José Núñez de Cáceres Albor
Biografías Patrias para Escolares
Por Juan Carlos Espinal
(1772-1846). Militar, catedrático universitario, literato fabulista, teniente de gobernador, intendente político y fundador del efímero Estado Independiente del Haití Español, que intentó confederar a la Gran Colombia.
Nació en la ciudad de Santo Domingo el 14 de marzo de 1772. Sus padres fueron el alférez Francisco Núñez de Cáceres y María Albor.Se graduó de doctor en Derecho y ejerció la profesión de abogado durante un tiempo. Al producirse la cesión de la colonia de Santo Domingo a Francia en 1795, en virtud del Tratado de Basilea, se trasladó a la población cubana de Puerto del Príncipe, en cuya Audiencia obtuvo un empleo como regente. De allí pasó a La Habana con el cargo de teniente de gobernador y asesor general del Gobierno. Reintegrada la colonia de Santo Domingo a España en 1809, tras la derrota de los franceses, quienes la ocupaban desde 1802, Núñez de Cáceres volvió a su país con el mismo empleo.
El 7 de mayo de 1813 se le encomendó el gobierno interino de la colonia, por muerte de su titular, Juan Sánchez Ramírez. El nuevo gobernador, Carlos Urrutia, informó a la regencia, el 8 de julio, que Núñez de Cáceres era un fiel servidor, digno de ocupar cualquier plaza otorgada en América, recomendación que reiteró el 16 de junio de 1815, pero la corona lo dejó en su puesto.
Mientras Santo Domingo se reincorporaba voluntariamente al dominio de España, los criollos de las colonias americanas se lanzaban a la guerra por su emancipación. Estimulados por esos levantamientos, algunos grupos intentaron en 1810 y 1811 declarar la independencia de la colonia.
Núñez de Cáceres se vio envuelto en problemas con el teniente José Álvarez de Toledo, quien había sido designado, por la Junta Suprema Central española, suplente de diputado ante las Cortes de Cádiz. Sus ideas revolucionarias fueron denunciadas por Núñez de Cáceres al presidente de las Cortes, basándose en dos cartas confidenciales que Álvarez de Toledo había enviado a Sánchez Ramírez. Las Cortes resolvieron encausar a Álvarez de Toledo, pero este no pudo ser hallado.
Se sabe que, en 1812, imprimió en Filadelfia un manifiesto en el que censuraba la conducta de las Cortes, tildaba a Núñez de Cáceres de satélite de la tiranía y exhortaba a las provincias americanas a la independencia.
En Santo Domingo, las tensiones sociales y raciales se agravaron como consecuencia de lo expresado en el artículo 4 del título segundo de la Constitución liberal promulgada en Cádiz, el cual equiparaba en igualdad de derechos con los nativos de España a los criollos blancos, excluyendo, por tanto, a los descendientes de esclavos que eran libertos. Esa exclusión produjo un pro- fundo malestar entre los negros y mulatos, quienes intentaron sublevarse la noche del 16 al 17 de agosto con el propósito de incorporar la colonia a la República de Haití.
Por otra parte, corsarios sudamericanos al servicio de Simón Bolívar surcaban las aguas del Caribe hostigando a los barcos españoles. La corona había ordenado la movilización militar de las fuerzas de Santo Domingo para vigilar las costas del sur y este de la colonia, pero no podía pagar las tropas. En la capital circulaban rumores de que varios vecinos planeaban una insurrección para proclamar la independencia, los cuales eran estimulados por una carta subversiva escrita en Caracas y dirigida a los nativos de la colonia, en la que los instaban a levantarse contra España.
Los más beneficiados con la situación imperante eran los partidarios de la anexión a Haití, cuyo presidente, Jean Pierre Boyer, buscaba desde hacía tiempo sujetar Santo Domingo bajo su mandato para defender mejor la Independencia de su país. A fin de lograr su objetivo, Boyer empezó a prepararse militarmente y, a la vez, a inducir a los habitantes negros y mulatos del este para que se alzasen contra los españoles.
A la par del partido pro haitiano, había en la colonia otro grupo, encabezado por Núñez de Cáceres, que preconizaba confederar al país a la Gran Colombia, para lo cual había intentado dar un golpe de Estado en la primavera de 1821, que fracasó debido a las medidas adoptadas por el gobernador Sebastián Kindelán y a que los conspiradores no recibieron a tiempo una respuesta de Bolívar. Lo sorprendente, es que el gobernador, pese a las providencias tomadas, y a la denuncia de la trama, se contentó con calificarla de intriga despreciable, permitiendo a Núñez de Cáceres encausar al capitán Manuel Martínez por el delito de calumnia.
