicia dulce de maíz y leche, cocida lentamente. Estos sabores narran una historia: la del campo, la de la memoria y la del pueblo que, entre montañas y regolas, ha sabido resistir y florecer.