La alegría del merengue
Por Juan Dionicio Rodríguez Restituyo. El pasado 26 de noviembre fue el Día Nacional del Merengue en la Republica Dominicana y gracias a este
ritmo, nuestro país es uno de los pocos reconocidos a nivel mundial como de los más alegres y felices.
Esa calificación, sin dudas, se la debemos al merengue, que, a pesar de la pobreza, la concentración de las riquezas en pocas manos, las desigualdades sociales, la inseguridad ciudadana, el precario sistema de salud, los bajos niveles de la educación, el déficit de viviendas, las carencias de empleos de calidad y bien pagados; los feminicidios y otros males sociales, seguimos siendo felices.
También, escuchando a Luisito Martí en su muy conocido merengue llorando. Cantan cualquier otro ritmo es un lamento, pero el merengue nos alegra «…..Se murió Martín en la carretera, le prendieron cuaba, porque no había vela, cuando me dijeron que Martín murió, de por Dios caramba, que pena de me dio….»
La estrofa de este merengue, solo a ritmo de acordeón, tambora y güira, hace que el penoso relato de la muerte de Martín, se pueda bailar y convertir la tragedia, en alegría, y el dolor, irreparable en fiesta.
Pero todo esto ocurre en solidaridad, en trabajo, en armonía, en unión y en compañerismo, porque, también, el merengue se utiliza para el convite, para la cosecha colectiva, para ayudar al vecino en la construcción de su casa, para la construcción de puente, etc.
En el surgimiento del merengue, luego de la separación de la República Dominicana de Haití y de la expresión popular y la lucha del pueblo, fue descalificado y perseguido por la hispanofilia dominante, que le llamó “””mojigatería”, o “hijo digno del diablo y de una furia,” como le llamó Manuel de Jesús Galván, en un escrito de 1855, en la sección Folletín del periódico El Oasis.
El estudio del merengue es el estudio del pueblo, es la ciencia del XIX, porque forma parte del ideario de la nación, de la representación legítima de los sectores populares y de los que forjan la nacionalidad con su folklore, debido a que es parte intrínseca de la espiritualidad de cada una de las personas que habitamos esta media isla.
….ay seña Juanica, por favor, seña Juanica, se me muere el niño, y no tengo medicina, tengo el gallo bolo y una puerca polachina y por cuatro pesos, se los doy seña juanita… Habrá una expresión de pueblo, mas real que esta.
…….se me muere el niño tiene tosferina y no tengo cuarto pa la medicina, una curandera que hay en batey, ay dice que lo cura con rompe saraguey, para terminar con el infeliz, vamolo
a bañar con ají pipi… Aquí se refleja nuestra realidad, la de batey, la carencia, por una enfermedad tan simple como la tosferina, nuestra curandera, como expresión popular en yemas de salud, en sustitución de la responsabilidad del Estado.
Todas esas dificultades de nuestro pueblo y la irresponsabilidad del gobierno, las alegramos y no la sentimos, para convertirlas en rebeldía, gracia a la alegría del merengue y la felicidad que nos da.