Menos ingenuo que Kindelán, el nuevo gobernador, Pascual Real, quien había arribado a la colonia en mayo del mismo año, no solo dio crédito a los confidentes, que le confirmaron la veracidad de la conspiración dirigida por Núñez de Cáceres, sino que muy pronto supo el nombre de sus seguidores. Como Real carecía de tropas, se dedicó a observar el comportamiento de los sospechosos y a ganarse la confianza de los principales jefes militares.
El grupo haitianófilo, conocedor de los planes de Núñez de Cáceres y su gente, pidió a Boyer que pasara a la colonia española para agregarla a Haití. El 8 de noviembre, el comandante Andrés Amarante proclamó la anexión a esa República en el despoblado de Beller y siete días después se pronunciaron en el mismo sentido en Dajabón y Montecristi. Al conocerse la noticia en la capital, Núñez de Cáceres y su grupo decidieron actuar rápidamente, y el 30 de diciembre, tropas del batallón de morenos comandadas por ellos tomaron por asalto la fortaleza, encerrando en su recinto al gobernador. En la madrugada del día siguiente una salva de cañonazos anunció la constitución del Estado Independiente del Haití Español.
Inmediatamente después se procedió a la lectura de la Declaratoria de independencia del pueblo dominicano, redactada por Núñez de Cáceres, en la cual se resumían los padecimientos y males derivados del dominio español. También, el mismo día, se dio a conocer el Acta constitutiva de la Independencia, que pautaba de manera general las funciones del nuevo gobierno y consignaba la determinación de celebrar un acuerdo con la Gran Colombia para establecer un Estado confederado con ella, sin renunciar a la soberanía del país. Para ello, Núñez de Cáceres envió a Venezuela a uno de los más destacados miembros de su partido, Antonio María Pineda, para informar a Bolívar, pero el Libertador estaba ausente de Caracas y, ni el vicepresidente, Francisco de Paula Santander ni el comandante general de la ciudad, el general José Antonio Páez, le prestaron la más mínima atención.
Casi al mismo tiempo de la proclamación del Estado Independiente del Haití Español, arribó a la ciudad de Santo Domingo una comisión de tres oficiales haitianos, enviados por Boyer, para comunicar a Pascual Real los pronunciamientos de Dajabón y Montecristi y observar la situación. Enterado del cambio político, el coronel Fremont, jefe de la comisión haitiana, informó a Núñez de Cáceres, nombrado presidente del flamante Estado, que Boyer apoyaría al nuevo Gobierno. Sin embargo, este convocó al Senado de su país para informarle de la decisión de trasladarse al Este con objeto de hacer efectiva la unidad e indivisibilidad de la isla.
El 11 de enero de 1822, Boyer escribió a Núñez de Cáceres una carta en la que le anunciaba su intención de visitar la parte oriental, acompañado de fuerzas imponentes, pero no como invasor, sino en calidad de pacificador, a la vez que le advertía que no habría obstáculos capaces de evitarlo. Cuando Núñez de Cáceres leyó ese mensaje, comprendió que todo aquello por lo que tanto había luchado había sido en vano. Como la mayoría de la población era negra y mulata y prefería aliarse a Haití, donde no existía la esclavitud, no tuvo otro remedio que contestar que los jefes militares y el Ayuntamiento habían convenido colocarse bajo el amparo de las leyes haitianas. Por ello, este período se conoce en la historia como la Independencia efímera. El 9 de febrero, al frente de 21,000 hombres, entró Boyer a la ciudad de Santo Domingo, iniciando los 22 años de dominio haitiano.
En 1823, acompañado de su familia, Núñez de Cáceres emi- gró a Venezuela, donde vivió por cinco años. En Caracas, se dedicó al periodismo; fue redactor de los periódicos El Cometa (1824), El Constitucional Caraqueño (1824), El Relámpago (1826) y El Corneta Extraordinario (1827).
Expulsado de Venezuela, por Simón Bolívar, debido a su intervención en asuntos políticos venezolanos, emigró a México, donde destacó notablemente por su actuación pública. Fijó residencia en Ciudad Victoria, donde ejerció la abogacía y luego desempeñó el cargo de fiscal de la Corte Suprema. Más tarde se le nombró senador honorífico y tesorero de la Hacienda Pública. Fue declarado por el Congreso de Tamaulipas, en 1833, bene- mérito del Estado. A su muerte, ocurrida el 11 de septiembre de 1846, se grabó su nombre, en letras de oro, en el recinto legislativo. Sus restos fueron trasladados desde Tamaulipas a Santo Domingo, en 1943. Actualmente reposan en el Panteón Nacional.