Cándido Mercedes
En la creatividad y la innovación nadie es más inteligente como todos juntos, buscando en cada uno lo que vendría a ser el poder de una misión.
“No sobresalen los mejores, sobresalen quienes se atreven a ser diferentes”. Alejandro Ambrad.
Hay cuasi un “lucha” indescriptible que llega al paroxismo existencial en los que nos encontramos en las generaciones Baby Boomer (1946-1964) y la X, situada entre el interregno de 1965 y 1980, vale decir, los que se encuentran entre 40 y 55 años. No digamos de la Generación Silenciosa, de aquella nacida entre 1928-1945. Los cambios son asombrosos, iconoclásticos, con una velocidad que nos deja perplejos. La inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la computadora cuántica, la biotecnología, con su solo comienzo, ya causan cambios vertiginosos, incertidumbres y nuevas crisis sociales en ciernes.
La innovación ha de tener en cuenta esas generaciones para producir una mezcla, un coctel de cada una de ellas (X, Z, Alfa, Baby Boomer, Silenciosa) y comprender la capacidad de aprender, desaprender y de aprehender de cada una, en el juego dinámico de las organizaciones y de las sociedades. Es el alcance de la innovación con los perfiles del capital humano, atendiendo a las competencias duras y las competencias blandas, esto es, las descripciones de los puestos y las especificaciones que ha de tener un ser humano en el cuadro de su experiencia, educación, habilidades, destrezas y personalidad.
Dada la velocidad de la innovación, no es dable meramente tener un capital humano visibilizado solo en el campo educacional. La educación es el fertilizante de la planta, constituye el primer peldaño, el quilate necesario, imprescindible, inocultable, para desarrollar los niveles de competencia que nos hacen ser diferentes, que coadyuvan a crear las estrategias distintivas y de diferenciación de una empresa, de una organización, de una sociedad. El capital humano, trascendido, solo es posible en la construcción social del talento humano.
Talento humano es la sinergia de conocimientos, experiencias, habilidades, motivación y comportamiento. El cambio proactivo y productivo en función de la “destrucción creativa” solo es válido en la Sociedad de la Información y del Conocimiento, en el horizonte del talento, que es la médula espinal de la competencia. Dicho de otra manera, la innovación no encuentra caudal, verdadera cosecha, sin la competitividad y esta última solo es posible con el rigor del talento humano que encierra hoy, el alma colectiva e individual de la autoestima para realizar todo lo que se emprende con imaginación, entusiasmo, pasión y esmero.
La innovación, la creatividad, la competitividad, ameritan de manera simultánea lo que Edgar Morín, ese extraordinario hombre de ciencia, nos decía tenemos que combinar: “En la infancia, la curiosidad; en la adolescencia, las aspiraciones; y, en la edad adulta, el compromiso y la responsabilidad”. Las tres edades no pueden desaparecer a lo largo de nuestro ciclo de vida, del curso de nuestras vidas. El talento, ese espíritu de innovación, se recrea y repercute en la persona como campo floreciente del capital humano, en la curiosidad de hacer las tareas, de apertura mental, de no dar nada por cierto y romper con lo bueno y válido como sabido. Agregar valor es sublimizar, potencializar, catalizar lo mejor del capital humano a fin de convertir la ventaja comparativa en ventaja competitiva, de construir una idea en un proyecto. Desde entender el equilibro de diseñar, aunando los diferentes capitales, en cada realidad, en cada circunstancia, en cada contexto, con entera visión y una planeación estratégica.
Es el caso del turismo en República dominicana. Por allá por los años 1968 el Dr. Joaquín Balaguer designó a Don Ángel Miolán como Director de Turismo. Pronto se mofaban del otrora fundador del PRD: “Miolán y los turistas donde están”. Hoy, esbozado por Blanco Tejada, Directivo de ASONAHORES, nos decía “En el 1970, había 5,390 habitaciones, con 15,000 empleos y una generación de 172 millones de dólares anuales. 50 años después, se cuenta con más de 85,000 habitaciones, 26 campos de Golf, 6 puertos de cruceros. Después de México, somos el segundo de América Latina”. 33 países de América Latina y 46 de América Latina y el Caribe. ¡Una verdadera innovación, proeza, proactividad y resiliencia!
