La Batalla de Carabobo y la guerra de los mundos

José Gregorio Linares

Quisiera comenzar con una anécdota. Estoy leyendo una pequeña novela de ciencia ficción, titulada La Guerra de los mundos del escritor británico H. Wells. Trata acerca de una invasión perpetrada por los marcianos para apoderarse del planeta tierra, adueñarse de sus riquezas y exterminar a sus habitantes.

En la obra los terrícolas son tomados por sorpresa, y al comienzo no saben cómo enfrentar un insólito enemigo cuyas armas, tácticas y estrategias de guerra desconocen. Pero después de los primeros estragos causados por los agresores, y luego de examinar sobre el terreno las distintas formas de ataque y defensa de éstos, los humanos contraatacan.

Poco a poco logran sortear las dificultades y potenciar sus fuerzas. Mas cuando se disponen a pasar a la ofensiva, los marcianos sucumben abruptamente como resultado de interactuar por tiempo prolongado con las bacterias y virus terrestres, ante las cuales no estaban inmunizados. Esto hizo desistir a los mandos alienígenas del propósito de sojuzgar a la humanidad y conquistar nuestro planeta.

Algo similar está ocurriendo ahora. Inesperadamente Venezuela es atacada por un poderoso Estado del Primer Mundo que arremete contra nosotros, aplicando un novedoso concepto de guerra que nos toma por sorpresa. Ahora, para alcanzar sus designios, EEUU no nos declara abiertamente la guerra, ni aplica una concepción convencional de la guerra, porque esto le habría traído problemas difíciles de enfrentar. La guerra contra nuestro país no la libra con armamentos y proyectiles habituales, con ejércitos invasores, en territorios empleados como campos de batalla. Nada de eso.

Un nuevo tipo de guerra

Ahora el campo de batalla es el cerebro y el corazón de los habitantes del país a quienes quieren someter, para que su mente y su corazón se pongan del lado de EEUU y de sus corifeos, para que seamos vencidos más por la ignorancia que por la fuerza.

Los propósitos de esta nueva modalidad de la guerra son tres: en primer lugar, que los propios agredidos, en este caso los venezolanos, reproduzcan los prejuicios, creencias e ideas que le han sido inoculadas en sus mentes conscientes y en sus programas inconscientes a través de los medios de comunicación y las redes digitales al servicio de EEUU.

En segundo lugar, que sus víctimas, los venezolanos, se comporten de acuerdo al “paradigma socioemocional” de la cultura estadounidense, donde predomina toda la gama de bajas emociones como la repulsión, la tristeza, la ira, el miedo, que son las que les permiten perpetuar su sistema de dominación, encadenado al american wife life.

En tercer lugar, que la sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, el arraigo a lo nuestro, el buen gusto, la identidad cultural, la relación armónica con la naturaleza y el elevado sentido de la ética sean suplantados por la indolencia, el desarraigo, la inmoralidad, el mal gusto, la transculturación y el ecocidio; en fin por todo aquello que nos deshumaniza, aliena y desnacionaliza.

En esta nueva forma de guerra no convencional: 1) Los que defienden la Patria, sus instituciones, su pueblo, su cultura, sus riquezas y su gentilicio deben ser vistos como los causantes de todos los males de la nación; y por consiguiente deben ser satanizados por la industria cultural ante la opinión pública mundial y nacional.2) Los Estados Unidos, principales responsables externos de los daños y desastres, han de ser exonerados de toda culpa, y sus aliados nacionales liberados de toda sospecha. 3) Mientras tanto al pueblo venezolano, que padece las consecuencias materiales, psíquicas y emocionales de una guerra donde no visualiza al difuso enemigo, se le intenta desmoralizar y desencantar; se le conmina a actuar como caballo de Troya al servicio de los intereses extranjeros y en contra de sus defensores. Es la escuela del mundo al revés de que nos hablaba Galeano.

¿Qué hacer?

¿Qué hacer frente a este inédito tipo de guerra, que ha naturalizado que algunos venezolanos, amparados por un gobierno extranjero, se paseen por los distintos escenarios internacionales demandando impunemente que se acentúe la violencia contra su propia nación y su pueblo, y exigiendo que no sean levantadas las Medidas Coercitivas Unilaterales contra la República Bolivariana de Venezuela? ¿Qué hacer ante un ataque donde algunos connacionales nuestros apoyan la sustracción de parte del patrimonio nacional por parte de Estados foráneos? ¿Qué hacer cuando el Estado imperialista más poderoso del mundo declara a una lejana y pacífica nación, Venezuela, como una amenaza inusual y extraordinaria a su seguridad nacional? ¿Qué hacer cuando en los hechos nos declaran la guerra como si en el país hubiesen proyectiles nucleares apuntando hacia EEUU o armas de destrucción masiva venezolanas entrando clandestinamente en su territorio? ¿Qué hacer cuando las grandes naciones democráticas del mundo occidental se agavillan para violentar el derecho público internacional, y demonizar un país que busca la paz, la prosperidad y el bienestar social?

