Importancia de las estructuras para delimitar la patria
Por FAUSTO JAQUEZ
Nacer es un acto tan fortuito como impredecible; y lo mismo sucede con el lugar del hecho. Nacimientos ha habido en los lugares y circunstancias más inverosímiles que podamos imaginar.
Por siglos, y especialmente por escasez, hambruna o guerras, la migración humana ha deambulado y poblado el planeta Tierra; acarreando todas sus virtudes, costumbres, idiomas y hábitos buenos y malos.
Con el paso del tiempo, los primeros asentamientos humanos fueron estableciendo límites para proteger sus fuentes de supervivencia; ya sea ríos, aguas, tierras cultivables y áreas para crianza de animales. Inevitablemente, cuando aún no se conocían los conceptos de frontera ni país, esos límites y territorios serían el motivo de confrontaciones de todo tipo con otros errantes o asentamientos vecinos, saqueadores o invasores.
Cuando nací el 1 de noviembre de 1955, mi padre, quien era segundo teniente del Ejército Nacional, se encontraba prestando servicio en el destacamento de Tierra Nueva, municipio de la provincia de Jimaní, al sur de República Dominicana, y ciudad fronteriza con Haití.
Cómo era su costumbre, días antes mi madre se trasladó a Gurabo, en Santiago de los Caballeros, para dar a luz bajo el cuidado de mi abuela; en la misma cama y con la misma comadrona que ella había nacido.
Luego, al pasar la cuarentena del parto; cuarenta días en los cuales, con medias gruesas puestas; siempre con la cabeza cubierta, y tras haberse alimentado con cuarenta sopas de gallina; regresó a donde mi padre y mi hermano mayor. pero en los días previos, mi padre había sido trasladado a Neyba, en la provincia Bahoruco. y hacia allá se dirigió conmigo en brazos.
Por puntos distintos, tanto Jimaní como Neyba, tienen en común, proximidad al lago Enriquillo y la isla Cabritos.
En esa ocasión, mi madre llegó a la nueva casa (ver foto anexa), acompañada de una especie de niñera, de nombre Fella, a quién le encantaba lavar sus manos y cara en una ponchera esmaltada con figuras de caballos árabes en su interior, ponchera que era un lujo en Gurabo, dónde para la época no había luz eléctrica ni agua corriente.
Ya en Neyba había acueducto. Una anécdota familiar cuenta que la inocente y genuina campesina al ver el sanitario se lavó las manos en este, pensando que era una ponchera moderna.
No recuerdo cuál será el más cercano de Tierra Nueva, Jimaní, pero a lo largo de la frontera había –y no sé si aún los hay- unos mojones o pirámides limítrofes numerados, los cuales, a mi entender, ejercen cierto posicionamiento psicológico en los habitantes de esos entornos, en lo relativo a división, ubicación y pertenencia. Algo de lo cual los estudiosos de la conducta humana podrían tener una idea más clara.
En Hamburgo
En cierto paralelismo, y guardando las distancias, años antes de ni nacimiento, y a 7,750 kilómetros, Helmut Gerschwinat se encontraba en su trabajo en el mercado de pescadores de Hamburgo (ciudad cuya fuente principal de riquezas es el puerto), cuando el bombardeo más fuerte de la Operación Gomorra (finales de julio de 1943) destruyó la mayor parte de la ciudad, y los incendios impedían el tránsito.
Pasaron varios días para que pudiera regresar a su hogar. Cuando llegó, encontró que el edificio que hasta ese momento había estado en la calle klosterwall 13, prácticamente había desaparecido y era sólo escombros y cenizas. Con el corazón acongojado y sin esperanzas, buscó dónde guarecerse y sobrevivir.
Me contó su nieto, Andreas Kaluza, quien a la vez lo escuchó de su madre, que nunca vio cara más feliz cuando semanas después pudo trasladarse a Bendestorf y encontró a su mujer y su hijo, que horas antes de haber perdido su hogar, lograron llegar a la campiña donde vivían sus ancestros.
Hace varias semanas Andreas Kaluza vino al Consulado de República Dominicana en Hamburgoipara hacer una gestión, y conversando sobre diferentes tópicos, me preguntó dónde vivo, y al contestarle, en AgnesstraBe, me dijo: ¡Oh, pero en esa calle vivían mis abuelos después de la guerra!
Preso de la curiosidad, le pregunto por el número de la casa, ya que ese es un sector bien costoso, entre otras razones por estar próximo al Lago Alster y al lado de Eppendorf, dónde la mayoría de propietarios para la época, eran judíos y por razones obvias lograron que no fuera bombardeado, y es hoy la única zona original, es decir que no tuvo que ser restaurada.
La curiosidad me siguió embargando y llegué a AgnesstraBe n.1 para descubrir que se trata de una mansión que la adorna una placa donde dice que fue la vivienda de un famoso y acaudalado arquitecto alemán.
Al pasar la guerra, muchos propietarios se vieron en el deber u obligación de albergar cuantas familias les fuera posible hasta que la ciudad se recuperara de la dificultad para techar a sus ciudadanos.
Por esto y mucho más no es necesario haberla vivido para entender los horrores de la guerra y sabiendo que el origen de la gran mayoría de ellas ha sido por la delimitación de su territorio.
Frontera de RD
Por tanto, en el caso de República Dominicana, es un deber apoyar los esfuerzos que hace el Gobierno dominicano, con el propósito de regularizar el aspecto fronterizo y darle definitivamente el carácter que merece el asunto por todos los medios.
La migración es inherente a la condición humana; esto ha hecho del planeta Tierra el amplio espacio multicultural que es, pero no está exenta de múltiples factores de riesgos de terrorismo, seguridad, insalubridad, efectos sobre la mano de obra y el trabajo, y todos los índices de desarrollo humanos que pueden verse afectados.
El caso haitiano y el inmenso deterioro de sus instituciones, así como el estado caótico de su sistema político, militar, económico, medioambiental, hospitalario, y sobre todo de su frágil seguridad ciudadana y gobernabilidad; ameritan del urgente auxilio de organismos internacionales y de otras naciones, por ende más ricas y poderosas, que en cierto momento incidieron en la explotación de sus recursos, y que hoy deben ir -o volver- en su ayuda de una manera franca y definitiva, en lo que podríamos llamar “una intervención positiva”, que pueda llevar orden, desarmar y confinar a los grupos vandálicos que siembran terror con su industria del secuestro y extorsión, y así devolver un poco de dignidad a sus ciudadanos.
Lo anteriormente expuesto es una tarea de grandes proporciones que, como país vecino, República Dominicana no puede acarrear por sí sola. Si bien es un socio comercial de alta demanda, también es cierto que ya es suficiente carga el costo que está pagando en el aspecto migratorio -legal e ilegal-, cada vez más percibido como invasión pacifica, a punto de desbordar la tolerancia y convivencia del dominicano.Por tanto, el levantamiento del muro fronterizo es necesario, junto al aspecto militar y logístico que conlleva, para llevar a nuestros ciudadanos la idea tangible de que el problema está siendo tomado en serio.