JUAN BOSCH:» de la edad de la dinamita a la edad atómica y nuclear
ASIA Y EL SUDESTE ASIÁTICO
La ilusión de las guerras limitadas
Juan Bosch
Benidorm, 5 de febrero de 1968
Este artículo fue escrito para la revista The Christian Century, que se editaba en Chicago, EE.UU. El título le fue puesto por los editores de la revista, que publicó el artículo en su edición del 17 de abril de 1968, páginas 480-2.
Evidentemente, la segunda guerra mundial hizo pasar a la humanidad, en términos históricos, del siglo XX al siglo XXI; de la edad de la dinamita a la edad atómica y nuclear; de la edad del motor de pistón a la del jet; del avión terrestre al satélite espacial; de la máquina calculadora que se manejaba a mano al computador electrónico; de la industria desarrollada por técnicos autodidactas como Thomas Alva Edison y Henry Ford a la industria sobredesarrollada a base de estudios de científicos de primera categoría como Enrico Fermi y la pareja china de Yang y Lee. Y ese salto, asombrosamente violento si lo vemos desde el punto de vista del corto tiempo en que se produjo, debía reflejarse en grandes cambios sociales y políticos en todo el mundo.
La incapacidad de los Estados Unidos para aceptar esos cambios y ajustarse a ellos se ha traducido en una actitud de violencia internacional muy peligrosa. En lo que se refiere a la América Latina, ese estado de violencia deberá desembocar, me parece que de manera inevitable, en una revolución social de grandes vuelos. No hay que hacerse ilusiones: esa revolución comenzó ya en Cuba, y hágase lo que se haga o dígase lo que se diga, podrá ser demorada pero no podrá ser evitada.
Es probable que la decisión de evitarla lleve a los Estados Unidos a guerrear en la América Latina como los ha llevado a guerrear en el Sudeste Asiático, y está dentro de lo posible que la guerra en Asia produzca el estallido de la revolución en América Latina. ¿Qué tiene que ver la América Latina con la guerra de Vietnam, y qué tiene que ver la guerra de Vietnam con la incapacidad norteamericana para aceptar los cambios introducidos en el mundo por el paso de la industria de los técnicos autodidactas a la industria sobredesarrollada de los científicos?
¿Cuál es la razón de que un país tan excepcionalmente desarrollado en el campo científico, como son los Estados Unidos, no pueda ajustarse a los cambios políticos y sociales impuestos en el mundo a consecuencia de la segunda guerra mundial? Todas esas preguntas se relacionan entre sí porque todas ellas surgen de un mismo hecho: el estado de violencia que prevalece en el ámbito internacional. Hasta el momento, lo que está sucediendo en Vietnam se mantiene dentro de lo que en estrategia militar se llama “guerra limitada”.
En mi último libro, El pentagonismo, sustituto del imperialismo*, hay un párrafo que parece adecuado para esta ocasión. Dice así: “Los actos de los pueblos, como los actos de los hombres, son reflejos de sus actitudes. Pero sucede que la naturaleza social es dinámica, no estática, de donde resulta que todo acto provoca una respuesta o provoca otros actos que lo refuercen.
Ningún acto, pues, puede mantenerse aislado. Así, la cadena de actos que van derivándose del acto principal acaba modificando la actitud del que ejerció el primero y del que ejecuta los actos-respuestas. Esa modificación puede llevar a muchos puntos, según sea el carácter personal, social o nacional— del que actúa y según sean sus circunstancias íntimas o externas en el momento de actuar”. La actitud de los Estados Unidos, religiosamente anticomunista, los ha llevado a una guerra ideológica de exterminio de los comunistas en Vietnam; al mismo tiempo, sus circunstancias nacionales —las íntimas, desde el punto de vista de su política doméstica — les obliga a una contradicción insoluble, que consiste en mantener la ilusión de que están haciendo una “guerra limitada” a la vez que solicitan la ayuda de otros gobiernos, es decir, la presencia de “aliados”; y sucede que dada la naturaleza ideológica de la guerra, esos “aliados” tienen necesariamente que ser también anticomunistas; y como es lógico, si la guerra se extiende, los Estados Unidos llevarán a ella más países, y lo que es peor, necesitarán más aliados, y todos deberán ser, desde luego, ideológicamente afines.
¿Cuál es la fuerza ciega que incapacita a los Estados Unidos para aceptar los cambios que se han producido ya en el mundo y que necesariamente llegarán a imponerse en Asia y en América Latina? Esa fuerza es la misma que los mueve a hacer la guerra de Vietnam. En apariencia, es el anticomunismo, pero el anticomunismo es sólo el aspecto negativo —o anti— del afán de lucro. El afán de lucro de los norteamericanos es la fuerza ciega que ha convertido a los Estados Unidos en el campeón mundial del statu-quo.