Conciencia de Patria y Unidad Popular

Me atrevería a buscar las respuestas a estas interrogantes en Simón Bolívar, quien como máximo líder de un Nuevo Mundo lideró una guerra contra España, representante del Viejo Mundo. Porque para el Libertador aquella guerra en la que participó debió ser una guerra entre dos mundos: el viejo mundo europeo colonialista versus el mundo nuevo suramericano en trance de emanciparse; en fin, lo que se niega a morir versus lo que está por nacer.

Desde el comienzo de la lucha, en 1810, el Libertador tuvo claros sus propósitos: “nos empeñamos en producir la emancipación general», dijo; y nos invitó a “alzar definitivamente la bandera de la independencia”. Es decir, nos instó a construir una Patria soberana, libre e independiente.

Once años después, tras inmensos sacrificios y penalidades, con la victoria patriota en la Batalla de Carabobo, avanzamos hacia este objetivo: la Patria. Aquí, en la defensa de la Patria y de su pueblo, está un primer escudo contra los proyectiles invisibles que lanza EEUU contra Venezuela. Entre los venezolanos, por encima de todo, debe estar presente el amor a la Patria. Puede haber diferencias entre nosotros, pero cuando la prioridad es la Patria, las diferencias se atenúan, la concordia se construye y la unidad se impone. Por consiguiente, bajo la divisa de la unión, los venezolanos podremos emprender planes conjuntos para resolver los problemas del país, satisfacer las necesidades de nuestro pueblo, y enfrentar a las potencias extranjeras que atacan nuestro gentilicio y pretenden apropiarse de nuestras riquezas.

Ciertamente, para que triunfásemos en Carabobo fue necesario que prevaleciera la unidad. En Carabobo lucharon personas procedentes de distintos lugares de Venezuela: caraqueños como Bolívar y Ambrosio Plaza; centrales como Diego Ibarra, Juan José Flores, Bartolomé Salom; andinos como José de la Cruz Carrillo; llaneros como Páez, Pedro Briceño Méndez, José Cornelio Muñoz, Juan José Rondón; orientales como Santiago Mariño, Juan Bautista Arismendi. Hubo negros como el coronel Pedro Camejo, mestizos, indios y blancos criollos: Un crisol de razas y de pueblos. Hubo mujeres, muchas de las cuales manejaban la lanza y montaban a caballo con la misma destreza con la que preparaban un carato de maíz o cosían un uniforme. A todos y todas, por encima de las diferencias regionales, de raza o de género, los unía su ideal de Patria y una cultura común.

Identidad cultural

El 24 de junio se celebra la Fiesta de San Juan. Ese fue el día escogido por el Libertador para librar la crucial batalla de Carabobo. En la Sabana de Taguanes, el 23 de junio de 1821, Bolívar pasó revista al ejército Libertador que había hecho una gran parada frente a su General en Jefe. Éste, arengando su tropa, expresó: ¡Mañana seréis invictos en Carabobo!”.

Esa noche, en las inmediaciones, los tambores sonaban incesantemente presagiando la victoria y anunciando la fiesta. En el campamento se dejan ver los adornados altares que ocupa el santo y al ritmo de tambores se realiza el Velorio de San Juan.

La noche es larga, transcurre acompañada de licor, rezos, décimas, proclamas y baile. Los hombres y las mujeres se preparan para rendirle honor a San Juan Bautista y a la Patria. Los tambores repican y en medio de los preparativos de la batalla, las parejas le bailan al santo. El triunfo será una ofrenda en homenaje al nacimiento de San Juan, en vísperas del nacimiento de la Patria. Hay alboroto, fervor y tensión. Todos los devotos llevan el característico pañuelo de colores, que agitan durante el baile. Muchos de los soldados y oficiales, siguiendo la tradición, llevan una ramita de ruda detrás de la oreja para que el santo los proteja y los libre de todo mal. Toda la ceremonia es un canto a la unidad, la Patria, la vida y la esperanza.

Los soldados duermen unas pocas horas. Nadie sabe si mañana estará vivo o muerto, si será héroe o mártir. Al amanecer, en el camino hacia la sabana donde se decidirá el destino, los soldados van alegres y alertas. Una urdimbre invisible los une: La Patria y la cultura compartida. Algunos entonan las canciones patrióticas; otros, las coplas de la víspera: “San Juan todo lo tiene…San Juan todo lo dá”.

Cuando el día haya terminado y la batalla de Carabobo concluido, en esta guerra entre dos mundos habrá vencido el Mundo Nuevo; y la humanidad habrá demostrado, una vez más , que en toda guerra triunfa el pueblo que combate unido en pos de un ideal superior, el pueblo que tiene un mayor arraigo con su cultura.

Conciencia de Patria, Unidad Popular e Identidad Cultural: Esas son nuestras armas invencibles; las murallas que nunca derribarán los imperios … así vengan de otros mundos.

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