Lo contrario de la innovación y creatividad lo encontramos con respecto a que no tenemos un play en el país con las requisiciones de las Grandes Ligas. Somos el segundo país con más peloteros en la LMB, con un 11% del total, solo superado por los Estados Unidos. Si fuéramos a sacar los 10 mejores peloteros tendríamos más del 40%, tanto en calidad como en salarios. Constituimos una exquisita marca en el beisbol. Miremos el ensueño del año 2022 con las actuaciones de los dominicanos:
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- Julio Rodríguez, Novato del año en la Americana.
- Vladimir Guerrero, Guante de oro (Primera base en la Americana).
- Jeremy Peña, Guante de Oro (S.S.) en la Americana.
- Alberto Pujols, Regreso del año en la Nacional. Llegó a 702 jonrones. Solo 3 por encima: Barry Bonds (762), Han Aron (755), Baby Ruth (714).
- Sandy Alcántara se ganó el Cy Young de la Nacional. Tercero en alcanzarlo por el país.
- Jeremy Peña ganó el Más Valioso de la Serie Divisional de la Americana.
- Jeremy Peña ganó el Más Valioso de la Serie Mundial.
- Manny Machado estuvo entre los finalistas para el premio del Más Valioso de la Nacional.
- De los 4 juegos ganados por Houston en la Serie Mundial, 3 fueron ganados por lanzadores dominicanos, incluyendo un no hitter. 4 pitcher tiraron de corrido y eran DOMINICANOS.
Sin embargo, no tenemos un play donde puedan venir a jugar las Grandes Ligas. Contamos con talentos, hemos ganado todos los juegos en un Campeonato Mundial, empero, la falta de innovación, de creatividad de los actores involucrados (peloteros, empresarios, gobierno) en la industria deportiva, en la economía naranja, no han visto la gran oportunidad tanto para esa rama como para la industria turística. ¡El mismo play de los años 50 del siglo pasado con todas las innovaciones que ha traído este fenómeno social en los últimos años!
Para la innovación, para la creatividad, se requiere hoy en día, más que las cualidades sobresalientes del coeficiente intelectual que generan las competencias técnicas o competencias de umbral como las denomina Daniel Goleman en su libro Como ser un Líder. Señala el referido autor que la inteligencia emocional es el “sine qua non del liderazgo” porque ella, al final de cuentas, es la que proyecta el presente en una perspectiva conjugada de futuro a través de la imaginación. La innovación es la capacidad de crear, de modificar, por eso entraña cambio, transformación, mutación, renovación, el repensar del equilibrio al desequilibrio, el salir constantemente de la zona de confort para inventar y redescubrirnos remozados.
Ese redescubrirnos remozados es la necesidad inocultable de redefinir la creatividad, la innovación, buscando nichos audaces que no permitan el bloqueo: siempre se ha hecho así. Por eso la innovación, que se expresa en el capital humano, que es el único capital que agrega valor, se determina, no por nuestra grandeza, por lo que creamos, si no por las expectativas que encerramos con nuestras acciones y decisiones. La creatividad, la innovación nacen de la respuesta que da el mercado cuando compra tu servicio o tu producto. Dicho de otra manera, tanto la calidad como tu loable innovación está determinada por quienes reciben: el cliente o el usuario. No la define el creativo, el innovador. Es una cadena de un ir y venir.
En repensar, renovar, el cómo hacemos lo que hacemos descansa el verdadero espíritu innovador sin caer en la trampa del compromiso y la consistencia de que nos hablara Robert Cialdini. En la creatividad y la innovación nadie es más inteligente como todos juntos, buscando en cada uno lo que vendría a ser el poder de una misión. Como en cada generación y cada ciclo dentro de ella, requiere nuevos perfiles del talento como campana del éxito permanente, de acuerdo a nuestra ciclicidad y equilibrio